martes, 10 de noviembre de 2020

Poesía y ciencia ficción: un viaje espacial en verso

Mercedes Palomar, editora de En peligro de extinción, recorre las diferentes formas poéticas utilizadas en esta obra de humor, ciencia ficción y poesía, para entender cómo también se puede echar mano del arte de los grandes, como Dante o Quevedo, para narrar una aventura espacial para niños.

Nono Granero nació en Úbeda, Jaén, en 1968. Es escritor, ilustrador y narrador oral. Es también músico y titiritero. Colabora en el festival “En Úbeda se Cuenta”, punto de encuentro de narradores de todo el mundo. En 2017 fue finalista del concurso de poesía para niños y niñas “Ciudad de Orihuela”. Ha escrito e ilustrado más de una veintena de libros para niños, jóvenes y adultos.

En los textos de Nono Granero, la poesía y la tradición son una constante. Tal vez por eso no resulte extraño que a la hora de escribir En peligro de extinción, se lanzara a contar la historia como ¡un poema épico! Pero la cosa no quedó ahí: usaría formas métricas muy variadas, estilos y estructuras cambiantes en función de cada momento. Al leer recitando estos poemas nos sentimos participantes de un viaje lleno de referentes a la Literatura. 



La historia comienza con versos de arte menor, unas quintillas que presentan al protagonista del cuento, el lince Facundo. Este tipo de verso, tan musical y rítmico, resulta familiar al oído de cualquier niño, de forma consciente o inconsciente, ligado al mundo de las nanas, canciones populares, juegos infantiles; los primeros poemas oídos en la infancia: 

Siempre fue un lince mimado:
desde que nació, atendido,
vacunado, bien comido,
limpio, medido y pesado,
con un biólogo al lado.
[...]





En el segundo poema comienza la aventura. «Una noche sin luna, con extremo sigilo...» El momento es emocionante, la noche está oscura, el tiempo se ralentiza. Si fuera una película, habría música de intriga. Este ambiente misterioso se traduce en el empleo de una octava real, con versos alejandrinos, más largos y misteriosos, dejando además truncado el final para reforzar el suspense. Versos de arte mayor que nos recuerdan a antiguos poetas medievales, Gonzalo de Berceo, el Arcipreste de Hita:

Una noche sin luna, con extremo sigilo,
Facundo usó sus garras para abrir el candado.
Y aunque no veía nada, caminó con estilo
sin quejarse al chocar, por no ser escuchado.
[...]



Cuando Facundo y Adalberto se encuentran junto al río, aparece el primer diálogo del texto. Aquí la estrofa cambia: tercetos encadenados de endecasílabos, serie que se cierra añadiendo un verso al final, a la manera de la Divina Comedia; en este caso, acompañando la sorpresa final, pues Adalberto, un águila, parece sentirse algo indefensa en el aire: 

[...]
–Tengo vértigo –le confesó Adalberto–. 
Prefiero acompañarte caminando....



A lo largo de la historia, el salto de un estilo poético a otro es continuo. El encuentro con la tortuga Marina, por ejemplo, se cuenta en forma de lira: combinación de versos heptasílabos y endecasílabos, con una pauta métrica y de rima muy definida, que en efecto recuerda el sonido ondulante de una lira, con referentes literarios infinitos, desde Garcilaso de la Vega a Fray Luis de León o San Juan de la Cruz:  

[...]
–Montaos sobre mí;
busquemos un sitio en que el ser humano
no se comporte así.
Algo, aunque sea lejano,
hallaremos a salvo de sus manos.



Un último ejemplo. Casi al final de la historia hay un poema muy sencillo, pero a la vez intenso, escrito con coplas de pie quebrado, a la manera del lamento de Jorge Manrique ante el destino. Allí Nono Granero tiene la gracia de unir la decepción del fracaso con ese sentido del humor tan propio suyo: 

La atmósfera atravesamos
mientras pensamos lo mismo:
—¡Qué guarrada!
¿Tanto que nos esforzamos,
tanto hacer astroturismo,
para nada?


En peligro de extinción mezcla formas poéticas de la tradición culta y popular. Todas ellas, como el color, el trazo o la línea en una pintura, contribuyen a dar cuerpo a la historia que se está contando, apoyar un ritmo, una sensación, un ambiente. 

No vamos a destripar aquí el libro completo, donde además de las formas citadas hay sonetos, romances y no solo eso: también naves espaciales, animales en peligro, planetas desconocidos, agujeros negros, dinosaurios, gafas de sol ¡de las de espejo!, aventura, acción y emoción a raudales. En definitiva, una historia para niños escrita en verso, un género que ha sido usado para contar cuentos desde tiempos inmemoriales. 

