Como cierre de año y a modo de celebración, compartimos este emotivo texto de Evelyn Torres, Pepín, docente y especialista en educación temprana, a propósito del homenaje que recibió Ediciones Ekaré en la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo (FILUC) 2016. Así es la narración, festiva:
Me encontré con Ekaré hace ya un buen tiempo, en un espacio pequeño donde funcionaba la librería del Banco del Libro, en su antigua sede. Desde entonces me ha acompañado en diferentes ámbitos de mi vida: como mamá, como maestra, como profesora universitaria y como ciudadana. Hoy quiero pararme ante ustedes para homenajear a Ediciones Ekaré como ciudadana y, desde allí, agradecerle la constancia de haber mantenido un espacio donde la imaginación y la palabra puedan vivir en libertad.
Siempre he tenido la sensación de que Ekaré pertenece al cosmos de lo entreabierto, porque provoca el deseo de saber que hay detrás de cada portada, de cada uno de sus libros. La curiosidad se despierta. Entonces uno comienza a entrar de a poquito en el cuento; la sorpresa se aloja en los ojos y en el cuerpo el disfrute se hace belleza.
El caso es que uno sale por la contraportada igual de despacito, pero con una modesta felicidad que te hace pensar que todos los libros de Ekaré son amigos entrañables. ¿Será por eso que uno los presenta y los recomienda a todo el mundo como parte de la familia?
Recuerdo un cuento de las primeras publicaciones de Ekaré que me encanta. Se llama La curiosidad premiada. Se trata de una niña muy preguntona que según doña Benita, una maestra muy sabia, sufría de curiosidad acumulada; por ello era importante contestar todas sus preguntas.
Me encontré con Ekaré hace ya un buen tiempo, en un espacio pequeño donde funcionaba la librería del Banco del Libro, en su antigua sede. Desde entonces me ha acompañado en diferentes ámbitos de mi vida: como mamá, como maestra, como profesora universitaria y como ciudadana. Hoy quiero pararme ante ustedes para homenajear a Ediciones Ekaré como ciudadana y, desde allí, agradecerle la constancia de haber mantenido un espacio donde la imaginación y la palabra puedan vivir en libertad.
Siempre he tenido la sensación de que Ekaré pertenece al cosmos de lo entreabierto, porque provoca el deseo de saber que hay detrás de cada portada, de cada uno de sus libros. La curiosidad se despierta. Entonces uno comienza a entrar de a poquito en el cuento; la sorpresa se aloja en los ojos y en el cuerpo el disfrute se hace belleza.
El caso es que uno sale por la contraportada igual de despacito, pero con una modesta felicidad que te hace pensar que todos los libros de Ekaré son amigos entrañables. ¿Será por eso que uno los presenta y los recomienda a todo el mundo como parte de la familia?
Recuerdo un cuento de las primeras publicaciones de Ekaré que me encanta. Se llama La curiosidad premiada. Se trata de una niña muy preguntona que según doña Benita, una maestra muy sabia, sufría de curiosidad acumulada; por ello era importante contestar todas sus preguntas.
Y Margarita no se puede dejar de leer. Margarita, una gentil princesita tan bonita, tan bonita como tú. Cuando a mi hija Sashenka le costaba dormir sola en su cuarto, recitábamos juntas Margarita. Al final, yo decía: este libro es dedicado a todas las niñas valientes que salen a recorrer el mundo. Entonces ella se llenaba de valor y me daba las buenas noches.
Otro de mis preferidos anuncia: "Esteras y esteritas para contar peritas, estera y esterones para contar perones. Esta era una vez una viejecita llamada María del Carmen Piñones…". Y mi corazón también se enternece cuando la Ratoncita presumida, llama… Alfrediiiitooo.
Cuando la situación del país me agobia, le digo a Sapo que me lleve con él a recorrer el ancho mundo, o veo si Búho está en casa y me tomo con él un té de lágrimas. Recupero fuerzas como para pensar en El perro del cerro y la rana de la sabana y me digo a mí misma: y si regresa el león bravucón, juntos le damos un pescozón. Con Camila, Cheo y sus amigos, exclamo en alta voz: La calle es libre, ¡y yo también!
Con el alma más sosegada, me monto en El Expreso Polar y escucho el sonido del cascabel. Me bajo y espero en el andén del tren de Chamario, donde yo me monto y tú también, para llegar a la FILUC y estar presentes en el homenaje a Ediciones Ekaré, para darle las gracias porque la literatura infantil cuenta con una casa.