miércoles, 8 de noviembre de 2017

Angela Lago: cuestionamientos y descubrimientos

Angela Lago (1945-2017) fue una escritora e ilustradora brasileña, autora del libro de Ediciones Ekaré, De noche en la calle. Durante algún tiempo se desempeñó como trabajadora social y, en 1972, realizó un curso de Diseño Gráfico en la Universidad de Napier en Edimburgo. Recibió numerosos reconocimientos internacionales, entre los que se destacan el premio Noma en 1986 y dos nominaciones al Premio Hans Christian Andersen en 1990 y 1994. A modo de homenaje, rescatamos un texto de la autora presentado en una feria del libro en 1995: con esto podemos acercarnos a uno de sus trabajos más emblemáticos. 


Es muy difícil teorizar cuando nuestros cuestionamientos y pequeños descubrimientos son distintos, son siempre otros, ante cada nuevo trabajo. Por eso, me permitiré contar aquí mi trayectoria personal. Ciertamente no es ninguna gran novela. Para que ustedes no se aburran mucho, la contaré de la manera más corta y sencilla posible.

A mediados de los 70 dejé mi empleo de asistente social –trabajaba en una clínica para niños con dificultades psicopedagógicas– y después de estar unos años fuera de Brasil, volví dispuesta a hacer lo que siempre he querido en la vida: contar cuentos para niños.


Pensaba que sería a través de los recuerdos de mi infancia que tendría paso a la infancia de los demás.
Empiezo a entender que la memoria es caleidoscópica. Es una invención siempre actualizada que reconstruyo de acuerdo con la óptica escogida.

Además, me pregunto si no debemos ofrecer a los niños trabajos sin visado en el pasaporte, sino, por el contrario, menos previsibles, aunque al principio quizás más difíciles de apreciar.


Fue con esta postura que, volviendo a la mesa de dibujo, intenté hacer el libro Cena de rua (De noche en la calle). En ese libro, no existe propiamente una historia. Si O Cântico dos Cânticos es un poema, éste quiere ser un reportaje, ser testigos de los niños de la calle. Opté por colores y pinceladas fuertes y no utilicé ningún detalle además de lo estrictamente necesario para referir el relato. En este libro no quiero distraer al lector.

Creo que De noche en la calle es mi mejor trabajo, a pesar de que es el menos querido por mi sobrino de seis años, con el que actualmente hago mi encuesta de opinión. La verdad es que Chiquinho tiene tal horror por este libro que a veces llego a pensar en la posibilidad de sugerir a mi hermana que lo utilice como castigo. Entretanto, Chiquinho se refiere a este trabajo más a menudo que a los otros y quiero creer que es el que más le impresionó.

En De noche en la calle solucioné mejor uno de los desafíos que más me interesa del libro de imágenes: el de la utilización de la unión central de las páginas. El diseño para el libro presupone el uso de ocho márgenes y no apenas los cuatro de una hoja sin doblar. La línea formada en el medio de dos páginas generalmente es para el ilustrador un problema a ser evitado. En este libro creo que conseguí utilizarla como un recurso para acentuar la emoción y el movimiento. O hice que coincidiese allí la esquina más lejana de una construcción en perspectiva. Cuando pasamos la hoja ese cuidado se hace sentir.



En verdad creo que las limitaciones y dificultades en el trabajo son estimulantes. Quiero aprender a confiar cada vez más en las posibilidades que ellas ofrecen, incluso en las que se abren por mis propias limitaciones y dificultades. Y también en los errores. Los errores, en los trabajos creativos, nos llevan a caminos casi siempre más interesantes que los simples aciertos.

Es, por lo menos, la más cómoda de mis convicciones. En realidad para nosotros, los que trabajamos para los niños, no hay muchas comodidades. Es que tenemos más que nadie, un compromiso con la verdad. Por eso nos cuesta, algunas veces, abandonar la dulzura por la pasión.



Texto publicado con mayor extensión en Hojas de Lectura, Nº 34, junio 1995.