Desde el blog Llibres al Replà, Àngel Burgas reseña Duermevela (en català, Entreson); una mirada que invita a adentrarse en ese bosque frondoso, a través de interesantes referentes plásticos y literarios que asoman en el trabajo de Juan Muñoz-Tébar y Ramón París.
Melancolía
Tanto el Diccionari de la Llengua Catalana como el María Moliner, definen «entreson» (la versión original en castellano de Venezuela es Duermevela) como «medio sueño o sueño ligero». El título de este álbum que publica Ekaré, sin embargo, hace referencia a un estado, no solo a la calidad del dormir. Duermevela sería el tiempo (y el espacio) en el que uno tiene un pie en la realidad y otro en el sueño. Sería, pues, un concepto que transmitiría melancolía («tristeza vaga, sombría y duradera»). Frágil, irreal, alucinatorio, duermevela es el punto de salida de un mundo para entrar en otro, y así lo han representado los autores, ambos de Venezuela aunque residen en Barcelona.
El texto es breve y explica como Elisa, una niña que no consigue conciliar el sueño, se escapa a un mundo nocturno repleto de vegetación (¿una selva?) y habitado por animales salvajes (distinguimos un tigre, una serpiente, un cocodrilo , un armadillo ...) que, al parecer, no le da miedo. La acompaña un animal extraño, un oso hormiguero llamado Estebaldo, y ambos, exploradores intrépidos armados de precarias linternas (un farolillo Elisa, un frasco de vidrio lleno de luciérnagas Estebaldo), inspeccionan, descubren y analizan (pero no temen) el espacio de tierra, agua y cielo que rodea aquella selva oscura. Poco a poco, les llega el sueño, y entonces la niña regresa a la habitación y se queda dormida en su cama.
Los miedos nocturnos son un tema recurrente en los álbumes ilustrados. El mismo Muñoz-Tébar explica en una entrevista que la idea del libro surgió de constatar la dificultad de su hijo para conciliar el sueño. La novedad que, para quien esto reseña, aporta Duermevela es la actitud serena que transmiten tanto el texto como las ilustraciones. De entrada, comentar que todas las páginas del libro son negras. La noche, la oscuridad, no se escapa ni se contrarresta en ningún momento de la historia. La niña teme la oscuridad, pero se sumerge en ella valiente. El mundo en el que penetra a la manera de la Alicia de Carroll, no es una alternativa a la oscuridad sino que, al contrario, resulta ser un compendio de las cosas que provocan el miedo: la negra noche, los huecos de los árboles, los animales feroces. Elisa, sin embargo, no muestra angustia; más bien acepta que la noche (las pesadillas) contiene todo aquello que descubre.
Teatro Negro de Praga |
De una forma deliciosa, Ramón París hace aparecer del negro del papel las formas de las cosas. Y nosotros pensamos en el Teatro Negro de Praga, donde los puntos de luz y de color estallan desde una nada angustiante. Elisa, como hemos dicho, va descubriendo los misterios que la negra noche esconde. No le importa meter la cabeza dentro de un agujero, o dentro del lago, y en las figuras que dibujan las estrellas reconoce formas animales que la ayudan a serenarse. Es la melancolía a la que nos hemos referido antes y que Lars Von Trier, el director sueco, retrató en un film titulado así.
Fotograma de Melancholia, de Lars Von Trier |
Fotograma de Melancholia, de Lars Von Trier |
Tenniel. Alice In Wonderland |
Esta sensación de duermevela, de la tristeza vaga, de las cosas sin remedio ni explicación o cura, nos llevan de nuevo al mundo de Alicia. Curiosamente, el ámbito escogido por el ilustrador del álbum se parece al mundo de las maravillas de Caroll. La vegetación exuberante, los animales extraños, la niña que se conforma y acepta, y que gracias a ello aprende y, en cierto modo, se resigna. Otro posible referente del autor puede ser la imaginería prerrafaelita, el movimiento pictórico anglosajón de finales del XIX que mostraba personajes melancólicos en parajes de naturaleza exuberante y salvaje.
E.R Hughes (1901) |
Alice in Wonderland, Tim Burton. Movie image |
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La verticalidad de algunas de las composiciones tiene una lectura de arriba a abajo (o de abajo a arriba), como la tienen muchas obras de la pintura japonesa o las composiciones de Rothko: no las leemos de izquierda a derecha, sino de la parte superior a la inferior o viceversa. Este tipo de lectura conecta con la espiritualidad (nuevamente la melancolía). No todas las composiciones siguen esta ley en Duermevela, e incluso hay una, justo en el momento en que la niña y Estebaldo bostezan muertos de sueño, que es circular o elíptica, una especie de fuerza centrífuga que representa la somnolencia.
Al final, la niña vuelve a su cama y duerme (Alicia también se había dormido en el prado). Tal vez los motivos florales de la colcha y los árboles que se ven a través de la ventana la han llevado a imaginar una selva. Tal vez el gatito que duerme a su lado sea un alter ego de Estebaldo. Tal vez los puntitos del cielo en una noche de luna llena formasen animales si pudiéramos unirlos con un lápiz.
Tal vez, sí, estos miedos nocturnos que sufren muchos niños y niñas dejen de serlo cuando, atentos y melancólicos, acepten explorarlos. Seguramente no sabríamos definir el concepto de luz si no existiera el de oscuridad.
Reseña original en catalán: http://llibresalrepla.cat/?p=3285
Traducción al castellano: Merce Palomar
Traducción al castellano: Merce Palomar