domingo, 31 de mayo de 2020

Madre Medusa: un mito sobre el aprendizaje de una madre

Clara Berenguer es Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Valencia con una tesis doctoral sobre la ilustración infantil valenciana. Desde 2014 es profesora del Diplomado de Cultura, Lectura y Literatura para Niños y Jóvenes de la Universidad de Valencia y en septiembre de 2016 obtuvo el XV Premio Aurora Díaz-Plaja de crítica y estudio de la literatura infantil catalana. En su reseña nos habla de los aprendizajes de Medusa, la enigmática protagonista del ábum de Kitty Crowther.

La reseña original en catalán pueden leerla en el blog de Llibreria Il·lustrada, aquí



De pequeña, cuando imaginaba cómo sería mi vida de mayor, me gustaba pensar que a los treinta, una edad que entonces consideraba ya como suficientemente adulta, sería madre de al menos una o dos criaturas. Pero, pasada la treintena, y por diferentes circunstancias que ahora no vienen al caso, aquella inocente proyección infantil parece estar todavía bastante alejada de materializarse y, de momento, por tanto, me he de conformar con pasar todo el tiempo que puedo con los hijos de mis amigas. Que algunas tienen hasta por partida doble. Esta experiencia con la maternidad vivida en segunda persona me permite observar, desde la distancia, los distintos comportamientos maternales y las infinitas posibilidades de crianza que hay, por lo que puedo comprobar, y que en algún momento espero poner en práctica. 

Parece que estas cavilaciones alrededor de la crianza y la educación de los niños son cuestiones que también se plantea la escritora e ilustradora Kitty Crowther, quien reflexiona sobre la maternidad y las actitudes tan diferentes y personales de enfrentar la difícil tarea de ser madre en Madre Medusa, entre otros asuntos. 
Así, para que sea como es debido, esta historia comienza con un parto, el de Anacarada (Irisada en Mare Medusa, la versión en catalán) que asoma la cabeza entre las piernas de su madre gracias a la colaboración de dos comadronas peculiares que ayudan al nacimiento de la hija de Medusa, un ser extraño y enigmático que se oculta detrás de unos cabellos larguísimos que incluso se mueven como una extremidad más. Medusa es, por tanto, una madre especial y Crowther no lo disimula sino que lo evidencia exageradamente.

De hecho, esta madre Medusa parece descender directamente de la mitología griega y de las teorías del botánico sueco Linneo quien denominó a estos animales marinos con este nombre porque sus tentáculos hacían pensar, efectivamente, en aquellas tres gorgonas que los mitos antiguos describen como monstruos femeninos de cabellos formados por serpientes venenosas que petrificaban a quienes las mirasen. Precisamente, Medusa es de una belleza que cautiva, como también lo son las medusas, pero es, a la vez, un personaje que espanta, una mujer estrambótica que vive encerrada en su propio cabello, tan largo que parece tener vida propia y que se mantiene alejada y distante del resto del mundo. Solamente Anacarada puede acercársele y es solo con ella que se muestra como de verdad es, afectuosa y dulce, pero, sobre todo, temerosa, porque no quiere que le pase nada malo; es por esto que la envuelve, la mima de manera tierna y constante con sus cabellos sin apenas separarse de ella y sin ninguna pretensión de compartirla con nadie. Y esta no es la opción más acertada.

Para ilustrar este relato metafórico sobre el amor maternal y el instinto absoluto de protección, Kitty Crowther es fiel a los lápices de colores, a su peculiar personalidad estética y a la presencia de imágenes atrevidas, descaradas y subversivas para reforzar visualmente el texto. Este libro es también una especie de homenaje a los considerados diferentes del resto, raros o extraños y quién mejor que Crowther, una autora que despierta cierta controversia, para ejemplificarlo en forma de libro álbum. De esta manera, toda una serie de crustáceos, cangrejos, anémonas de mar, conchas, esponjas, flores y cualquier tipo de pájaros y otros animales aparecen junto a las dos protagonistas como una alegre decoración en imágenes de playas y otros paisajes naturales donde la fantasía y la imaginación enaltecen la delicadeza de los detalles y el onírico universo gráfico con reminiscencias de la pintura expresionista refuerza el tono mágico de la narración. 


En resumidas cuentas, el ansia protectora de Medusa se convierte en una barrera que aísla a Anacarada del mundo exterior, tan lleno de cosas maravillosas que descubrir y, a pesar de que puede hacer cualquier cosa con los cabellos, como protegerla, levantarla, transportarla, alimentarla, guiarla y hasta enseñarle a leer y escribir, no puede ofrecer a su hija la libertad de relacionarse con otros niños. 