Alguno se preguntará ¿y qué le importa a un niño que un verso tenga ocho sílabas o catorce, que un romance no sea igual que un soneto, o una rima funcione así o asá? No cabe duda de que el niño capta en el ritmo, la musicalidad, el lenguaje de la poesía, un lugar en el cual se siente a gusto, como en casa. Los niños y las niñas, sencillamente, comprenden. Por eso vale la pena poner la poesía a su alcance, a cualquier edad. 

En peligro de extinción es una historia de ciencia ficción, escrita e ilustrada por Nono Granero, con múltiples capas de lectura de texto e imagen (para niños y adultos), y una variada paleta de versos que aporta riqueza y musicalidad, ampliando horizontes y sensaciones mientras enriquece la experiencia estética que propone el álbum a quienes se aventuren a viajar en él.



martes, 3 de noviembre de 2020

Marie Curie: Notas de la ilustradora

«Una biografía sabia, vibrante de emociones, que cuenta los hechos históricos de la vida de la científica Marie Curie, en una narrativa íntima, personal y pública […] Este libro fusiona magistralmente la historia del arte con la de la ciencia», así reseña el veredicto del Premio Bologna Ragazzi 2020 el libro escrito por Irène Cohen-Janca e ilustrado por Claudia Palmarucci: Marie Curie, en el país de la ciencia.


Ilustrar un álbum que narra la vida de un personaje de la historia conlleva un trabajo de investigación minucioso, una búsqueda de numerosas referencias para lograr el ambiente y el estilo deseados. Compartimos algunas de las notas incluidas en Marie Curie, en el país de la ciencia, sobre el proceso de Claudia Palmarucci para recrear en ilustraciones la vida de esta importante científica.


Claudia Palmarucci, nació en Tolentino, Italia, en 1985. Hizo estudios de arte en la Academia de Bellas Artes de Macerata donde ahora enseña. Ha estudiado con grandes ilustradores como Vitali Konstantinov y Maurizio Quarello. En 2009 cursó el máster Ars in Fabula. En 2011 fue seleccionada en Illustr’arte y en el prestigioso CJ Picture Book Award.


Página 7


Esta ilustración, caracterizada por un cierto hieratismo y estatismo, nace del deseo de evocar visualmente un tema tradicional de la iconografía cristiana: la Virgen y el Niño. Específicamente, una imagen propia de la tradición medieval bizantina: la Virgen Negra de Czestochowa. Como cuenta Susan Quinn (Marie Curie. Una vita, Bollati Boringhieri, 2013, pág. 17), en la Polonia del siglo XIX el nombre de María estaba estrechamente ligado a la causa nacional. De hecho, se decía que la Virgen Negra de Czestochowa había ayudado a Polonia en 1655, ahuyentando a los invasores suecos. La misma Maria Salomea Skłodowska, a quien conocemos como Marie Curie, debe su nombre al ardor patriótico de sus padres: para ellos no era un nombre de la Virgen sin más, como observaba su padre, Władysław, era el de la «patrona [...] de nuestra tierra». 



Página 51

En el año de su descubrimiento, se hacía propaganda del radio como si fuera el remedio a cualquier enfermedad. Radio en los dentífricos, en las cremas, radio para curar el cáncer, para el lupus y para cualquier problema. De hecho, todavía no se conocían los efectos mutagénicos que podía causar una exposición continuada a las radiaciones, si bien Pierre ya había intuido el peligroso potencial tóxico del elemento, tanto así que habló de ello en el discurso de entrega del Nobel. El descubrimiento fue rápidamente aprovechado en las estrategias publicitarias de muchas industrias. La marca de cosmética Tho Radia, por ejemplo, lanzó una crema «a base de torio y radio», presentada como fórmula de un tal doctor Alfred Curie, homónimo pero desconocido entre los científicos. Mi imagen es una representación de aquel cartel. Añadí dos probetas que contienen agua helada, que se evapora creando una especie de hongo atómico, porque en aquellos años Pierre publicó un artículo que revelaba un descubrimiento del todo sorprendente: un solo gramo de radio bastaba para llevar a ebullición un gramo de agua helada en una hora. Un historiador de la ciencia vio en este descubrimiento «la primera aparición, en la trayectoria humana, de la energía atómica bajo el concepto familiar de calor» (Susan Quinn, pág. 225).


