A diez años de la publicación de El contador de cuentos, compartimos reflexiones y decisiones de Alba Marina Rivera durante el proceso de ilustración tal como fueron recogidas por Irene Savino (directora de arte de Ediciones Ekaré) para la revista especializada L'album factice. revue europeenne d'illustration.
El contador de cuentos es una historia que transcurre en el compartimiento de un vagón de tren. Es una tarde calurosa. Un hombre lee la prensa y una señora con sus tres sobrinos de corta edad comparten el espacio, pero son los niños quienes lo ocupan "con rotundidad". Para apaciguarlos, la señora decide contarles un cuento.
El cuento, lleno de lugares comunes, recurre de nuevo al tópico de una niña muy buena a la que todos querían y ayudaban gracias a su bondad y virtud. Debido al poco éxito del intento –los niños rápidamente dejan de prestar atención y vuelven a molestar al hombre con sus comentarios e intranquilidad– el viajero decide contarles otro cuento diferente: "Érase una vez" empezó el hombre, "una niñita llamada Bertha, que era extraordinariamente buena". Los niños, rápidos en su decepción, pronto cambian de idea cuando el narrador hace un ajuste: "... horriblemente buena". Este calificativo, muy diferente a lo que oían de boca de su tía, cautiva la atención infantil.
Bertha, debido a su extrema bondad, es premiada con una visita al parque del príncipe al que muy pocos podían acceder. Mientras pasea, la niña se da cuenta de que en el jardín hay una presencia extraña: un lobo del que logra escapar al esconderse entre los perfumados arrayanes. Oculta, la niña tiembla de miedo y con ella tiemblan las tres medallas que luce como galardones –una a la obediencia, otra a la puntualidad y la tercera al buen comportamiento–. El lobo escucha el tintineo, salta sobre la niña y la devora hasta el último bocado.
Este "inapropiado" final es celebrado por los niños: "Es el cuento más bonito que he oído en mi vida". Y todo esto sucede ante el horror de la tía que le reclama al viajero: "Acaba de echar a perder usted años de esmerada educación".
Alba Marina Rivera asume a conciencia el riesgo de recrear esta historia.
"Me sentí muy atraída por el cuento y el escritor desde buen comienzo, admirando no solo su increíble eficacia y economía de medios, sino sobre todo su afilado sentido del humor e ironía [...] un delicado equilibrio entre lo cruel y lo sarcástico. Enfrentar la creación de imágenes que de alguna manera reflejaran estas características era un reto interesante. El mismo hecho de escoger el formato álbum ilustrado, típicamente dedicado a los niños, para una historia que en principio no está escrita para niños y que tiene un tono nada didáctico y algo políticamente incorrecto, me parece un gesto irónico en sí mismo".
El libro se presenta en un estuche troquelado, con un formato exageradamente apaisado que recuerda un vagón: un inusual aspecto exterior que al abrir genera el efecto cinético de un tren en movimiento.
Las decisiones estilísticas que tomó Alba Marina Rivera para abordar las imágenes están estrechamente ligadas a la estructura de esta obra de Saki, compuesta por un cuento dentro del cuento. Una historia de naturaleza más realista incluye a otra que se mueve en lo fantástico. Resaltando esa doble naturaleza, la ilustradora situó la primera historia en un marco estético que refleja la época en que vivió Saki, acercándose a un registro de lo real por medio del dibujo detallado. Dado lo fantasioso de la segunda parte de El contador de cuentos, la historia contada por el contador es recreada con mayor libertad, mediante composiciones más planas sobre texturas decorativas. Alba Marina Rivera explica esta decisión de la siguiente manera:
“Para resolver esta encrucijada, decidí ubicar la historia I en un ambiente realista, tridimensional, de la Inglaterra del 1900, con leyes espaciales como la perspectiva cónica y la aérea. Busqué información sobre los trenes, vestuario, objetos y paisajes de la época. La historia II (la de Bertha) decidí contarla usando como base los motivos decorativos de las tapicerías y tejidos del espacio I, casi como si ocurrieran dentro de estos motivos, utilizándolos a veces como fondo, a veces como forma, para crear un mundo fantástico que espacialmente se ubica dentro del mundo 'real', como es la propia estructura del cuento dentro de otro cuento".
ESCENA HISTORIA I |
ESCENA HISTORIA II |
El trabajo de los personajes también estuvo cuidadosamente estudiado. Alba Marina se basó en imágenes de Saki para la caracterización del protagonista, por encontrar resonancias entre éste y su personaje de ficción hasta en la circunstancia de su soltería, poco usual para su época y condición social. La tía, de rasgos angulosos y afilados, contrasta con la redondez de los tres sobrinos. Lo recto y rígido, sinónimo de aburrido, en contraposición a lo ondulado y flexible, sinónimo de lúdico. En cambio, existe una relación directa entre el tratamiento de la tía y la niña "horriblemente buena", ambas construidas con la misma rigidez. Un lazo de color magenta que la tía lleva en el sombrero y la niña en la cabeza evidencia la afinidad de estos dos personajes, indicando que comparten una manera similar de entender el mundo.
Las ilustraciones están dibujadas con lápiz de grafito y algunos toques en lápices de colores sobre las texturas de William Morris transferidas al papel (se transfiere la tinta de una fotocopia a otra superficie usando disolvente).
"Haciendo transfers de los motivos de los tejidos conseguí generar un ambiente más irreal para el mundo fantástico de la historia II. Técnicamente decidí diferenciar ambos espacios. En el mundo de la historia I dibujaba primero los elementos como quería y después transfería los motivos de los tejidos en zonas muy controladas. En el mundo de la historia II, lo hice al revés: primero realizaba el transfer y después creaba los elementos de la escena".
ESCENA HISTORIA I |
ESCENA HISTORIA II |
“La ilustradora se muestra libre de inhibiciones, incertidumbres, miedos o dudas. Al contrario, prefiere retratar con maestría las múltiples emociones de la historia: la ironía, el aburrimiento, la perplejidad, el disgusto y la expectativa, capturando así, y con gran claridad visual, la atmósfera que reina dentro del vagón del tren. Pues esta escena representa un choque entre dos paradigmas educativos, dos opiniones y, quizás, dos formas de concebir el mundo. Un estuche innovador y elegante completa esta presentación visual que nos deleita”.