Finalmente, Medusa claudica y lleva a Anacarada a la escuela para sacarla del aislamiento social al que la había condenado y hasta se corta el cabello, consciente de la rareza que espanta a los compañeros de la niña cuando la va recoger a la salida. Pero este gesto no se debe entender como una renuncia ya que el cabello con el tiempo volverá a crecer. Y, ahora que lo pienso, conozco muchas madres que se han tenido que cortar el cabello para dejárselo crecer una vez que han aprendido a ser la madre que realmente tenían que ser. 









domingo, 24 de mayo de 2020

Entrevista ilustrada: Ina Hristova

Ina Hristova Nació en Bulgaria en 1988. Se licenció en Historia del Arte y Pedagogía Artística de la Academia de Bellas Artes de Sofía. Posteriormente estudió Ilustración en la Escola Massana de Barcelona. Lleva Espai Brut, un estudio donde coordina talleres de ilustración y grabado. Su trabajo ha recibido el Premio Junceda Futurs Creadors y el Premio FLIC Festival de Literaturas y Arte Juvenil.



¿Qué sueñas?



¿A qué le tienes miedo?



¿Qué te hace llorar?



¿Qué cosa no te comerías nunca?



¿Cómo es el futuro?



¿A dónde vamos cuando morimos?



Si fueras un personaje de ficción,
¿cuál serías?



¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?



¿Qué ocurre cuando entras a un armario chino?



¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?


viernes, 22 de mayo de 2020

Entrevista ilustrada: Nono Granero

Nono Granero nació en Úbeda, Jaén, en 1968. Estudió Bellas Artes en la Universidad de Granada y desarrolló diversas líneas de trabajo, vinculando la narrativa y la plástica en torno al mundo de los cuentos. Hoy es escritor, ilustrador y narrador oral y ha publicado obras en España, Francia y Dinamarca. En 2017 fue finalista del concurso de poesía para niños y niñas «Ciudad de Orihuela». Algunos de sus libros han sido incluidos en listas como los White Ravens de Múnich, o la Fundación Cuatrogatos de Miami.





















miércoles, 13 de mayo de 2020

Lectura en casa: hablan los especialistas

¿Cómo iniciamos la lectura en casa con niños? Cuatro especialistas de Chile, México, España y Venezuela nos responden algunas de las preguntas más frecuentes relacionadas con el hábito lector.

—1—
 ¿Cómo abordar la lectura si en casa no tenemos el hábito? ¿Por dónde se empieza?



VERÓNICA URIBE:
Bueno, si ya estás leyendo este blog, es que ya empezaste, porque lo principal es interesarse por la lectura. Hay muchos adultos que no eran lectores habituales y comenzaron a hacerse lectores junto a sus hijos, leyendo libros para niños junto a ellos. El mundo de los libros para niños es muy atractivo y se encuentran verdaderas joyas que cuentan historias con palabras e imágenes. Estas "joyas" no solo nos permiten adentrarnos en la literatura, el arte de la palabra, sino también en las infinitas posibilidades de las artes plásticas. 
Si estuviéramos en tiempos normales diría que escoger junto a los niños un libro en una biblioteca o en una librería es una buena manera de dar los primeros pasos. Como eso es más difícil ahora –esperemos que pronto cambie– buscar junto a los niños algunas lecturas recomendadas en blogs especializados (como Linternas y bosques, Cuando te presento el mundo, Donde viven los monstruos, La coleccionista, Fundación Cuatrogatos, entre otros) es una alternativa, si se pueden adquirir en alguna librería que envíe a domicilio o que permita recoger en su sede. 
Lo importante es que los niños se sientan comprometidos en la elección del libro: las portadas y los títulos son indicios para tener un atisbo sobre lo que nos espera con la lectura.

RUTH GALICIA:
Una gran entrada a la lectura es el reconocimiento de que todos ya leen (leemos) y que desde nuestras distintas necesidades y deseos practicamos distintas lecturas. ¿Por dónde se empieza? Para la lectura literaria se puede partir de la lírica tradicional, que es un bien cultural presente y vivo en las familias, un legado simbólico. Los portadores de texto son las madres, padres, familias que desde su oralidad pueden tender puentes hacia los textos en soporte libro. Este tránsito de la oralidad a lo escrito lo legitima. Se trata de generar sencillos encuentros centrados en el compartir; no leer para, sino leer con. Es decir, implica disponibilidad y complicidad entre quienes leen, escuchan, platican sus desconciertos y todo aquello que les llame la atención y les genere ecos de emociones, imágenes e incluso otras historias.

También es muy importante considerar que "el hábito" no es estático, ni una cuestión fija, es una cuestión de apetencia y necesidad.

PEP BRUNO:
Creo que debemos empezar por nosotros mismos: los adultos como modelo lector. Es importante que nos vean leer, que nos oigan hablar de nuestras lecturas, que compartamos pasajes que hemos disfrutado, que les leamos en voz alta... y sobre todo que logremos establecer una rutina lectora en casa que implique un tiempo (de silencio, sin otras distracciones) y un lugar donde leer cada día. Y, claro, también es buena idea contar con un lugar para los libros en casa.