Página 58


Imagen inspirada en la obra de Winslow Homer, Blackboard (1877).



Página 72


Paul Langevin era un científico apasionado y brillante que vivía con su esposa Jeanne Langevin una relación conyugal tumultuosa, llena de chantajes y peleas incendiarias. La figura colérica y chillona que representé abajo, a la derecha, está inspirada en un detalle de la obra de Agnolo Bronzino, Alegoría del triunfo de Venus, (c. 1540-1545), óleo sobre tabla hoy conservado en la National Gallery de Londres. En la pintura de Bronzino se puede observar, a la izquierda, la misma figura que grita llevándose las manos a la cabeza. Se supone que esa mujer podría ser la personificación de los celos y la desesperación.

Página 72

Intenté trasladar a imágenes un momento que caracteriza la enorme aportación que ofreció Marie a Francia durante la Primera Guerra Mundial. Más allá de ocuparse de la instalación de aparatos radiográficos, Marie desarrolló cursos de principios técnicos de radiología, la llamada escuela para manipulatrices. Mujeres de diversas procedencias sociales participaron en intensas semanas de adiestramiento hasta adquirir habilidades para operar y mantener en funcionamiento los instrumentos radiológicos. Su hija Irène, que tenía solo dieciocho años, trabajó siempre junto a su madre, y también ella llegó a ser profesora en esta escuela.



Esta es solo una parte de las observaciones ligadas a las imágenes. Es realmente difícil indicar por completo la cantidad de material visto durante estos meses, sin el cual habría sido muy complicado acercarse a la vida de la científica. De modo particular, fue indispensable la cuidada biografía escrita por Susan Quinn, Marie Curie. Una vita (Bollati Boringhieri, 2013). También fue de gran ayuda la biografía que Ève Curie escribió a solo cuatro años de la muerte de su madre, Vita della signora Curie (Mondadori, 1938) y la autobiografía de la propia científica, Autobiografia (Castelvecchi, 2017). Para ahondar en cuestiones más específicas a nivel histórico, cultural y científico fue también esencial el material disponible en línea, en particular la cantidad de datos gentilmente cedidos para su uso en la web del Musée Curie. Finalmente, para recrear los lugares y las atmósferas de la densísima vida de la científica, me ayudó un gran número de películas y documentales dedicados a ella más o menos recientes.
 




martes, 27 de octubre de 2020

Los distintos: proceso de ilustración

Los distintos es el segundo título ilustrado por Eva Sánchez Gómez para Ediciones Ekaré. Las memorias de los protagonistas del libro, Socorro y Paquito, le evocaron vivencias de su propia familia, así como las de tantos niños y adultos que vivieron la guerra civil en España. Al ilustrarlo recordaba su infancia en Puigcerdà, junto a esa línea imaginaria llamada «frontera», imperceptible para cualquier niño, donde ella podía jugar con su hermano a las cabañas y tener un pie en cada lado, sintiendo que pisaban en todo momento la misma tierra. 

Eva Sánchez Gómez nació en Puigcerdà, Girona, en 1986. Estudió Bellas Artes en la Universidad de Barcelona e ilustración en la Escola de la Dona. Con más de una treintena de libros publicados en diferentes países, ha recibido el CCEI de Ilustración Isabel Niño y el Letteratura Ragazzi di Cento y ha sido seleccionada como parte del Catálogo Iberoamericano de Ilustración SM, la Bienal de Bratislava y en la lista White Ravens 2020.

Compartimos algunos bocetos, pruebas y anécdotas del proceso de ilustración y edición de Los distintos.


Los primeros bocetos fueron hechos en carboncillo sobre papel kraft como una aproximación a los personajes: el padre de Socorritos y Paquito, Socorritos y las monjas de su colegio, la cajita que guardaría recuerdos a lo largo del libro y Paquito jugando con sus aviones.


A partir de este primer storyboard se incluyeron algunas escenas adicionales para mejorar el ritmo de la historia y marcar un antes y un después en el tiempo. 


Boceto primera doble página:

Primera prueba de color utilizando pasteles:

Ilustración final con toques de pasteles fluorescentes:
De la intención de acompañar el curso de la historia con el color, surgió la idea de utilizar una paleta fría con azules, verdes y amarillos al principio del libro, que a partir del momento del viaje central, haría una transición hacia una paleta más cálida con tonos de rosa y naranja. 

En algunos casos, se hicieron varias pruebas de la misma escena en bocetos hasta llegar a la más adecuada para la doble página.

