viernes, 28 de diciembre de 2012

Creando panoramas mágicos

Peter Zemeckis y Tom Hanks, directores de la adaptación al cine del libro El expreso polar, comentan la experiencia de partir del texto de Van Allsburg para crear una película.
Zemeckis estaba cautivado por las ilustraciones ricas y expresivas del libro: hay calidez en las alegres caras de los niños dentro del Polar Express, mientras que afuera el paisaje es constantemente cambiante, a la vez misterioso e invitante, con bosques oscuros y montañas nevadas.  
“Las ilustraciones de Chris son al mismo tiempo honestas, familiares y trascendentales”, hace notar Zemeckis, quien trató de recrear en la pantalla la calidad de las imágenes del libro. Así, los espectadores tendrían la oportunidad de vivir el fantástico viaje nocturno al Polo Norte, en la manera misma en que lo vió el niño del cuento. “Es fácil verse a uno mismo, a sus hijos, o a los niños con los que uno creció, en las caras de los personajes de la película. El paisaje por donde pasa el tren parece un sueño, conviertiéndose en lugares mágicos en los que cualquier cosa podría suceder”.
“Hay algo que hace a sus dibujos inolvidables”, dice Hanks, “comunican la emoción que Chris quiere dar a través de ellos. Por ejemplo: cuando él habla del niño que está en la cama y espera en silencio, el dibujo expresa exactamente el momento. Cuando el tren para frente al jardín, uno casi puede escucharlo. La idea de la película era presentar el espíritu navideño de una manera renovada”. Zemeckis agrega: “Quisimos mostrar la belleza y riqueza de las ilustraciones de Chris, como si fueran un cuadro con movimiento, y trasmitir la calidez, la proximidad y la delicadeza de la actuación humana”. Pero, ¿cómo lograrlo?
Hacer una película de acción en lugares tan inhóspitos, hubiera sido poco práctico o directamente imposible. Nunca se lograría la textura que los cineastas querían recrear. La segunda opción era utilizar animación, pero ésta tiene sus limitaciones. “El problema de la animación tradicional en un proyecto como este”, dice Zemeckis, “es que se queda corta para describir auténticos personajes humanos. Para fantasías como Blancanieves y los siete enanitos, las imágenes exageradas funcionan muy bien. Pero yo quería utilizar una técnica que diera la sensación de que los personajes estaban vivos”.
Zemekis presentó este desafío, al “mago” en efectos visuales Ken Ralston, ganador varias veces del Premio de la Academia. Para El expreso polar, Ralston propuso utilizar la captura de la actuación, método que permite registrar digitalmente los movimientos de los actores, incluyendo sus expresiones, gestos y pestañeos. Sobre esta base, se crearon personajes virtuales susceptibles a ser animados que permitieron mostrar el mundo según Van Allsburg y a la vez darle acentuado realismo a las actuaciones. "Es como poner el alma de un ser vivo en un personaje virtual”, explica Ralston.
Zemeckis cree que lo más importante es contar la historia de la mejor manera posible, con o sin grandes tecnologías. “El espectáculo entero en la película es la ilusión. Inclusive las técnicas más básicas lo son: un corte, un primer plano, todo es fingido, todo es mágico, nada de eso existe en la vida real. Cuando uno puede verlo de esa manera, todas las películas son una ilusión, y muchas de las cosas que yo hago son una extensión de ello. Eso es lo divertido de ser director de cine”.
Texto extraído de las notas de producción de la película en la página oficial

sábado, 22 de diciembre de 2012

Imágenes que complementan

Peter F. Newmeyer explica cómo se comunica el significado en el libro-álbum El expreso polar, de Chris Van Allsburg.


The Polar Express es un libro en el que cada detalle habla de la planificación, la premeditación y la excelencia en la ejecución de los mejores libros-álbum contemporáneos. La portada muestra al Polar Express, con su penetrante faro, señalando el énfasis de las luces misteriosas que aparecen a lo largo del libro. Además, hay una distorsión en las ilustraciones inusualmente anchas que dan la impresión de un gran angular, casi de un lente ojo de pez, sugiriendo de nuevo la distorisión de las cosas que experimentamos en los sueños. Las ilustraciones están cuidadosamente diseñadas de manera que ningún elemento crucial caiga dentro del canal cosido entra las páginas. 