LINSABEL NOGUERA:
Por el juego y lo lúdico. En mi experiencia, cuando convertimos la lectura en parte de un momento de juego todos lo disfrutamos: adultos y niños. Si no tenemos el hábito de leer ayuda muchísimo. El juego puede partir del libro o llevar a él desde sus personajes, la anécdota, las ilustraciones. Por ejemplo, un juego que funciona de ida y vuelta —es decir, podemos partir del libro o llegar a él— es organizar una búsqueda del tesoro reuniendo pistas que establezcan una relación con elementos de la historia y al conseguirlas todas ir a las páginas del libro donde encontramos esos elementos y ver qué pasa con la conversación espontánea que surge allí. La curiosidad generalmente nos lleva a querer saber qué pasa, qué cuenta el libro, a querer leer o que nos lean, que es más rico para los más pequeños. 
Y en el caso de los preadolescentes y jóvenes, lo lúdico, más allá del juego, puede ser ese momento de disfrute cuando comentamos lo leído, intercambiamos ideas, las articulamos con la experiencia de cada quien y convertimos la lectura en espacio de vínculo afectivo.
Así que esto nos lleva a otro elemento indispensable: un adulto proactivo que quiera generar estos espacios de disfrute compartido. Y no tiene que ser un lector habitual, basta con que propicie el momento un poquito cada día. 10 o 15 minutos, que pueden ir ampliándose. 
Me gusta decir que la lectura efectiva es la lectura afectiva. Y lo lúdico, lo placentero, lo que nos hace sentir bien y cómodos, es una manifestación de afecto. Entonces uno busca transferir esa sensación al espacio de encuentro con la lectura, en cualquiera de sus formatos.



—2—
¿Cómo puedo mantener la atención de los niños una vez iniciada la lectura?



RUTH GALICIA:
Partiría de un paso previo, seleccionar un libro que en la particularidad de los niños con quien se compartirán las lecturas nos permita puntos de encuentro. Pienso en los libros que tienen diversas puestas literarias de entrada, que sostienen la atención cuando el mediador hace un análisis de la estructura narrativa, el aporte y tensiones de las imágenes. Y comparte (no "enseña") que un buen libro no se agota en solo una lectura. Ir celebrando cada hallazgo que las niñas y los niños van encontrando puede generar entusiasmo y atención. La atención es una construcción que parte de la honestidad, que confiere la importancia a cada momento en que se desarrolla la lectura.

PEP BRUNO:
La capacidad de atención es algo que se puede ir cultivando con el tiempo: no atiende el mismo tiempo y de la misma manera un niño de 3 años que un niño de 10. Pero sí es importante: primero, contar con buenas lecturas (que les interesen, emocionen, provoquen, les hagan identificarse...) y, segundo, que se queden mejor con ganas de más, que con ganas de acabar. También es importante controlar el uso y evitar el abuso de pantallas, especialmente con los más pequeños.

LINSABEL NOGUERA:
Antes de la lectura: ofreciendo libros que respondan a sus gustos e intereses, a su momento de referencias cognitivas de acuerdo a su edad y madurez emocional. 
Estimulando que sean los niños quienes eligen el libro que quieren que se lea. Y aquí es importante tener entonces una biblioteca de donde escoger. No tiene que ser muy grande, cinco libros ya es el inicio de una.
Creando espacios apropiados para leer y escuchar. Un nido de lectura, parafraseando a Yolanda Reyes. Un lugar que invite a la acción de leer, libre de otros estímulos como pantallas (incluyendo el teléfono móvil del adulto), organizarse para que no haya nada más que reclame la atención en ese rato, que sea acogedor, cómodo, iluminado y genere un ambiente de cercanía emocional. Podemos acondicionar un lugar pequeño en la habitación de los niños y convertir la cama en ese nido durante ese momento de leer.
Durante la lectura: haciendo una lectura viva, jugar con las voces, las pausas, el volumen, los cambios de velocidad. 
Manteniendo un ritmo que le permita al que escucha o lee con nosotros seguir la trama, las acciones y disfrutar de las ilustraciones. 
Destacando lo que no es obvio sin revelarlo totalmente, para que sea el niño quien lo descubra y despierte en él el gozo de leer entre líneas, de leer imágenes, de confirmar sus hallazgos y convertirse en un lector activo. 
Combinando lectores, intercambiando momentos para leer por turnos, cuando ya los niños saben leer. 
Estimulando la lectura de imágenes, dejándolos encontrar en las ilustraciones lo que dice el texto y que lo complementa, lo que desde ellas da marco de referencia y amplía el sentido de lo que se cuenta.

