jueves, 22 de agosto de 2013

Un niño de 80 años: entrevista a Max Velthuijs

Elena Iribarren, autora, traductora y editora de libros para niños, realizó esta entrevista a Max Velthuijs en el año 1998 en Boloña, Italia.


Usted vive en una ciudad cercana al mar del Norte donde debe hacer mucho frío en invierno. ¿Qué experiencia tiene de esta estación que es tema de uno de sus libros: Sapo en invierno? 

Nací en La Haya. Pasé mi infancia, crecí y he vivido casi toda mi vida en ese lugar. Soy como Sapo: a mí no me gusta el invierno en Holanda. Es gris y lluvioso y siempre hay viento. Me parece fastidioso y deprimente. Pero sí me gusta mucho patinar en el hielo y por eso es por lo que en el libro Pata aparece patinando y trata de enseñar a Sapo a hacerlo.

¿Cómo era usted cuando niño y cómo ve a los niños en la actualidad?

Hoy en día los niños aprenden muy rápido. Todos saben utilizar los ordenadores. Yo lo intento y nada; no lo logro. Es otro mundo, no lo puedo entender. Cuando era pequeño todo era completamente distinto. Nosotros no sabíamos nada del mundo, nadie nos decía nada. Ahora, ya desde muy pequeños, los niños aprenden sobre el aire, el agua, sobre lo que es importante para la vida. Y no creo que los niños reciban demasiada información. El niño acepta lo que quiere o necesita. Y sí, los niños de hoy aprenden a ser libres, a hablar con la gente. Yo era un niño tímido. Cuando tenía 7 años, los adultos me parecían monstruos, les tenía miedo. Ahora los niños no tienen miedo de las personas grandes. Son sus amigos.

¿Qué contacto tiene usted con los niños que leen sus libros?

A menudo visito los colegios. Hablo con los niños y los maestros y les cuento historias. Este contacto con la gente es algo muy importante para mí y para mi trabajo. Es algo que tengo que hacer, es parte de mi vida. En Holanda me he vuelto muy popular en los últimos años. Sapo enamorado es uno de los libros favoritos de los niños.

Antes de dedicarse a los libros para niños, usted tuvo otros oficios. ¿Cómo descubrió su verdadera vocación?  

Gracias a una feliz coincidencia encontré este camino. Trabajaba en una empresa publicitaria, cuando un día recibí el cuento que había escrito uno de los directores de la compañía y que yo debía ilustrar. Mientras hacía las ilustraciones, empecé a sentir que yo también podía escribir las historias. Y así fue. Después de la guerra hice caricaturas políticas; luego, entré en el campo del diseño publicitario. Ese es un mundo muy hostil y siempre me sentí allí como un extranjero. Después de diez años, lo abandoné. Cuando por fin empecé a  ilustrar libros para niños, una parte de mi vida cambió. Ahora, cuando echo la vista atrás, sé que hice miles y miles de ilustraciones durante aquellos tiempos, pero hoy no queda nada de todo eso. Con los libros es totalmente diferente: los libros permanecen.
 
En los libros ilustrados existe una relación muy estrecha entre la palabra y la imagen. ¿Cómo se da el proceso de esta creación?
 
Cuando uno está escribiendo, algo empieza a suceder independiente de uno mismo. Los personajes y la historia se desarrollan por su cuenta y uno los observa desde afuera. En el caso de Sapo y la canción del mirlo, de pronto lo vi todo en mi cabeza. Sapo y los animales encuentran un pajarito tendido en el suelo del bosque. Con los buenos cuentos es siempre así. No lo piensas. En un minuto lo ves todo: el comienzo y el final. Uno sólo completa lo que pasa en el medio. En este proceso de rellenar el medio de una historia es muy divertido preguntarse: Y ahora, ¿qué estará pasando?

La mayoría de las ideas no son suficientemente importantes, pero las buenas cosas se quedan y se repiten; vuelven todos los días. Después de dos semanas, tomo el bloc y comienzo a escribir y a dibujar a la vez, muy rápidamente. Entonces lo dejo reposar varias semanas, lo vuelo a ver y quizás digo: «No está tan mal». Luego, se lo muestro a mi esposa que es muy crítica y después a Klaus Flugge, mi editor. Cuando le llevo un libro a Klaus, es muy importante. Él es como una persona típica. Lo mira y si dice: «Está bien», sé que está bien. 

Muchas personas piensan que los libros para niños tienen poco texto y que es fácil escribirlos. ¿Cómo es ese proceso para usted?

Para mí no es nada fácil escribir e ilustrar. Es una lucha. Siempre estoy luchando con lo que tengo en la cabeza. En la noche, lo veo todo en mi mente, y parece fácil. Pero al día siguiente, lo que sale en la hoja no es en absoluto lo que quería. Paso medio año con un libro, repito las ilustraciones una y otra vez. Es muy difícil desprenderse de las ilusraciones. En el momento en que las envío al editor, siento que puedo volver a respirar. Luego, al pasar el tiempo, surgen nuevamente las dudas y comienzo a pensar: «Ay, no». Hay que tomar una distancia con el trabajo. Después de dos años, tal vez pueda volver a ver el libro y decir: «Esto está bien».

En la tradición flamenca, los paisajes han sido pintados por artistas a lo largo de siglos. ¿Qué importancia tiene el paisaje para usted?


