Detrás de todo libro se esconde un proceso editorial lleno de vicisitudes y Al sur de la Alameda no se escapa de ello. Por el contrario, es un libro repleto de hazañas que no dejan de sorprendernos: el trabajo con el manuscrito, la elección del ilustrador, el papel, el formato y hasta el empaque. Conversamos con Sara Rodríguez, una de las editoras, para conocer un poco más acerca de la edición de esta extraordinaria propuesta.
Izquierda y derecha: Sara Rodríguez y Verónica Uribe, editoras de Al sur de la Alameda. Centro: Lola Larra, autora. Ekaré Sur. |
La idea original de la novela surgió en el 2006 cuando Lola asistió a una de las tomas que tuvieron lugar durante la Revolución Pingüina en Santiago de Chile. Después de haber vivido esa experiencia, Lola escribió una carta a uno de sus amigos más cercanos en Madrid (y en el que se inspiró para crear uno de los personajes más nobles de la novela), contándole todo lo que había presenciado. Y en ese momento decidió comenzar a escribir la historia de Nicolás. El proceso continuó y tomó un nuevo vuelo cuando en el 2008 Lola postuló a un fondo para la creación del libro. En la formación de la historia se dio cuenta de que le faltaba algo. Sin haberla terminado nos la presentó en el 2010 y comenzó un nuevo proceso. Creo que ella hace mención al "rescate" porque quizás se aceleró el proceso que ella ya llevaba gestando e hilando maravillosamente desde tiempo atrás. Una historia que nos cautivó y que era a la vez tan contingente, que un año después los estudiantes universitarios en Chile volvieron a revolucionar el país pidiendo una educación de calidad. Algunos de sus dirigentes son al día de hoy los diputados más jóvenes del Congreso Nacional Chileno.
¿En qué momento deciden incorporar al ilustrador Vicente Reinamontes? ¿Hubo una búsqueda previa de posibles ilustradores o la decisión devino obvia?
Después de haber leído con Lola el manuscrito y haber concordado en que le faltaba algo a la historia, Lola propuso escribir una segunda voz protagonista: un testigo misterioso en un edificio aledaño al colegio que tuviera una visión privilegiada de lo que ocurría dentro del recinto estudiantil. La idea era que esa segunda voz fuera narrada desde la visualidad con unas imágenes potentes. La búsqueda del ilustrador fue larga. No dábamos con alguien que nos convenciera, hasta que vi una imagen que acompañaba un artículo sobre Educación 2020, una fundación sin fines de lucro, originada por un movimiento ciudadano, que busca la calidad y la equidad en la educación chilena. La imagen del artículo era muy potente. Unos niños uniformados jugando al “Cachipún”, un juego tradicional que en otros lugares se conoce como “Piedra, papel o tijera” y con el cual Vicente quería aludir a la suerte de tener acceso a una educación de calidad siempre que hayas nacido en un estrato socioeconómico que se lo pueda permitir. Me encantó y busqué más trabajos suyos. Cuando vi lo que hacía, comprobé que no era un ilustrador al uso, sino un artista emergente sofisticado y con un discurso propio muy fuerte. Su vertiente activista y su habilidad como diseñador conformaban un pack muy completo. Cuando ya le conocimos e intuimos que por su edad había sido uno de los pingüinos, el éxtasis fue mayor. Eso y que con Lola tuvo una conexión inmediata.
El diseño, el formato, la maquetación y la diagramación del libro están compenetrados de una manera muy armónica. ¿Cómo se tomaron esas decisiones?
Iván Larraguibel, nuestro director de arte, fue quien consiguió que todos los detalles generaran un todo armonioso. Somos conscientes de que había muchos factores que hacían de este libro una propuesta diferente, pero Iván se arriesgó en sus propuestas, ofreciendo muchas novedades en lo que veníamos haciendo. La portada con la solapa al revés, los troquelados, la elección del color azul para el fondo del texto... etc. Él fue el mago que hizo que todo lo que pudiera parecer exagerado, adquiriera una armonía global.
¿Por qué escogieron esa paleta de colores? ¿Tiene algo que ver con la estética de los antiguos lentes para ver en 3D? En el libro se utilizan dos colores para diferenciar las voces, ¿cómo se les ocurrió hacer esto?
La elección de los dos colores fue una decisión de Vicente. En las primeras pruebas de personajes, Vicente probó con otros colores como el rosa, naranja, verde y azul. Como el número de ilustraciones que tenía que hacer era más bien elevado, (contabilizamos de manera preliminar entre setenta y cien), Iván sugirió que lo más práctico era elaborar un storyboard para definir y aprobar las imágenes que luego Vicente debería trabajar hasta el arte final. En ese storyboard Vicente empezó a jugar con los rojos y azules, colores que fueron definiendo los ambientes diferenciados de la toma y el hogar del personaje misterioso de forma más acuciante, a medida que iba realizando más y más ilustraciones, a una velocidad de vértigo, por cierto. Una de las imágenes del libro, la de los siete husky siberianos, efectivamente tiene la estética puntual de las antiguas imágenes de 3D. Quizás en una reedición acompañemos el libro con unas gafitas que permitan nuevas lecturas secretas del libro.