VERÓNICA URIBE:
Es muy importante elegir bien el momento de leer. Es habitual leerle a los niños, al final del día, prontos a dormir. Pero también se puede buscar alguna pausa entre juegos, en esos espacios de tranquilidad que a veces se dan durante el día, para seleccionar juntos el libro que se va a leer o dejar que el niño escoja solo.
Leer en voz alta siempre requiere algo de práctica. Pero en la medida en que se haga habitual, será más fácil encontrar el tono, seguir el ritmo de las palabras, apurar o ralentizar la lectura a medida que se desarrolla la historia.
Ahora, si los niños no mantienen la atención, tal vez haya que cambiar de libro, con la misma libertad con que los adultos dejamos aparte un libro que no ha logrado interesarnos y, quizá, retomarlo más adelante.



—3—
 ¿Las interrupciones en la forma de preguntas o comentarios son aconsejables o no debo permitirlas? Cuando los más pequeños quieren pasar la página o cambiar de libro, ¿debo parar? ¿cómo puedo retomar la lectura después?



PEP BRUNO:
Me gusta pensar en la lectura en voz alta más como un diálogo que como un monólogo. Por eso, cuando hay interrupciones que tienen que ver con esa lectura forman parte, naturalmente, de ese diálogo en el que lector, escuchador e historia andan enredados. Las interrupciones que tienen que ver con la lectura (dudas, preguntas, comentarios sobre lo que se está leyendo) nos dan pistas del interés que está despertando en nuestro pequeño auditorio y pueden ser magníficos disparadores para otras lecturas, búsquedas, conversaciones, etc.

VERÓNICA URIBE:
Si primero pensamos en que destinaremos un tiempo del día, más que a la lectura, al encuentro con los libros, todo puede resultar más fácil. Podemos sentarnos junto a los niños con varios libros por delante y dejarlos ver, tocar, hojear; podemos hablar sobre las portadas, sobre las imágenes; podemos leer alguna página suelta. Es probable que deseen saber más, que quieran y nos pidan que leamos ese libro del que han escuchado un trozo. Y también podrán interrumpir y preguntar, a medida que se avanza en la lectura, pero si la historia es verdaderamente interesante y la leemos bien, es probable que las interrupciones sean breves y las preguntas acotadas, como nuestras respuestas. Y la lectura fluirá.

RUTH GALICIA:
La lectura es un proceso orgánico, las interrupciones son más bien intervenciones de los lectores que escuchan una lectura. Durante la lectura, quienes escuchan ponen a prueba la congruencia de quien les lee, cuando alguien hace notar un detalle de la imagen, una palabra, está aportando hebras para tejer una conversación, e incluso abre la posibilidad para leer en más de una ocasión el libro. Este hecho va descubriendo varias capas del libro. 
Hay ciertas rituales al leer que los niños y las niñas van reconociendo, por ejemplo mientras se lee podemos mirar a quien "interrumpió" sin ampliar sus comentarios, pero sí registrándolo para que al término de la lectura forme parte de la conversación que detonamos. 
Sobre pasar la página o querer cambiar de lectura: los más pequeños están descubriendo cómo funcionan los artefactos llamados "libros". Nosotros como mediadores requerimos conocer y reconocer el fin que perseguimos: ¿que se familiaricen con los libros? ¿Que reconozcan que aquella canción o cuento que vive en la oralidad de sus familias ahora la ven en un libro? ¿Que descubran la rima que detona el juego del lenguaje? ¿Qué descubran cómo la imagen les ofrece una historia alternativa al texto escrito? 
Más bien podemos hacer una breve pausa, muy corta, que de paso a la continuidad, e invariablemente tener presente qué aportaron. 
Retomar la lectura puede ser hacer una segunda lectura, donde ya se trata de un texto enriquecido por las "interrupciones" que en la primera lectura pudieron surgir.

LINSABEL NOGUERA:
Las preguntas relacionadas a la lectura son siempre bienvenidas. Eso indica que tenemos la atención del niño. A mí me funciona hacer un gesto breve para que el niño sienta que su necesidad de respuesta será atendida apenas pueda, cierro la idea que tengo en ese momento de la lectura, hago una breve pausa para responder y enlazo con la historia otra vez vinculando la respuesta con lo que sé que viene a continuación.
Si la respuesta a la pregunta se responde al avanzar en la lectura, simplemente digo algo como "¡Ah!, ¿ves? Esa es una buena pregunta y seguro más adelante encontraremos la respuesta. ¿Seguimos?".

Esto plantea un reto sencillo para el adulto que lee: hay que haber leído antes la historia para anticiparnos a las preguntas y tener respuestas breves y pertinentes. 
Otra reacción frecuente de los más pequeños es querer cambiar de libro o pasar la página. En ese caso los dejo explorar los libros, satisfacer su necesidad de tocarlos y recorrerlos. Luego propongo escoger cuáles quieren que leamos y a esa selección le damos un orden: 1°, 2°, 3°. Me quedo solo con el primero y dejo en reserva los demás, explicando que los vamos a ver todos, pero que para disfrutarlos tenemos que leer uno por uno. La idea es reducir la cantidad de estímulos alrededor de la lectura principal.



—4—

¿Cómo leer con niños de distintas edades
a la vez?



