martes, 15 de junio de 2021

No riman, ¡pero cómo suenan! | Cajita de fósforos

Adolfo Córdova (Veracruz, 1983) es un periodista, escritor e investigador mexicano. Máster en Libros y Literatura Infantil y Juvenil por la UAB, ha recibido reconocimientos como el Premio Bellas Artes de Cuento Infantil Juan de la Cabada 2015, Los Mejores del Banco del Libro de Venezuela 2017 y lista White Ravens 2017 por su obra.

Su investigación sobre poesía no rimada lo llevó a curar la selección de poemas que conforman Cajita de fósforos bajo la edición de María Francisca Mayobre, dirección de arte de Ana Palmero Cáceres e ilustraciones de Juan Palomino. El libro resultó el ganador del 2021 BOLOGNA RAGAZZI AWARD: POETRY de la Feria del Libro Infantil de Bologna.

En este texto Córdova comparte algunas miradas sobre el género y narra el nacimiento de esta luminosa selección.



No riman, ¡pero cómo suenan!


Son 36, el más antiguo de 1920, de Juana de Ibarbourou; el más reciente, nacido con el libro, de María José Ferrada. Son 100 años de poesía infantil no rimada. Y entiendo como poesía infantil aquella que puede interesar a niñas y niños, haya sido escrita o no con esa intención. La mayoría aquí sí fue escrita para hablarles, y buscando otra música, la misma que ya exploraban desde principio del siglo pasado muchxs poetas: sin rima, mucha de ella libre de métrica. Pero también incluimos poemas no escritos pensando en un lector infantil, porque la historia de la lectura reclamada por niñas y niños se ha escrito así: con y sin el adjetivo.


No riman, pero ¡cómo suenan! Hay en estos poemas una búsqueda rítmica, experimentación sonora, voces (algunas consonantes o asonantes, sí) como notas que van colocándose en una partitura invisible, nacida en la mente del o la poeta, que se materializa en la mente que lee-escucha esa armonía.


Mi criterio para ordenar la selección no fue cronológico ni temático pero sí buscaba un movimiento particular: el de una cabeza de fósforo encendiendo otra, una suerte de efecto dominó de palabras. Esta intención se fue a la luna y se convirtió en narración con las ilustraciones de Juan Palomino. ¿Cómo le hizo Juan para convertir una antología de poemas en un libro álbum? No lo sé, pero él da algunas pistas en una entrada previa en este blog tan querido. Y en el siguiente texto, epílogo en Cajita de fósforos, les compartimos un poco más de mi proceso. 

 

Profundamente agradecido con todo el equipo de Ekaré y con los y las poetas que encendieron esta cajita con cada uno de sus luminosos poemas


Si has acercado alguna vez un caracol a tu oreja, sabrás que hay asombros que no se ven pero se escuchan. Escuchar para creer que hay un mar contenido allí dentro o un trueno cayendo entre los cerros o un aullido apuntando a la luna. Luego, quizá veas en tu mente las olas ir y venir, la tormenta desatarse, una jauría de lobos en cacería. Pero han sonado primero, el sonido te ha hecho abrir los ojos.

La poesía es así: suena, palpita, tamborea; ama ser leída en voz alta, entra por el oído y sale por la mirada. Empezó a sonar de boca en boca y a mover los cuerpos de quienes la pronunciaban hace miles de años. Y desde entonces ha cambiado y acompañado el paso de la humanidad.

Como coleccionista de poemas, quería hacer una selección para niños, niñas y jóvenes que armonizara distinto, sin rima. Durante un año me dediqué a buscar en papel y pantalla, de un lado y otro del océano Atlántico. En Alemania, conocí un castillo de libros, la Biblioteca Internacional de la Juventud, y allí pasé horas y días y páginas hasta que encontré, en una revista vieja, en una estantería baja, en el rincón de una sala de lectura, un inusual poema de Aquiles Nazoa, que cantaba como canario y calzaba como Cenicienta. Y sentí al leerlo ese asombro de oír por primera vez el oleaje dentro del caracol.


Seguí leyendo tras la música de poetas de Iberoamérica en otras bibliotecas, como la de CEPLI, en Cuenca, España, en una ciudad medieval incrustada en un arrecife prehistórico, y otra más, la de IBBY, en mi país, México, en una casona donde reina una araucaria de casi cien años. Mientras iba cambiando de paisajes, de un lugar a otro, variaban los acentos de la gente con la que conversaba y el ritmo de las palabras que leía, y las fui guardando como tesoros en una cajita, como dice María Elena Walsh en el poema que inspiró el título de este libro.

Me guié con varias preguntas: ¿quiénes fueron los primeros en atreverse a romper la forma tradicional de la poesía para niños y niñas quitándole la rima y la métrica? ¿Quiénes continuaron con ese atrevimiento e imaginaron infancias que sonaran distinto? ¿Quiénes siguen haciéndolo hoy, explorando nuevos timbres y temas?

Aunque algunos dicen que rimado es igual a infantil y no rimado equivale a juvenil, nosotros no somos buenos para las fórmulas matemáticas. Se puede disfrutar de cualquier tipo de poesía a cualquier edad. En este libro esperamos convocar a todos. Reunimos a 36 poetas iberoamericanos de 10 países con imaginarios diversos. Cada poema, en prosa o en verso libre (exceptuando los haikus), conduce a otro pues cuando los organicé tenía en mente un sonido y una imagen que me hipnotiza desde niño: la de una cabeza de fósforo encendiendo otra.

Entre una y otra llama, una y otra voz, quizá escuches la tuya o busques otras, y a otros y quieran guardarlas aquí. O empezar su propia cajita de asombros encendidos.

 





Compartimos también este video en el que Adolfo explica en qué consiste su trabajo como investigador y antologador y propone a niños y niñas que se vuelvan coleccionistas de versos y hagan su propia antología: