miércoles, 23 de enero de 2019

Una mirada particular a partir de la cestería ye’kuana


Ana Palmero Cáceres, autora de los libros de la serie Kanwa, nos cuenta cómo el acercamiento a la cultura ye’kuana –sus cestas y su mundo en la selva amazónica– le abrió la mirada hacia un mundo insondable que la ha llevado a emprender nuevos caminos.

El mundo de los ye’kuana se me abrió tras la primera aproximación que María Francisca Mayobre (editora del proyecto) y yo tuvimos al adentrarnos en la cultura de esta etnia y específicamente de su cestería. Las complejas geometrías de sus tejidos despertaron en mí un afán por reinterpretar a través de mi propio lenguaje, como diseñadora e ilustradora, sus diseños y adaptarlos a una serie de libros que fueron “apareciendo” mientras el proyecto se iba desarrollando.

Primero fue Cuéntame del 1 al 10, después, casi sin pensarlo, Búscame y Opuestos, los tres libros que conforman la serie Kanwa.
Realizar estos libros fue un proceso de ensayo y error. En el camino fueron quedando algunas ideas iniciales y otras las fui transformando. Por ejemplo, algunos de los animales del imaginario de la cestería ye’kuana no llegaron a formar parte de estos tres libros. Los colores también cambiaron a lo largo del proceso. Hice muchas pruebas, muchas de ellas fallidas hasta encontrar el registro ideal.

La tortuga, el venado y el ciempiés fueron tres de los animales que no incluí en los libros
porque no me parecía que funcionaban bien de forma autónoma.

Cuéntame y Opuestos tuvieron muchas versiones que fueron quedando por el camino.

Dos ejemplos de los mismos conceptos del libro Opuestos tratados de forma diferente en cada una de las versiones.
Las de la derecha son las que aparecen en el libro publicado.

El tema de los colores fue bastante complejo y controversial. Quería trabajar con tonos brillantes como el amarillo y el magenta, pero después de darle muchas vueltas, pensé que las tonalidades de los libros debían mantener una conexión cromática con el mundo de la etnia ye’kuana, así que utilizamos colores afines a su paisaje y cultura: el rojo y el marrón de sus cestas, el verde por el hábitat que los rodea y el azul por el cielo y el agua de los ríos que navegan.

Versión de colores brillantes | Versión final

A la hora de imprimir, el papel kraft fue la primera escogencia porque su textura y color refería más a las materias terrosas y orgánicas tan propias del mundo de los ye’kuana, pero las pruebas de imprenta no fueron las esperadas porque los colores se desvirtuaban mucho del tono puro que se quería. Finalmente optamos por simular el aspecto del kraft sobre un papel de similar textura para mantener esa sensación orgánica que buscábamos.

Primeras pruebas de impresión sobre papel kraft.

Si hay algo que descubrí con todo el proceso de investigación y edición de la serie Kanwa es que tejer una cesta y dibujar sus patrones geométricos es un arte de gran complejidad que merece respeto y admiración. Quise trasmitir esto a niños, jóvenes y adultos convocándolos a diversas actividades donde tuvieran que aproximarse a la labor y al arte de un tejedor, en este caso del tejedor ye’kuana. Ha sido muy interesante ver como las personas se relacionan con una cultura ajena y aparentemente remota al tomar contacto con uno de sus oficios tradicionales.



La investigación realizada en torno a estos libros me ha llevado a realizar un proceso muy personal a través de la técnica del grabado. Para ello me he inspirado en sus retículas abstractas y grafismos, volviendo a interpretar sus formas y adaptándolas a un nuevo lenguaje. Es un camino que todavía transito y que sigo explorando.



“Ahora voy a tejer el tejido de mi vida”
Canto kogi



miércoles, 16 de enero de 2019

Serie Kanwa: Referencias gráficas y conceptuales


Una serie que invita al juego a partir de la ingeniosa reinterpretación de los patrones geométricos presentes en la cestería de la etnia ye'kuana, habitantes del corazón de la selva amazónica. Ana Palmero Cáceres, creadora de la serie Kanwa, habla sobre las referencias que utilizó para desarrollar los tres libros que la conforman: Cuéntame del 1 al 10Búscame y Opuestos.





Comencemos por su nombre: la editora de esta serie, María Francisca Mayobre, estuvo tanteando posibilidades con palabras de la etnia ye'kuana: ku-diada (curiara), wadenga (palabra), tlkáhede (tejer), tuna (una de las formas de decir agua), wesykitoho (juguete). Finalmente nos quedamos con kanwa, que significa cesta y encajaba perfecto con la propuesta editorial.