RUTH GALICIA:
Partimos de que leer con niños de un mismo rango de edad o de distintas edades, implica generar comunidades lectoras. Generar un ambiente en un clima de afecto y respeto que legitime desde la distribución de la mirada, la cercanía corporal, la recuperación de lo dicho indistintamente de la edad, desde la inclusión, puede crear una red de sentidos en que todos aportan.

LINSABEL NOGUERA:
Eso depende de las edades de los niños. 
Si es un bebé y un niño más grande, tener al bebé en el regazo y al otro niño al lado puede ayudar.

En general, lo primero es encontrar lecturas que aborden temas de interés común, con una extensión intermedia entre el promedio de las edades de los niños y lograr la manera de incorporar activamente a los más grandes a la dinámica de la lectura.

PEP BRUNO:
Hay libros que contienen centros de interés comunes para distintas edades. También está la opción de hacer distintas lecturas: lectura para el más pequeño y lectura para el más mayor. Nosotros en casa leíamos o contábamos un cuento cada noche a cada uno de nuestros hijos. Seguimos leyendo todas las noches en voz alta hasta que el pequeño cumplió los catorce años. De hecho hoy en día de vez en cuando seguimos leyendo en voz alta cuando estamos todos juntos.

VERÓNICA URIBE:
No es fácil, pero si se logra que haya una hora de la lectura en casa, como costumbre, se pueden turnar día a día los libros que interesan más a los grandes, con los que son más apropiados para los pequeños. Los unos y los otros muy probablemente encontrarán cosas de interés en el libro para "más grandes" o en el para "más pequeños".


—5—
¿Cómo puedo propiciar la conversación y el diálogo sobre lo que leímos?



VERÓNICA URIBE:
Lo más interesante de la lectura es que los libros se transformen en motivo de conversación familiar y debemos ir más allá de preguntar simplemente : "¿Te gustó?". Podemos hacer preguntas algo más interesantes como sugiere el especialista Aidan Chambers. Por ejemplo: "¿Qué es lo que más te gustó de este cuento? ¿Y lo que menos te gustó? ¿Hay algo que te pareció extraño? ¿Te fijaste en donde ocurre la historia? ¿Te gustaría vivir allí? ¿Hay algo que cambiarías del cuento?". 
Es un experiencia muy buena repasar las ilustraciones, encontrar cosas escondidas, fijarse en detalles. Los niños son excelentes lectores de imágenes y nos sorprenderá todo lo que pueden ver, generalmente más que los adultos acostumbrados a encontrar significados principalmente en las palabras. 
Muchos cuentos para niños tienen frases rimadas, aliteraciones, versos, canciones o palabras especiales que pueden comenzar a ser parte del vocabulario familiar. Del mismo modo, podemos recordar pasajes o personajes de un cuento leído cuando estamos haciendo otras cosas y así los libros comenzarán a ser parte de nuestra vida cotidiana.

RUTH GALICIA:
Partamos por considerar que los libros (en sus distintos soportes) son un texto, que detona textos en los escuchas o lectores. Es la curiosidad honesta de qué hilos toco en ellos, lo que puede generar que sus voces sean necesarias para compartir al libro enriquecido. Abrirse a los hallazgos que ellos van enunciando, regresando a mirar la imagen, o a releer la palabra, el párrafo que les inquietó, gustó o desconcertó, identificando aquello que les hizo eco con otras historias u otros libros, validando las conexiones de las versiones o historias contadas en sus familias.

LINSABEL NOGUERA:
Haciendo preguntas abiertas que propicien el intercambio de ideas.

Validando las apreciaciones del niño, lo que lo estimula a seguir compartiendo. Si estamos de acuerdo, celebrar la coincidencia. Si no estamos de acuerdo, reconocer y respetar su apreciación, argumentando con propiedad y brevemente la nuestra, cerrando con otra pregunta que estimule la conversación. 
Y propiciando que esta misma dinámica suceda entre ellos. 
Aidan Chambers tiene un libro donde aborda este tema con calidez, honestidad y sugerencias sencillas: Dime, editado por el Fondo de Cultura Económica.

PEP BRUNO:
Más que preguntar (que parecería casi como un test o un examen posterior a la lectura) puedes comentar las cosas que más te han gustado, sorprendido, interesado... y esperar que los niños también comenten, aporten su punto de vista, etc. La conversación y el diálogo en casa (a partir de libros o no) es algo que también puede y debe cultivarse, dejando tiempo y espacio para ello.

*** 

VERÓNICA URIBE (Chile), reconocida editora de libros para niños y fundadora de Ediciones Ekaré y Ediciones Ekaré Sur. Ha publicado numerosas adaptaciones de cuentos y versos de la tradición criolla, indígena y europea, algunas de las cuales han sido traducidas a otros idiomas. Autora de varios libros, entre ellos: El mosquito zumbador, Cuentos de Diego y Daniela, Aquí veo, El libro de oro de los niños.