«Frené en seco cuando vi que mi padre estaba muy serio, de pie, junto a una maleta. Me llamó Paco, no Paquito, que es como me llama todo el mundo. Me dijo que se tenía que ir de España. Que, a partir de ese momento, yo era el hombre de la casa y que tenía que cuidar de mi madre y de mi hermana. Sentí miedo. Quise llorar. Yo solo tenía nueve años. Pero me quedé mudo. Y no lloré. No pude. Él siempre me había dicho que los hombres no lloran y eso había pasado a ser yo: un hombre. 

Desde la ventana vi a mi padre salir del edificio con su maleta. En la calle lo esperaban dos guardias de asalto. Estaba comenzando a nevar. Me quedé allí, viendo como mi padre caminaba por la acera, hasta que dobló la esquina y no pude verlo más. Solo entonces me di cuenta de que todavía tenía el avión en mi mano. Lo miré sin saber qué hacer con él. Solo los niños juegan a pilotear avioncitos de plomo, pensé. Y yo, según me acababa de decir mi padre, ya no era un niño».


 

Se incluyó una página sin texto, con una imagen que hace referencia al momento del viaje, una transición hacia la nueva paleta de color y hacia la vida en un país desconocido:


Aquí algunos fragmentos de imágenes de referencia que inspiraron las ilustraciones finales del libro:




Bocetos y propuestas para la portada del libro:

Prueba portada 1 · Prueba portada 2 

Portada final con lomo de tela

jueves, 15 de octubre de 2020

Los distintos: un viaje literario de ida y vuelta

Mónica Montañés nos cuenta en estas líneas, cuajadas de anécdotas y sentimiento, cómo surgió la idea de escribir “Los distintos”, un relato basado en la infancia de su padre y su tía, y dedicado a todas aquellas personas que se han visto obligadas a meter su vida en una maleta y empezar de nuevo en otro lugar.

Mi historia con este libro está llena de magia. 

Podríamos decir que todo comenzó en el 2016, en una ciudad venezolana llamada Valencia. Yo entonces vivía en Caracas, pero fui a Valencia a acompañar a mi tía Amparo a la Feria del libro donde iba a ser homenajeada por su larga trayectoria como bibliotecóloga. Como sobrina, escritora y lectora, tuve el honor de formar parte de ese homenaje pues me encargaron hablar de mi tía como mujer, como persona, contar quién era ella fuera del universo de las bibliotecas. El encargo me resultó delicioso no solo porque es una mujer a la que quiero y admiro muchísimo, sino porque daba la casualidad de que yo estaba en ese momento escribiendo un libro íntimo sobre mis abuelos, mi papá y mi tía. Tenía mucho que contar sobre ella. 


En esa feria coincidí con Pancha Mayobre, quien me escuchó hablar sobre todo lo que le había tocado vivir a mi tía siendo niña: la guerra y la postguerra en su país natal, tener que ir a un colegio de monjas, en la España franquista, siendo la hija de un “rojo”, dejarlo todo y tener que emigrar junto a su familia a vivir a un país ajeno. Pancha me propuso que escribiera un cuento sobre eso. Presentía que las historias de la pequeña Amparito podían resultar muy atractivas y actuales para otros niños y niñas que hoy en día estaban teniendo que atravesar por circunstancias parecidas. 



El proyecto me pareció maravilloso. Yo siempre había querido escribir algo para Ekaré pues casi todos los libros favoritos de mis hijos, esos que les leía antes de dormir, eran de esta editorial. Pero, además, ya mis niños y los de Pancha se habían tenido que despedir de tantos amigos que se iban de Venezuela con sus familias a vivir a otros países. Me parecía fantástico, importante, poder contarles sobre una niña de su misma edad que había tenido que emprender el mismo viaje, pero a la inversa. Hablarles de otra época en la que miles de familias como las suyas se habían ido de Europa para Venezuela donde encontraron las condiciones idóneas para establecerse y empezar de nuevo. Que el cuento de la pequeña Amparito pudiera servir para entender que no hay países mejores que otros, solo circunstancias, que la vida te puede cambiar de pronto y se sobrevive.  


Entusiasmada, no más regresar de la feria, me senté a escribir. Y así, escribiendo, empecé a escuchar no solo la voz de mi tía sino también la de mi papá. Eran hermanos, se llevaban apenas dos años, les tocó vivir lo mismo. Sin embargo, cuando yo les había pedido que me contaran sus infancias, sus cuentos eran muy distintos. Recordaban cosas diferentes. Vivían juntos, pero las cosas que le habían llamado la atención a uno al otro no le importaban o ni se había fijado en eso. 