Más asombrosa aún es la amplitud del "gran angular" que puede ser la percibida en la ilustración en la que hay tres lobos ubicados en una parte central. Estos lobos están muy separados, haciendo que las páginas cercanas se vean aún más anchas de lo que son. También las páginas se ven aún más anchas por la longitud del tren que se extiende por todas ellas, lo cual es señalado claramente al ojo del observador por las luces que iluminan los compartimentos de los vagones que brillan como una elipsis alargada a través de las páginas confrontadas. En contraste con esta anchura aparecen los árboles verticales del bosque nórdico por el que pasa el tren, y a través del que merodean los lobos. Los, presumiblemente, altos árboles son verticales, pero son cortados abruptamente por el formato de la página, subrayando la amplitud de la visión. Tal amplitud acentúa, "narra", el gran espacio por donde viaja el tren.


Nuevamente, marcando la continuidad con libros anteriores (y mezclando el "significado" de éste con el "significado" de los demás), está el Boston Bull, no un perro real, sino una marioneta de mano colgada de la cabecera de la cama del niño narrador. De nuevo, el perro es imaginario en un lugar real, y esto coincide con el tópico tratado por el libro, la relación de la imaginación con la "realidad", siendo el verdadero mensaje del libro que la imaginación también es realidad. 


Otra información importante es hecha por el retrato propio de San Nicolás. El San Nicolás de Van Allsburg no muestra rastros de lo tierno y empalagoso del San Nicolás de las tarjetas navideñas convencionales. Más bien, él y sus renos, aparecen en una de las páginas centrales del libro con monumentalidad, grandeza y mucha seriedad. San Nicolás y sus renos parecen mirar a través de ojos tallados casi como los de una estatua griega, y los brazos y el cuerpo de San Nicolás, así como el cuello de los renos, tienen un volumen y una redondez de columna, muy irreal. En su movilidad estatuesca, parecen haber sido removidos de la vida y hacer entrado así en el dominio de lo simbólico.

Asociado a esta magnificación simbólica, hay un silencio velado que le otorga altura y dignidad a la historia. La quietud, que también es parte de la realidad, es alcanzada a través de los colores tenues, la prosa velada, la calidad estática del cuadro que rodea a las ilustraciones y el texto, así como por la falta de movimiento representada tanto por los renos como por la historia misma.


El punto más significativo acerca de la extraña naturaleza de la realidad enfatiza de nuevo (y se re-enfatiza con frecuencia) en ilustraciones tales como la del primer atisbo que tenemos del Polo Norte. Nuestra primera visión del Polo Norte es una imagen de niebla, nieves, y de las muchas luces misteriosas que brillan a lo largo del libro, así como del reflejo de éstas. No sabemos con precisión dónde está el reflejo. No se menciona ningún lago en el texto, pero parece que podría o debería haber algún cuerpo de agua en el que el niño/narrador abserva su visión del Polo Norte dos veces —en la trémula confusión del sueño y en el reflejo de éste—. Ahora sólo queda preguntarse: ¿cuál es el real?  

NEWMEYER, P. (2005) ‘Cómo se comunica el significado en los libro-álbum: El caso de Chris Van Allsburg’. En Parapara-clave 1. Libro álbum: invención y evolución de un género para niños, p. 177. Caracas: Banco del Libro.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Una medalla polar

Discurso de aceptación de Chris Van Allsburg al recibir el premio Caldecott Medal en 1986

 

Cuando empecé a pensar sobre El expreso polar, tenía una sola cosa en mente: es de noche y un niño ve un tren mientras permanece de pie frente a su casa. El niño y yo hicimos diversos viajes en ese tren pero, en un sentido figurado, no fuimos a ninguna parte. Luego me fui yo solo al norte y sentí que esta vez sí había tomado la dirección correcta pues el tren tenía como última parada el Polo Norte. A ese punto, la historia parecía sostenerse, a nivel literario, por sí sola. ¿Quién vive en el Polo Norte? Santa. ¿Cuándo sería el momento indicado para visitarlo? Nochebuena. ¿Qué pasa en Nochebuena en el Polo Norte? Sin duda, una ceremonia de algún tipo, alguna que requiriera a un niño transportado por un tren llamado el Expreso Polar.

Afortunadamente, o quizás debería decir necesariamente, esa idea era consistente con mis propios sentimientos, especialmente porque indicaba aceptar una fantasía como la existencia de Santa Claus. Santa es la única figura mítica en la que gran parte de nuestra población aún cree. Es un hecho que la gran mayoría de los creyentes tienen menos de ocho años, y es una pena. La racionalidad que todos asumimos por ser adultos, hace difícil (cuando no imposible) la creencia de lo fantástico. Afortunados los niños que saben que existe un hombre gordo y risueño en un traje rojo que maneja un trineo volador. Deberíamos envidiarlos. Y deberíamos envidiar a las personas que guardan una cámara Polaroid en sus puertas para cuando aterricen los marcianos en el jardín. La inclinación a creer en lo fantástico, podría parecerle a algunos como una falla de la lógica, pero realmente es un regalo. Un mundo que crea en Pie Grande y el Monstruo del Lago Ness, es claramente superior a aquel que definitivamente niega de ellos.