RUTH GALICIA (México), es Licenciada en Psicología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es especialista en Lectura y Primera Infancia, diplomada por la Biblioteca Vasconcelos y la UNAM. También es diplomada en Literatura Infantil y Juvenil por la UNAM y la Universidad Iberoamericana (IBERO).

PEP BRUNO (España), es Licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad Complutense de Madrid. Es narrador oral, editor, escritor y lector crítico. Ha publicado numerosos cuentos para niños, entre ellos, Escarabajo en compañía, libro en homenaje al autor estadounidense Arnold Lobel, y Escarabajo de vacaciones.

LINSABEL NOGUERA (Venezuela), es Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Especialista en Literatura Infantil y Juvenil, cuenta con un máster en Libros para Niños y Jóvenes por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Además, es fundadora y coordinadora de La rana encantada, proyecto dedicado a la promoción de lectura desde 2008 en Caracas. Su más reciente proyecto es la librería, ludoteca y galería Tres Paraguas, en Gavá, Cataluña.

viernes, 1 de mayo de 2020

Una oportunidad para la lectura profunda

Leer es una práctica y la situación de confinamiento por la Covid-19 nos ofrece una oportunidad para retomarla. Cecilia Silva-Díaz, editora de Ekaré, docente, investigadora y coordinadora del Máster en Libros y Literatura para Niños y Jóvenes de la UAB; conversó con Trina Oropeza, fundadora y directora de IMAGO Art in Action, sobre la lectura en tiempos de cuarentena. De ese encuentro resultaron estos valiosos apuntes.

Estamos en un momento que podría ser una gran oportunidad. Una oportunidad para practicar la lectura profunda. Me refiero a esa lectura en la que nos sumergimos en un mundo ficcional y nos transportamos más allá del aquí y el ahora. Es una lectura diferente a la que hacemos cuando navegamos por las pantallas, aquí hay un orden autorizado: un comienzo, un nudo y un final.

Ingresar en un mundo ficcional no es tan fácil como la propaganda de la lectura nos ha hecho ver con sus lemas en los que leer es maravilloso, un placer, una forma de viajar y de abrir ventanas. Todo eso puede ser verdad, pero para poder leer de esta forma placentera, se requiere esfuerzo, se requiere atención, se requiere dedicación. Leer es una práctica.

Matías retrata a Penélope. Rocío Martínez

Antes de esta crisis, cuando el mundo andaba mucho más acelerado que lo que está en esta cuarentena, nos quejábamos de no poder encontrar el sosiego para leer de esta forma. En este “planeta nervioso”, como lo llama Matt Haig, en el que vivíamos antes del confinamiento, saltamos de un sitio a otro entre noticias de última hora, tuits, posts, mientras realizamos varias tareas al mismo tiempo. Como peces en un acuario, picoteamos lecturas breves respondiendo a los estímulos de las redes, la metáfora que utilizó para describir esta forma de lectura Bruno Patino en su libro La civilización del pez rojo. Estamos acostumbrados a leer mucho, pero de otra forma. Con las pantallas aprendimos a leer en diagonal, sobrevolando el texto para buscar esa pieza de información que necesitamos, deglutiendo listas rápidas, y a tener nuestra atención de forma parcial en distintos dispositivos al mismo tiempo.

Leer con profundidad implica entrar en el argumento y sus matices; en el caso de la literatura implica entrar en un mundo de ficción y dejar de lado los estímulos externos para vivir una experiencia vicaria, que es una experiencia corporal, en la que las emociones son reales y tu corazón late más rápido. Es una actividad sostenida que ocupa toda nuestra atención. Cuando lo logras es una maravilla, un viaje a otro lugar, como dirían los promotores de lectura; pero para alcanzar el disfrute, hace falta atención y eso hoy es muy difícil. La atención es un bien escaso.

La lectura atenta nos permite vivir la lectura, compenetrarnos con el mundo ficcional y también tomar distancia para analizarla. Atender de esta forma cuesta mucho. El confinamiento puede ser la ocasión para darle una oportunidad a esta forma de lectura.

En este momento hay una sobresaturación de ofertas en pantalla para los niños: la escuela, las clases de piano y gimnasia y las múltiples opciones de ocio audiovisual, ocurren en línea. Noto cierto cansancio ante la vida virtual. Es posible que esta circunstancia ayude a reencontrarse con los libros y con la lectura literaria. Es posible que ahora nos haga falta más que nunca ese remanso de paz. Tal vez sea posible aprovechar este momento de tedio con las pantallas, esa sobreoferta puede darle a la lectura profunda un lugar en nuestra vida. Se trata de un lugar exquisito, diferente, apacible. 