Esta diversidad de opiniones, recuerdos y anécdotas sobre un mismo hecho me resultaba fantástica como escritora. Me brindaba la posibilidad de escribir su cuento desde distintos ángulos, enriqueciéndolo. Fue así como surgió la idea de escribir “Los distintos” con dos protagonistas: Paquito y Socorritos, y que cada capítulo estuviera narrado en primera persona por uno de ellos. La idea me gustó porque significaba un reto para mí. Hice una suerte de bosquejo de estructura para no perderme en el camino de estas dos voces y comencé a escribir este libro. 




Podríamos decir que esto ocurrió así. Pero también podríamos decir que este libro comenzó a escribirse hace poco menos de un siglo en otra ciudad llamada Valencia, pero que no queda en Venezuela sino en España. Allí vivían dos niños: Pepito y Amparito, cuando estalló la Guerra Civil y la vida les cambió por completo. Dos niños que crecieron y fueron al colegio durante la guerra y la postguerra, que eran muy distintos entre sí y también a sus compañeros de escuela porque sus padres pertenecían al bando que perdió, que un buen día tuvieron que emigrar junto a su madre y su abuela a un país del que nunca habían oído hablar y donde muchos años más tarde se convirtieron en mi papá y mi tía. Si todo esto no hubiera ocurrido, así como ocurrió, este libro no existiría. O si no me lo hubieran contado. O si Pancha y yo no hubiéramos coincidido ese mismo día en la otra Valencia… 


Me resultan mágicas las coincidencias en los nombres de las ciudades donde todo esto comenzó, así como tantas otras cosas que siguieron ocurriendo ligadas a este libro. Porque yo lo escribí y se lo entregué a Pancha en Caracas, y lo leyeron mis hijos y los suyos, que fueron algo así como el primer comité de lectores que lo aprobó, y arrancó el proceso lógico de aprobación en Ekaré. Y todo esto pasó cuando ni a Pancha ni a mí se nos había cruzado por la cabeza la idea que tendríamos que vivir junto con nuestros hijos algo parecido a lo que cuenta el libro. Pero así fue. Mientras la vida del libro seguía su curso en la editorial, las dos tuvimos que emigrar de Venezuela. Primero me vine yo a España, con mis dos hijos y mi madre, así como hace más de 70 años se fue a Venezuela mi abuela con sus dos hijos y su madre. Luego emigró Pancha con su familia a Nueva York.


Yo llegué a Madrid en diciembre del 2017, con lo que me cupo en la única maleta que me permitió la aerolínea, dejando atrás mi casa, mi ciudad, mi país, mi vida y mis certezas. El miedo que me había hecho irme de allá se vino conmigo y se transformó en pregunta: ¿y ahora qué? No tenía respuestas. Para no caer en la tentación de sentarme en una acera a llorar me aferré a la idea de que si mi abuela había pasado por lo mismo y había logrado sobrevivir yo también lo lograría. Y la otra rama de la que me agarré para no derrumbarme fue la ilusión de que en algún momento cercano se editaría mi libro “Los distintos”. Eso me permitía pensar que, aunque yo estuviera ganándome la vida haciendo cualquier otra cosa, seguía siendo lo que más me gusta ser: escritora. Una escritora con un libro en camino. Fue mágico porque cada vez que estaba a punto de desmoronarme, Pancha o Irene me comunicaban alguna novedad fantástica sobre “Los distintos”. Como si me intuyeran. A ellas se sumaron tres magas más: Merce, la editora, Alejandra, la directora de arte, y Eva, la ilustradora y coautora de esta aventura. Cinco mujeres increíbles, dueñas de un talento extraordinario, que encima riegan con una capacidad de trabajo, una pasión por lo que hacen y un cariño hacia mí que espero que algún día la vida me permita retribuirles de alguna manera. No sé si ellas saben, si he logrado transmitirles cuánto me fascinan y me conmueven cada una de las ilustraciones del libro, lo mucho que me maravilla el trabajo, el cuidado, el esmero que han puesto en hacer que “Los distintos” haya quedado como quedó. Lo que todo esto significa para mí. Lo feliz que estoy. 