Los ye’kuana es una comunidad indígena que habita a las orillas y los márgenes de una serie de ríos tributarios del Orinoco, que abarcan unos 30.000 kilómetros cuadrados del territorio venezolano entre los estados Bolívar y Amazonas. Este pueblo se llama a sí mismo ye’kuana, que significa “gente de curiara”, de ye, “madera”, cu, “agua”, y ana, “gente”, aunque también se les conoce como maquiritare, de’cuana, mainongkong o mayongong. Los ríos son los que configuran y moldean su cultura y su economía. Su talento para la navegación les permitió establecerse en un amplio territorio fluvial. 


Para los ye’kuana la cultura material está estrechamente vinculada a la vida sagrada. Los utensilios que usan para la navegación, la caza y la pesca, la agricultura o los rituales, también son expresión de su compleja organización social y espiritual.



Pongamos por ejemplo, la construcción de la casa comunal, llamada atta, tiene un significado sagrado. Los atta son circulares y de techo cónico y, vistos a la distancia, parecen una gran cesta cubierta de hojas de palma tejidas. Edificar un atta equivale simbólicamente a volver a crear la gran casa cósmica, como lo hizo el creador, llamado Wanadi


Los ye’kuanas son excelentes tejedores de cestas. Las guapas son cestas que se fabrican, como el atta, desde el centro hacia los bordes. Los diseños varían según el tejedor, pero siempre se caracterizan por una geometría compleja. El color en la guapa es igualmente simbólico, y yuxtapone el rojo y el negro combinados con los tonos de la fibra natural. Esto crea un efecto de cierto cinetismo policromo. Destacan la claridad y equilibrio de sus composiciones, y la simplicidad y precisión en el tratamiento de los motivos. Esto contribuye al proceso de sintetización de lo visible.


Algunos motivos representan animales sagrados como la anaconda, el mono, los picures, los báquiros o la rana, que aparecen como personajes en sus mitos.


Los ye’kuanas han comerciado con sus cestas desde el siglo XVIII. Hoy en día venden y distribuyen directamente sus propios productos. La diversidad de los tejidos en fibras vegetales alcanza su mayor 
expresión técnica, estética y simbólica en la confección de cestas, actividad de gran importancia en el contexto sociocultural ye’kuana. 

El hilado y la textilería son tareas femeninas y el tejido de cestas, salvo las wuwas, es una actividad masculina. Los niños aprenden a tejer observando a los mayores.



Mientras revisábamos la colección de arte indígena de la Fundación Cisneros durante la investigación, hicimos una selección de grafismos, algunos quedaron tal cual los realizaban los ye'kuana y en otros casos se tomaron licencias y se reinterpretaron. 






miércoles, 9 de enero de 2019

Tradición y sabiduría: Una mirada a la cultura ye'kuana

En esta oportunidad, Ocarina Castillo D'Imperio, antropóloga, profesora titular de la Universidad Central de Venezuela, investigadora y docente en temas históricos, culturales y gastronómicos, nos lleva a conocer un poco sobre la cultura ye'kuana, etnia en la que se inspira nuestra Serie Kanwa. Un texto que nos acerca, en tono familiar, a la sabiduría y tradición de esta cultura. 


Juan Andrés casi tiene cinco años. Hijo de padres venezolanos, vive en Brickel (Florida). Con ojos de pura emoción me dice, “Abue, ¡ahora leamos Búscame!” y comienza el juego de encontrar a todos los animalitos en ese despliegue de dibujos y colores que aparece en cada página. Pero esta no es cualquier aventura, se trata de encontrar al jaguar, o la iguana, al tapir o el armadillo, esos animales propios del Amazonas que gracias a la cultura ye’kuana y a Ana Palmero Cáceres hoy pueden deleitar a nuestros niños en cualquier parte del mundo.



No es fácil conocer a los ye’kuanas, como no lo es familiarizarnos con las etnias que componen nuestra heterogénea población originaria. Son muchos años de distancia y silencio que se interponen entre ellos y nuestros niños, eventualmente interrumpidos por las fotografías maravillosas de Thea Segall y Bárbara Brändli, o por libros que nos ofrecen recopilación de mitos, cuentos y leyendas, o exposiciones etnográficas en las que algunos museos o galerías muestran su vida cotidiana, su cestería o el proceso siempre mágico, de convertir la yuca amarga y venenosa en el más noble pan: el casabe.