Leer es una práctica 

Leer es una práctica como hacer gimnasia, meditar o hacer mindfulness: es algo que disfrutamos y nos hace bien, pero que si no lo preservamos y protegemos puede desaparecer de la vida arrollado por lo inmediato. Cuando quiero leer sé que tengo que crear las condiciones: apago el teléfono, me alejo de la pantalla de la computadora. Cuando no estábamos confinados, era difícil encontrar un lugar para la lectura profunda en nuestra vida cotidiana.

No se trata de obligar a leer, pero sí de proponerlo y hacerlo con convencimiento. Se trata de darle importancia e introducirlo en la rutina familiar, como la ducha o la cena.

Incluso en estos días que estamos más disponibles, estaría bien dedicar algún momento para la lectura en familia. Si queremos ayudar a los niños a leer de esta forma, tenemos que estar convencidos de que vale la pena. Y esto sin sermones, ni solemnidad.

El escritor inglés Aidan Chambers dijo una vez que si fuera ministro de educación, pasaría una ley en la que todas las escuelas estuvieran obligadas a leer durante quince o veinte minutos al día. No sólo los niños. Todos: el cocinero, el secretario, el jardinero y los maestros. Es una idea que ha dado buenos resultados.
Miguel Vicente Pata Caliente. Orlando Araujo. Ilustraciones de Morella Fuenmayor 

¿Por qué no copiamos la idea y establecemos un momento diario de lectura en casa? Si logramos leer en familia, cada uno su texto, después podremos comentarlo en la mesa: ¿Por qué elegimos este libro? ¿Lo recomiendas? ¿Me lo prestas? Se trata de abrir un espacio a la lectura en la rutina de la casa: una lectura sin ninguna otra expectativa que no sea la del disfrute y la posibilidad de compartir. De estos momentos surge el placer de leer, del hábito lector.

Todo depende de la edad y de la capacidad lectora de los integrantes de la familia. 

Pueden ser quince minutos o una hora, pero mejor quince minutos acordados y a gusto que una hora obligada. No se debe pedir nada a cambio. No hace falta un resumen, ni necesitamos comprobar que los niños comprendieron lo leído. No hace falta preguntarles a los niños retóricamente si les gustó o qué entendieron. Esa necesidad de controlar de los adultos quita las ganas de leer.

Hay que pensar en los terapeutas, aquellos que buscan generar una reflexión interna, personal: ellos hacen pocas preguntas, puntuales y precisas. En vez de preguntar, se trata de dejar un canal abierto para hablar sobre lo que leemos. La mejor manera es abrir ese canal con nuestras palabras. En lugar de pedirles a los niños que hablen sobre los libros, podemos servir de modelo hablando nosotros.

Explicarles, por ejemplo, por qué elegimos leer ese libro, hacer referencia a las historias en las conversaciones de la vida diaria, hacer conexiones entre el cuento y la vida, hablar sobre libros y sobre las emociones que te han generado, recordando si un personaje se parece a algún miembro de la familia, trayendo alguna frase o alguna situación a la vida. Por ejemplo, en nuestra familia, ante los obstáculos repetimos la frase: “Por arriba no podemos pasar, por debajo, no podemos pasar. Ni modo, lo tendremos que atravesar” de Vamos a cazar un oso. Todo esto abre el canal y muestra que lo que pasa en las historias tiene que ver con la vida. No podemos esperar que desde el principio nuestros hijos hagan estas conexiones entre la literatura y la vida, pero si introducimos la práctica de lectura y servimos de modelo sobre cómo hablar naturalmente de los libros, poco a poco las conversaciones serán más ricas y espontáneas y las historias estarán cada vez más presentes en nuestra casa.

Predicar y sermonear las virtudes de leer, sin que los niños nos vean disfrutar de la lectura es un camino inútil. En cambio, practicar la lectura, propiciarla porque le damos valor, darle un espacio en la vida, buscar formas de compartirla y mostrarles cómo acompaña la vida son estrategias que han demostrado que funcionan. La clave está en leer juntos, en compartir lecturas, en conversar sobre libros.

El lugar de la lectura no es un altar al que se le rinde reverencia. Los lugares son la cocina, el baño, la sala de casa, donde leer forma parte de la rutina. Queremos que los libros sean parte de nuestra vida. Por eso cuando se pueda hay que, además de ir al mercado, ir a la librería o a la biblioteca a ojear libros. 

Un abuelo, sí. Nelson Ramos. Ilustraciones de Ramón París

Si es posible, no dejemos de explicitar el valor sentimental y cultural que los libros tienen para nosotros. En el caso de Ekaré, existen ya varias generaciones que han leído los cuentos. Ya tenemos abuelos que leyeron de jóvenes La ratoncita presumida. Nos sigue resonando sabroso. Las historias son también un legado que se transmite: “Te estoy leyendo este libro porque tu abuela me lo leía y a mí me encantaba cuando era niña”.