Y, como si le faltara magia a mi historia mágica con “Los distintos”, resulta que el libro se edita en el mismo país en el que nacieron mis personajes, del que se tuvieron que ir y al que yo he tenido que venirme a vivir poco menos de un siglo después. 





jueves, 1 de octubre de 2020

En peligro de extinción: una epopeya editorial

Cuando Nono Granero nos propuso hacer una epopeya en verso protagonizada por animales que están hartos de la Tierra, el proyecto nos pareció, por decir poco, inusual. Sin embargo, la decisión de publicarlo fue inmediata; después de leerlo en voz alta a la hora del café en la editorial, quedamos fascinados. Tenía un humor deslumbrante, ritmo, gracia y sobre todo, originalidad: una obra de ciencia ficción contada en formas poéticas clásicas.

Trabajar el proceso fue un gusto. Nono hizo una importante investigación científica y sus ilustraciones esconden guiños a obras como 2001: Odisea en el Espacio o The Shawshank Redemption. A continuación, compartimos algunos momentos del proceso de edición.

Este es uno de los storyboard que realizó Nono cuando aún se debatían posibles finales.




Primera "foto de grupo" de los protagonistas, incluyendo a Ángel y su ingeniosa escafandra. En este vídeo, Nono comparte detalles y bocetos de su búsqueda de personaje.   

























































Dos ejemplos de proceso con maqueta, boceto y doble página final.

Bocetos de posibles portadas y versión final para imprenta. Nono quiso hacer algo cinematográfico, un poco como las películas de héroes del espacio y de ciencia ficción. 



"Disculpad que me meta en la conversación.
Soy un tiburón: Ángel. Os oí sin querer.
También estoy a punto de desaparecer
y creo que podría tener la solución.

Hace unos días, nadando entre un mar de basura,
me sorprendió una voz que hablaba muy despacio.
Una radio informaba de viajes al espacio...
¿Y si probamos suerte corriendo esta aventura?".


jueves, 9 de julio de 2020

El contador de cuentos: Realidades que se cruzan

A diez años de la publicación de El contador de cuentos, compartimos reflexiones y decisiones de Alba Marina Rivera durante el proceso de ilustración tal como fueron recogidas por Irene Savino (directora de arte de Ediciones Ekaré) para la revista especializada L'album factice. revue europeenne d'illustration.

El contador de cuentos es una historia que transcurre en el compartimiento de un vagón de tren. Es una tarde calurosa. Un hombre lee la prensa y una señora con sus tres sobrinos de corta edad comparten el espacio, pero son los niños quienes lo ocupan "con rotundidad". Para apaciguarlos, la señora decide contarles un cuento.

El cuento, lleno de lugares comunes, recurre de nuevo al tópico de una niña muy buena a la que todos querían y ayudaban gracias a su bondad y virtud. Debido al poco éxito del intento –los niños rápidamente dejan de prestar atención y vuelven a molestar al hombre con sus comentarios e intranquilidad– el viajero decide contarles otro cuento diferente: "Érase una vez" empezó el hombre, "una niñita llamada Bertha, que era extraordinariamente buena". Los niños, rápidos en su decepción, pronto cambian de idea cuando el narrador hace un ajuste: "... horriblemente buena". Este calificativo, muy diferente a lo que oían de boca de su tía, cautiva la atención infantil.

Bertha, debido a su extrema bondad, es premiada con una visita al parque del príncipe al que muy pocos podían acceder. Mientras pasea, la niña se da cuenta de que en el jardín hay una presencia extraña: un lobo del que logra escapar al esconderse entre los perfumados arrayanes. Oculta, la niña tiembla de miedo y con ella tiemblan las tres medallas que luce como galardones –una a la obediencia, otra a la puntualidad y la tercera al buen comportamiento–. El lobo escucha el tintineo, salta sobre la niña y la devora hasta el último bocado. 

Este "inapropiado" final es celebrado por los niños: "Es el cuento más bonito que he oído en mi vida". Y todo esto sucede ante el horror de la tía que le reclama al viajero: "Acaba de echar a perder usted años de esmerada educación".   

Alba Marina Rivera asume a conciencia el riesgo de recrear esta historia. 
"Me sentí muy atraída por el cuento y el escritor desde buen comienzo, admirando no solo su increíble eficacia y economía de medios, sino sobre todo su afilado sentido del humor e ironía [...] un delicado equilibrio entre lo cruel y lo sarcástico. Enfrentar la creación de imágenes que de alguna manera reflejaran estas características era un reto interesante. El mismo hecho de escoger el formato álbum ilustrado, típicamente dedicado a los niños, para una historia que en principio no está escrita para niños y que tiene un tono nada didáctico y algo políticamente incorrecto, me parece un gesto irónico en sí mismo".   
El libro se presenta en un estuche troquelado, con un formato exageradamente apaisado que recuerda un vagón: un inusual aspecto exterior que al abrir genera el efecto cinético de un tren en movimiento. 



