En esta oportunidad, Ocarina Castillo D'Imperio, antropóloga, profesora titular de la Universidad Central de Venezuela, investigadora y docente en temas históricos, culturales y gastronómicos, nos lleva a conocer un poco sobre la cultura ye'kuana, etnia en la que se inspira nuestra Serie Kanwa. Un texto que nos acerca, en tono familiar, a la sabiduría y tradición de esta cultura.
Juan Andrés casi tiene cinco años. Hijo de padres venezolanos, vive en Brickel (Florida). Con ojos de pura emoción me dice, “Abue, ¡ahora leamos
Búscame!” y comienza el juego de encontrar a todos los animalitos en ese despliegue de dibujos y colores que aparece en cada página. Pero esta no es cualquier aventura, se trata de encontrar al jaguar, o la iguana, al tapir o el armadillo, esos animales propios del Amazonas que gracias a la cultura ye’kuana y a Ana Palmero Cáceres hoy pueden deleitar a nuestros niños en cualquier parte del mundo.
No es fácil conocer a los ye’kuanas, como no lo es familiarizarnos con las etnias que componen nuestra heterogénea población originaria. Son muchos años de distancia y silencio que se interponen entre ellos y nuestros niños, eventualmente interrumpidos por las fotografías maravillosas de Thea Segall y Bárbara Brändli, o por libros que nos ofrecen recopilación de mitos, cuentos y leyendas, o exposiciones etnográficas en las que algunos museos o galerías muestran su vida cotidiana, su cestería o el proceso siempre mágico, de convertir la yuca amarga y venenosa en el más noble pan: el casabe.
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Área aproximada del territorio Maquiritare (ye'kuana). Mapa por Rafael Santana | Fotografía de María Alexandra Ocque |
Durante años conocimos a esta etnia con el nombre de “Maquiritares”, la designación de “ye’kuanas” en lengua de origen Caribe, quiere decir gente de curiara, quienes habitan parte de los estados Amazonas y Bolívar donde, se dice, existen alrededor de 48 comunidades. Viven en la selva en una relación íntima con la naturaleza: con sus potencialidades, riesgos, secretos. En sus comunidades cuidan el respeto a los ancianos, fuente de la memoria y la sabiduría. Cultivan sus tradiciones y mitologías, al recrear su canto ‘Watunna’ y reencontrar en cada nuevo día el sentido de la vida de acuerdo a sus principios ancestrales y a su complejo sistema de creencias.
Conocen la naturaleza, los ríos, las plantas, los animales, las piedras. El ciclo de rozar, sembrar, cuidar, abandonar, reponer, de acuerdo a la antigua tecnología del conuco que les ofrece cultivos mixtos para su subsistencia, yuca, plátanos, maíz, piña y otras frutas. Recolectan frutos y miel, cazan aves y otros tipos de animales, como danta, lapa, báquiro, chigüire, reptiles, entre otros, y pescan utilizando arco, flecha y cerbatana, redes y una técnica muy antigua que se llama ‘barbasco’. Conocen muy bien las palmeras propias de su ambiente, de algunas de ellas utilizan los frutos y tallos en la alimentación, pero de todas aprovechan las fibras para confeccionar su hermosísima artesanía. Conocen los secretos de las plantas medicinales, buenas para el cuerpo y para el alma y son hábiles navegantes y excelentes constructores de curiaras.
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Fotografías de Thea Segall |
Viven en poblados pequeños y en casas comunales de forma redonda y techo de palma llamadas ‘Ette’, que en su forma y simbología recuerdan el árbol de la vida. En el calor de la intimidad se con-vive, se protege a las familias, se socializa con los hijos, se cocina y come, se juega, se canta y se hace música con flautas, caracoles, pitos y tambores. En la vida cotidiana, las mujeres se ocupan de los conucos, la cosecha, el acarreo de los frutos, la cocina, el hilado, la elaboración de textiles y la atención a los niños; mientras que los hombres se dedican a la caza, pesca, construcción de curiaras, viviendas y objetos ceremoniales.
La cultura ye’kuana está marcada por la existencia de entrañables vínculos entre lo sagrado y lo profano, la realidad y el mito, que, aún en la actualidad, se expresan en todos los órdenes de la vida y muy especialmente en la cestería, que constituye su forma artística más identitaria y acabada. De allí que la elaboración del casabe, pan ancestral de nuestras comunidades amazónicas, no reúne solamente una serie de pasos tecnológicos, sino que encierra una secuencia ritual, según la cual hay papeles claramente especificados. De esta forma, las cestas que se utilizan para la elaboración del casabe son tejidas por los hombres, quienes desde muy temprana edad son formados para tal oficio.
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Fotos tomadas del artículo de Charles Brewer Carías para la Fundación Cisneros | El Casabe, Thea Segall |
Las cestas ye’kuanas exhiben diferentes diseños que expresan las historias y personajes propios de su cosmovisión a través de tejidos bicolores y multicolores, que pueden ser figurativos como la anaconda, el picure, el báquiro, las ranas, el jaguar o la tortuga, o motivos geométricos que se repiten, jugando con colores como el rojo, negro y la fibra natural.
De allí la pasión y la búsqueda de Ana Palmero Cáceres, quien es sus tres libros “
Cuéntame”, “
Opuestos” y “
Búscame”, nos confiesa que cuando vio por primera vez las cestas, pensó en hacer algún juego con esos dibujos, con sus animales geometrizados. Sus álbumes nos invitan a acercarnos a mitos y animales sagrados, a jugar con personajes de la selva y del sueño como la culebra de agua, el mono, el jaguar o las ranas. A comprender a través de formas y colores la recreación de la vida, con sus opuestos y diferencias.
Vamos Juan Andrés … “Busquemos, ¿donde se metió el tapir?”
Ocarina Castillo D’Imperio Septiembre 2018