La lectura en vo
z alta 

La lectura en voz alta es una forma muy buena para compartir lecturas. Estos días pueden ser una oportunidad para recuperar esa intimidad con los niños más grandes. Cuando los niños aprenden a leer independientemente, en lugar de encontrarse con una gratificación, se ven privados de la lectura compartida. Y eso es algo que algunos resienten. Como ya lees solo, ahora nadie te lee y se pierde ese momento de placer compartido. Hay que seguir acompañando al niño lector y seguir haciendo lecturas compartidas. Leerlo tú, como adulto, o que lean ellos, un párrafo, un capítulo, preguntarle lo que le preguntarías a un amigo: “¿está bien escrito?, ¿por qué te gusta?, ¿qué estás leyendo?, léeme un párrafo a ver si me engancho”. Y compartir no tiene que ser en una sola dirección en la que el adulto es siempre quien recomienda; es posible que ahora tengamos más tiempo para leer esas obras que nuestros hijos han leído de forma independiente.

Compartir lecturas leyendo en voz alta, tal como se hace en pareja, es algo muy agradable, íntimo y de gran carga emocional. Esa práctica no se debe perder y no se debe privar de ella a los que leen independientemente.

Por otro lado, la lectura antes de dormir suele ser una lectura tranquila que reafirma, y da paso a la noche y sus inseguridades. Ahora tenemos la oportunidad de leer a otras horas y podríamos probar lecturas más activas.

Hay que cultivar la resiliencia lectora. Ya hemos dicho que entrar en el universo ficcional no es fácil. Podemos ayudarlos a ser más resistentes, advirtiéndoles de las dificultades: al principio puede parecer difícil, pero hay que tener paciencia.

Intentemos darle la oportunidad a ese texto. Esto no quiere decir que no se puedan abandonar textos si nos aburren.


Adolescentes no lectores

Las novelas gráficas como Al sur de la Alameda podrían servir para que algunos adolescentes se acerquen a la lectura, por la posibilidad de leer dos códigos. O libros muy ilustrados, pero con contenidos interesantes, como por ejemplo, Animales domésticos, un libro con mucho humor, a veces cáustico, pero muy fino. 

Álbumes como Zorro que, a pesar de ser muy corto, despliega un drama shakesperiano, sobre la envidia y los anhelos. Es desgarrador. Los buenos álbumes pueden ser motivadores para leer. 




Explorar los límites


No hay que tener miedo a que los niños exploren límites con las historias. ¿Qué pasaría si se traspasa ese límite? Límites que en la vida real no sería deseable traspasar, se pueden vulnerar con la literatura. Así podemos ver qué sienten los personajes en situaciones complicadas, de manera segura. Esas experiencias literarias nos pueden ayudar a gestionar los miedos y las ansiedades.

A través de las historias exploramos la enfermedad, la muerte, la relación con los otros, con los compañeros de clases, con los que nos caen bien, con los que nos molestan... Nos enseña a mirar dentro. A mirar lo que sentimos.

Así los libros se transforman en espejos o en ventanas. Mirar nuestras reacciones ante lo narrado y ver cómo la resuelven los personajes. Todo aparece codificado en las historias, en los cuentos de hadas y también en las historias contemporáneas: el protagonista pudo salir airoso de una situación difícil, tal vez necesitó de la ayuda de los demás, tal vez lo hizo trabajando en grupo o gracias a su fortaleza y perseverancia.


El aprendizaje narrativo

Para aprender a pensar los niños necesitan narraciones sólidas, con un comienzo, un desarrollo y un desenlace. La lectura en pantallas diversas con sus hipervínculos y recorridos por demanda no ofrece la coherencia y cohesión que permite que una buena historia se instaure en la memoria. 

Ekaré, significa historia o narración y como editorial nos importa eso: que la historia sea sólida, que esté bien ensamblada y articulada. Recomiendo todo el catálogo de Ekaré en ese sentido. Bien sea de humor o drama, está la intención de contar una buena historia.

El álbum da la oportunidad a los niños de tener agencia como lectores. Leer antes de leer. 


Finales tristes y temas variados

Las historias no tienen por qué terminar siempre bien. A veces la exigencia narrativa no permite el final feliz. Y eso importa. La verosimilitud es muy importante y no debe ponerse en riesgo por transmitir un mensaje optimista. Pero que un final no sea feliz, no quiere decir que deba ser nihilista o desesperanzador. En general, los buenos libros para niños ofrecen una rendija de esperanza. Incluso, algo tan frágil como la posibilidad de que la vida continúe. Casi todos los temas pueden ser tratados, si la historia es buena y el tema es bien abordado puede ser una manera de comprender el mundo en el que nos movemos y las posibilidades que este ofrece.


La lectura en tiempos difíciles

Nos toca hacer las conexiones entre vida y libros. La literatura nos habla de nuestra experiencia. Y de las experiencias de otros. Allá afuera, hay alegrías y hay bastante sufrimiento. Empatizar con las experiencias de otros nos humaniza y la literatura ofrece muchos modelos para empatizar con los personajes y sus situaciones. 

Nico y Pato. Bernat Muntés