Las decisiones estilísticas que tomó Alba Marina Rivera para abordar las imágenes están estrechamente ligadas a la estructura de esta obra de Saki, compuesta por un cuento dentro del cuento. Una historia de naturaleza más realista incluye a otra que se mueve en lo fantástico. Resaltando esa doble naturaleza, la ilustradora situó la primera historia en un marco estético que refleja la época en que vivió Saki, acercándose a un registro de lo real por medio del dibujo detallado. Dado lo fantasioso de la segunda parte de El contador de cuentos, la historia contada por el contador es recreada con mayor libertad,  mediante composiciones más planas sobre texturas decorativas. Alba Marina Rivera explica esta decisión de la siguiente manera: 

“Para resolver esta encrucijada, decidí ubicar la historia I en un ambiente realista, tridimensional, de la Inglaterra del 1900, con leyes espaciales como la perspectiva cónica y la aérea. Busqué información sobre los trenes, vestuario, objetos y paisajes de la época. La historia II (la de Bertha) decidí contarla usando como base los motivos decorativos de las tapicerías y tejidos del espacio I, casi como si ocurrieran dentro de estos motivos, utilizándolos a veces como fondo, a veces como forma, para crear un mundo fantástico que espacialmente se ubica dentro del mundo 'real', como es la propia estructura del cuento dentro de otro cuento". 
ESCENA HISTORIA I
ESCENA HISTORIA II






El trabajo de los personajes también estuvo cuidadosamente estudiado. Alba Marina se basó en imágenes de Saki para la caracterización del protagonista, por encontrar resonancias entre éste y su personaje de ficción hasta en la circunstancia de su soltería, poco usual para su época y condición social. La tía, de rasgos angulosos y afilados, contrasta con la redondez de los tres sobrinos. Lo recto y rígido, sinónimo de aburrido, en contraposición a lo ondulado y flexible, sinónimo de lúdico. En cambio, existe una relación directa entre el tratamiento de la tía y la niña "horriblemente buena", ambas construidas con la misma rigidez. Un lazo de color magenta que la tía lleva en el sombrero y la niña en la cabeza evidencia la afinidad de estos dos personajes, indicando que comparten una manera similar de entender el mundo.

Las ilustraciones están dibujadas con lápiz de grafito y algunos toques en lápices de colores sobre las texturas de William Morris transferidas al papel (se transfiere la tinta de una fotocopia a otra superficie usando disolvente). 
"Haciendo transfers de los motivos de los tejidos conseguí generar un ambiente más irreal para el mundo fantástico de la historia II. Técnicamente decidí diferenciar ambos espacios. En el mundo de la historia I dibujaba primero los elementos como quería y después transfería los motivos de los tejidos en zonas muy controladas. En el mundo de la historia II, lo hice al revés: primero realizaba el transfer y después creaba los elementos de la escena".

ESCENA HISTORIA I






ESCENA HISTORIA II

Este atrevimiento llegó a buen puerto y fue destacado por las palabras del jurado en el enunciado del Premio New Horizons 2009:

“La ilustradora se muestra libre de inhibiciones, incertidumbres, miedos o dudas. Al contrario, prefiere retratar con maestría las múltiples emociones de la historia: la ironía, el aburrimiento, la perplejidad, el disgusto y la expectativa, capturando así, y con gran claridad visual, la atmósfera que reina dentro del vagón del tren. Pues esta escena representa un choque entre dos paradigmas educativos, dos opiniones y, quizás, dos formas de concebir el mundo. Un estuche innovador y elegante completa esta presentación visual que nos deleita”.


domingo, 31 de mayo de 2020

Madre Medusa: un mito sobre el aprendizaje de una madre

Clara Berenguer es Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Valencia con una tesis doctoral sobre la ilustración infantil valenciana. Desde 2014 es profesora del Diplomado de Cultura, Lectura y Literatura para Niños y Jóvenes de la Universidad de Valencia y en septiembre de 2016 obtuvo el XV Premio Aurora Díaz-Plaja de crítica y estudio de la literatura infantil catalana. En su reseña nos habla de los aprendizajes de Medusa, la enigmática protagonista del ábum de Kitty Crowther.