No quiero dar la impresión de que mi propia creencia de lo que es posible no esté determinada por la razón o el pensamiento analítico. Por mucho que me encantaría conocer al Hada de los Dientes en un paseo matutino, realmente no creo que pueda suceder.

Cuando tenía siete u ocho años, en la noche anterior a Pascuas, mi mamá dejó caer accidentalmente una bolsa de caramelos justo al lado de mi cuarto. Reconocí el sonido y comprendí lo que significaba. Escuché a mi mamá susurrando para alejar a los gatos de los dulces regados a lo largo del piso de madera. Había llegado el momento en que el Conejo de Pascuas se volvió algo incierto para mí. En cualquier caso, este era el momento que la parte escéptica de mí estaba esperando; había ganado la verdad pero había pagado un precio muy grande por ella: el Conejo de Pascuas murió esa noche.

La aplicación del pensamiento analítico puede ser el enemigo de la creencia en lo fantástico, pero no lo es, al menos para mí, el de la ilustración. Cuando concebí el Polo Norte para El expreso polar, fue la lógica la que insistió en que fuese una vasta colección de fábricas. No veo esto como un capricho ni como un acto de imaginación. ¿Cómo pudo haberse visto de otra manera si se toma en cuenta el volumen de juguetes que tienen que producir anualmente?

 No creo que al ilustrar se descubran tantas cosas como al escribirla. Cuando considero una historia, la veo claramente. Ilustrar, por su parte, es simplemente un asunto de dibujar algo que haya experimentado con anterioridad con los ojos de mi mente. Ya que veo la historia desplegada como si fuese una película, el reto es decidir qué momento debería ser ilustrado y desde qué punto de vista. Hay desventajas en ver las imágenes de una manera tan clara: la ejecución de las imágenes puede parecer redundante. El trabajo final resulta, pues, decepcionante porque mi imaginación excede los límites de mis habilidades para plasmarla.

Tengo la fantasía de ser tentado por el diablo con una máquina milagrosa; una máquina que pueda conectarse a mi cerebro e, instantáneamente, producir el arte final de las imágenes en mi cabeza. Estoy seguro que es el diablo quien tendría un aparato tal, pues devastaría el alma del arte. O la mitad de ella, en cualquier caso. Concebir algo es sólo parte del proceso creativo, darle vida es la otra mitad. La lucha para encontrar un medio, sean palabras, notas, pintura o mármol, es la parte heroica de hacer arte. Aún así, si alguno de ustedes se encuentra con el diablo y tiene esta máquina, denle mi nombre. Me gustaría recibir una demostración al menos. 

Un premio no cambia la calidad de un libro. Estoy extremadamente consciente de las deficiencias de todo mi trabajo. Algunas veces pienso que me gustaría rehacer todo lo que he hecho y acomodarlo. Pero sé que unos cuantos años después querría rehacerlo todo por tercera vez.

Este premio lleva consigo una suerte de sabiduría para mí. Me sugiere que el éxito del arte no depende de su cercanía a la perfección sino de su poder para comunicar. Las cosas pueden estar correctas sin ser perfectas. A pesar de que es la segunda Caldecott Medal que recibo, créanme, no es menos significativa que la primera. Recibir una Caldecott Medal es una experiencia que no cansa. Estoy seguro de esto y, además, estoy preparado para combatir cualquier esfuerzo a contrariarme.

¡Gracias y buenas noches!

Discurso original en inglés tomado de la página web del autor · Traducido por Laura Sánchez

lunes, 3 de diciembre de 2012

Una ojeada digital

Pedro es un niño de tercer grado apasionado por el fútbol. Todas las noches, su familia se sienta cerca del radio a oír noticias sobre el país, que vive bajo una dictadura. Un día, Pedro ve cómo al padre de su amigo Daniel se lo llevan en un jeep de militares. Otra mañana, un señor uniformado entra al salón de clases a pedirles a los niños que escriban una composición titulada: “Lo que hace mi familia por las noches...”. Así, Pedro debe responder por sí mismo la pregunta que alguna vez le hizo a su padre: ¿Los niños pueden estar en contra de la dictadura?