Área aproximada del territorio Maquiritare (ye'kuana). Mapa por Rafael Santana  |  Fotografía de María Alexandra Ocque

Durante años conocimos a esta etnia con el nombre de “Maquiritares”, la designación de “ye’kuanas” en lengua de origen Caribe, quiere decir gente de curiara, quienes habitan parte de los estados Amazonas y Bolívar donde, se dice, existen alrededor de 48 comunidades. Viven en la selva en una relación íntima con la naturaleza: con sus potencialidades, riesgos, secretos. En sus comunidades cuidan el respeto a los ancianos, fuente de la memoria y la sabiduría. Cultivan sus tradiciones y mitologías, al recrear su canto ‘Watunna’ y reencontrar en cada nuevo día el sentido de la vida de acuerdo a sus principios ancestrales y a su complejo sistema de creencias.

Conocen la naturaleza, los ríos, las plantas, los animales, las piedras. El ciclo de rozar, sembrar, cuidar, abandonar, reponer, de acuerdo a la antigua tecnología del conuco que les ofrece cultivos mixtos para su subsistencia, yuca, plátanos, maíz, piña y otras frutas. Recolectan frutos y miel, cazan aves y otros tipos de animales, como danta, lapa, báquiro, chigüire, reptiles, entre otros, y pescan utilizando arco, flecha y cerbatana, redes y una técnica muy antigua que se llama ‘barbasco’. Conocen muy bien las palmeras propias de su ambiente, de algunas de ellas utilizan los frutos y tallos en la alimentación, pero de todas aprovechan las fibras para confeccionar su hermosísima artesanía. Conocen los secretos de las plantas medicinales, buenas para el cuerpo y para el alma y son hábiles navegantes y excelentes constructores de curiaras.

Fotografías de Thea Segall
Viven en poblados pequeños y en casas comunales de forma redonda y techo de palma llamadas ‘Ette’, que en su forma y simbología recuerdan el árbol de la vida. En el calor de la intimidad se con-vive, se protege a las familias, se socializa con los hijos, se cocina y come, se juega, se canta y se hace música con flautas, caracoles, pitos y tambores. En la vida cotidiana, las mujeres se ocupan de los conucos, la cosecha, el acarreo de los frutos, la cocina, el hilado, la elaboración de textiles y la atención a los niños; mientras que los hombres se dedican a la caza, pesca, construcción de curiaras, viviendas y objetos ceremoniales.

La cultura ye’kuana está marcada por la existencia de entrañables vínculos entre lo sagrado y lo profano, la realidad y el mito, que, aún en la actualidad, se expresan en todos los órdenes de la vida y muy especialmente en la cestería, que constituye su forma artística más identitaria y acabada. De allí que la elaboración del casabe, pan ancestral de nuestras comunidades amazónicas, no reúne solamente una serie de pasos tecnológicos, sino que encierra una secuencia ritual, según la cual hay papeles claramente especificados. De esta forma, las cestas que se utilizan para la elaboración del casabe son tejidas por los hombres, quienes desde muy temprana edad son formados para tal oficio.

Fotos tomadas del artículo de Charles Brewer Carías para la Fundación Cisneros   |  El Casabe, Thea Segall 
Las cestas ye’kuanas exhiben diferentes diseños que expresan las historias y personajes propios de su cosmovisión a través de tejidos bicolores y multicolores, que pueden ser figurativos como la anaconda, el picure, el báquiro, las ranas, el jaguar o la tortuga, o motivos geométricos que se repiten, jugando con colores como el rojo, negro y la fibra natural.

De allí la pasión y la búsqueda de Ana Palmero Cáceres, quien es sus tres libros “Cuéntame”, “Opuestos” y “Búscame”, nos confiesa que cuando vio por primera vez las cestas, pensó en hacer algún juego con esos dibujos, con sus animales geometrizados. Sus álbumes nos invitan a acercarnos a mitos y animales sagrados, a jugar con personajes de la selva y del sueño como la culebra de agua, el mono, el jaguar o las ranas. A comprender a través de formas y colores la recreación de la vida, con sus opuestos y diferencias.

Vamos Juan Andrés … “Busquemos, ¿donde se metió el tapir?”




Ocarina Castillo D’Imperio Septiembre 2018