Se ha dicho que Al sur de la Alameda es una
novela “híbrida”. ¿Por qué el uso de este término, a qué se refiere? ¿Bajo qué género
la catalogan sus editoras?
La verdad es que el tema de los términos es un poco confuso y además lía mucho a los lectores. Para simplificarlo, el nuevo concepto de novela híbrida se refiere a un tipo de novela que mediante la integración del componente visual en el texto, aunando diferentes códigos de la fotografía, el cine, diseño...etc, se propone formas de lectura diferentes a las convencionales. Algunos de los primeros ejemplos de novela que empezaron a ser denominadas como novelas híbridas son Extremely loud, incredibly close (Tan fuerte, tan cerca) de Jonathan Safran y La invención de Hugo Cabret de Brian Selznick, ambos referentes para el imaginario de Al Sur de la Alameda. Quizás otro rasgo que el término híbrido comparte con la novela gráfica, en cuanto al contenido, es que los protagonistas no son héroes tradicionales, como sí lo eran antiguamente los héroes típicos del cómic; estos pasan más desapercibidos al comienzo, tienen sus propias miserias. Además, la historia es autoconclusiva y hace algunos guiños a la metaliteratura y la intertextualidad. No sé si esto aclara o lía más. El caso es que ya sea que la definan los teóricos como novela gráfica o novela híbrida, todo aquel que la lea, le llegue y la disfrute.
Es inevitable, cuando tenemos el libro Al sur de la Alameda en las manos se nos viene una pregunta a la cabeza: ¿cómo esto se editó en Ekaré? Hay una ruptura en la línea editorial, cómo fue esta apuesta? ¿Esta novela abre un espectro de nuevas posibilidades para jóvenes dentro de la editorial?
Efectivamente es algo diferente a lo que se venía haciendo, pero principalmente porque incursionamos por primera vez en el mundo de la literatura juvenil. Ekaré tiene una larga tradición haciendo libros para niños desde los 0 a los 12 años y por primera vez en Ekaré Sur decidimos apuntar al público adolescente que suele ser el más descuidado en Chile. La apuesta estética de la novela también tuvo su riesgo. La línea de trabajo de Vicente, a quien considero un artista muy completo, va de la mano con algunas temáticas puntuales como la sexualidad y la política que, como él mismo dice, han calado hondo en su biografía y suelen estar de alguna manera u otra presente en sus obras. De la misma forma, Lola es una escritora muy versátil con trabajos que van desde la literatura juvenil, cuentos, novela iniciática hasta la novela erótica. Supongo que sus talentos se unieron de forma ideal para tratar temas que les preocupan a ellos y los condimentaron de forma vibrante para un lector de 14 años. Imagino que seguiremos viendo las posibilidades para los lectores de esta edad.
A pesar de que la novela está centrada en un episodio específico de la historia chilena, Al sur de la Alameda ha tenido un impacto internacional importante. ¿Sabían que esto ocurriría? De ser así, ¿qué creen que cala en otros lectores fuera de las fronteras de Ekaré Sur?
A pesar de que la novela está centrada en un episodio específico de la historia chilena, Al sur de la Alameda ha tenido un impacto internacional importante. ¿Sabían que esto ocurriría? De ser así, ¿qué creen que cala en otros lectores fuera de las fronteras de Ekaré Sur?
Al sur de la Alameda trata sobre el movimiento estudiantil acaecido en el 2006 en Chile, pero en uno de los capítulos del libro, uno de los personajes, el Gordo Mellado, realiza una clase magistral, entretenida y emotiva, repasando las principales revueltas estudiantiles de la historia: Mayo del 68, la Primavera de Praga, Tiananmen... Chile volvió a ser noticia en 2011 cuando los estudiantes universitarios volvieron a tomar las calles luchando por una educación de calidad. Desde entonces (y desde siempre) han ocurrido hechos similares como la pasada Marea Verde en España y algunos en extremo dramáticos como el asesinato de los estudiantes de Iguala en México o los de la Universidad de Garissa en Kenia. Supongo que es un tema contingente sin fronteras que llega a todos, especialmente a los jóvenes que luchan porque creen en un futuro mejor.
¿Alguna anécdota curiosa que contar sobre la edición de este libro?
Supongo que una de las cosas más divertidas fue descubrir el mundo de posibilidades que se nos abrían con las nuevas máquinas de impresión digital, barniz selectivo y troquelado... En una de las reuniones con los encargados de imprenta, nos llevaron varias opciones de cómo podría llegar a quedar la portada. No voy a decir nada. Solo incluyo una imagen: alguien se entusiasmó con la purpurina (escarcha).
Entrevista realizada por Isabella Saturno, especialista LIJ, miembro de Pez Linterna y del Comité de Evaluación del Banco del Libro.