La reseña original en catalán pueden leerla en el blog de Llibreria Il·lustrada, aquí



De pequeña, cuando imaginaba cómo sería mi vida de mayor, me gustaba pensar que a los treinta, una edad que entonces consideraba ya como suficientemente adulta, sería madre de al menos una o dos criaturas. Pero, pasada la treintena, y por diferentes circunstancias que ahora no vienen al caso, aquella inocente proyección infantil parece estar todavía bastante alejada de materializarse y, de momento, por tanto, me he de conformar con pasar todo el tiempo que puedo con los hijos de mis amigas. Que algunas tienen hasta por partida doble. Esta experiencia con la maternidad vivida en segunda persona me permite observar, desde la distancia, los distintos comportamientos maternales y las infinitas posibilidades de crianza que hay, por lo que puedo comprobar, y que en algún momento espero poner en práctica. 

Parece que estas cavilaciones alrededor de la crianza y la educación de los niños son cuestiones que también se plantea la escritora e ilustradora Kitty Crowther, quien reflexiona sobre la maternidad y las actitudes tan diferentes y personales de enfrentar la difícil tarea de ser madre en Madre Medusa, entre otros asuntos. 
Así, para que sea como es debido, esta historia comienza con un parto, el de Anacarada (Irisada en Mare Medusa, la versión en catalán) que asoma la cabeza entre las piernas de su madre gracias a la colaboración de dos comadronas peculiares que ayudan al nacimiento de la hija de Medusa, un ser extraño y enigmático que se oculta detrás de unos cabellos larguísimos que incluso se mueven como una extremidad más. Medusa es, por tanto, una madre especial y Crowther no lo disimula sino que lo evidencia exageradamente.

De hecho, esta madre Medusa parece descender directamente de la mitología griega y de las teorías del botánico sueco Linneo quien denominó a estos animales marinos con este nombre porque sus tentáculos hacían pensar, efectivamente, en aquellas tres gorgonas que los mitos antiguos describen como monstruos femeninos de cabellos formados por serpientes venenosas que petrificaban a quienes las mirasen. Precisamente, Medusa es de una belleza que cautiva, como también lo son las medusas, pero es, a la vez, un personaje que espanta, una mujer estrambótica que vive encerrada en su propio cabello, tan largo que parece tener vida propia y que se mantiene alejada y distante del resto del mundo. Solamente Anacarada puede acercársele y es solo con ella que se muestra como de verdad es, afectuosa y dulce, pero, sobre todo, temerosa, porque no quiere que le pase nada malo; es por esto que la envuelve, la mima de manera tierna y constante con sus cabellos sin apenas separarse de ella y sin ninguna pretensión de compartirla con nadie. Y esta no es la opción más acertada.

Para ilustrar este relato metafórico sobre el amor maternal y el instinto absoluto de protección, Kitty Crowther es fiel a los lápices de colores, a su peculiar personalidad estética y a la presencia de imágenes atrevidas, descaradas y subversivas para reforzar visualmente el texto. Este libro es también una especie de homenaje a los considerados diferentes del resto, raros o extraños y quién mejor que Crowther, una autora que despierta cierta controversia, para ejemplificarlo en forma de libro álbum. De esta manera, toda una serie de crustáceos, cangrejos, anémonas de mar, conchas, esponjas, flores y cualquier tipo de pájaros y otros animales aparecen junto a las dos protagonistas como una alegre decoración en imágenes de playas y otros paisajes naturales donde la fantasía y la imaginación enaltecen la delicadeza de los detalles y el onírico universo gráfico con reminiscencias de la pintura expresionista refuerza el tono mágico de la narración. 


En resumidas cuentas, el ansia protectora de Medusa se convierte en una barrera que aísla a Anacarada del mundo exterior, tan lleno de cosas maravillosas que descubrir y, a pesar de que puede hacer cualquier cosa con los cabellos, como protegerla, levantarla, transportarla, alimentarla, guiarla y hasta enseñarle a leer y escribir, no puede ofrecer a su hija la libertad de relacionarse con otros niños. 

Finalmente, Medusa claudica y lleva a Anacarada a la escuela para sacarla del aislamiento social al que la había condenado y hasta se corta el cabello, consciente de la rareza que espanta a los compañeros de la niña cuando la va recoger a la salida. Pero este gesto no se debe entender como una renuncia ya que el cabello con el tiempo volverá a crecer. Y, ahora que lo pienso, conozco muchas madres que se han tenido que cortar el cabello para dejárselo crecer una vez que han aprendido a ser la madre que realmente tenían que ser.