Los paisajes de mis libros no son de ningún lugar. O tal vez sean una mezcla de todos los que he visto. Nunca trabajo directamente de la realidad. Todo está en mi cabeza, en mis sueños. Pero hay muchas influencias que uno descubre a lo largo de los años. Todas las cosas que vienen de la naturaleza influyen en mí. Cuando camino por la playa, busco caracoles ordinarios, ninguno especial. Miro sus colores y los guardo en mis bolsillos. Siento que son preciosos para mí. Estas sensaciones me permiten tener una imagen de paisajes que nunca he conocido.

En sus historias, Sapo se ve muchas veces envuelto en situaciones cómicas. ¿Qué papel tiene el humor en sus libros?

Escribo libros para niños que comienzan a enfrentarse a los problemas de la vida. Siento que el humor es algo necesario en tiempo difíciles. Durante los años de la guerra que me tocó vivir, fue muy importante aprender a ver las cosas con humor para poder soportarlas. En el trasfondo de todos mis libros está el humor. Al comienzo esto era un problema con el público alemán, que no sabe reír. Y los suizos son todavía peores: siempre tienes que explicarlo todo. Los holandeses somos como los ingleses, tenemos buen sentido del humor. 

En su libro Sapo y el forastero, aparece un personaje curioso en el universo familiar donde viven Sapo y sus amigos: es el forastero, aquel que es, en sus palabras «de todas partes y de ninguna». ¿Es usted un gran viajero?

Me gusta viajar pero sólo cuando no tengo que hacerlo. Desde mi casa, miro por la ventana y me digo: «Qué agradable sería ir a...». Entonces, justo antes de partir, me siento muy extraño y digo: «¿Por qué he de salir de mi casa? Me gusta este lugar». Pero cuando por fin me subo al avión, lo olvido todo. Y, finalmente, sí me hace falta viajar. Necesito sentir el aire y los olores de otro lugar, probar nuevas comidas y ver otros paisajes, todas esas cosas que hacen que el mundo sea tan hermoso.

¿Cuáles son sus autores-ilustradores preferidos?

 El alemán Janosch es uno de los mejores. Sus primeros libros son los mejores de todos. Ralph Steadman es un ilustrador muy importante, pero sus libros no son para niños. Józef Wilkon me gusta. David Mckee y John Burningham son también muy buenos.


Cuando se termina de leer uno de sus libros, se tiene la sensación de haber descubierto algo muy valioso. ¿Qué cosas le dan sentido a la vida?

La vida es algo muy extraño. Uno vive muchos años en diferentes niveles. Se aprenden muchas cosas, y tal vez la más importante de todas es que uno no es lo más importante. Los jóvenes de hoy pueden hacer tantas cosas. La vida les ofrece múltiples alternativas: informarse, conocer, viajar. Y, sin embargo, no están conformes. Tienen mucho y les molesta tener que entregar parte de sí mismos a los demás. He aprendido que parte de la vida la debe uno entregar a otra persona. Así tiene que ser. Sí, he encontrado mi alma. Soy muy, muy viejo.

IRIBARREN, E. (2003) 'Un niño de 80 años: entrevista a Max Velthuijs'. En Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil 163, pp. 28-31. Barcelona: Editorial Fontalba.

lunes, 12 de agosto de 2013

Sapo y los problemas de la vida

En torno al 80 cumpleaños de Max Velthuijs, Verónica Uribe, editora de Ediciones Ekaré, escribió este artículo. Para conocer a Sapo, viene bien leerlo.

Una inspirada creación

Dicen que todos los ilustradores se dibujan a sí mismos en sus personajes. Pero cuando a Max Velthuijs le preguntaron si él era Sapo, protagonista de su más famosa serie de libros para niños, lo negó con mucha firmeza. Sin embargo, quienes vimos al ilustrador holandés en su visita a Venezuela sumergiéndose en las cálidas aguas del Caribe con un traje de baño con rayas blancas y rosadas, idéntico al que usa el inocente Sapo, no dudamos de que Max era Sapo. Y el convencimiento no vino exclusivamente de su atuendo de baño, sino de su sonrisa, de oreja a oreja, y de alguna de sus reflexiones, como cuando hablando de los viajes, dijo: «Me gusta viajar, pero sólo cuando no tengo que hacerlo. Desde mi casa, miro por la ventana y digo: "Qué agradable sería ir a..." Entonces, justo antes de partir, me siento muy extraño y digo: "¿Por qué he de salir de mi casa? Me gusta este lugar"». Lo mismo piensa Sapo, que ama su casa, su bosque, sus amigos, y sufre de nostalgia cuando, entusiasmado por el espíritu aventurero de Rata, sale un día a correr mundo. Se cansa pronto de las penurias e incomodidades del viaje y añora regresar a su blanda camita (Sapo y el ancho mundo).

Max Velthuijs llegó a los libros para niños después de una exitosa carrera en publicidad (un «mundo hostil», en sus propias palabras) haciendo afiches, avisos, portadas de libros y películas de animación. Fue en 1968 cuando la editorial suiza Nord Sud lo contactó para que ilustrara un libro para niños. Al año siguiente, publicó The boy and the Fish (El niño y el pez), de cuyo texto era también autor. Pocos años después abandonó la publicidad y se ha dedicado desde entonces exclusivamente al campo de la literatura infantil. Ha publicado más de 40 libros que han sido traducidos a 14 lenguas, entre ellas, castellano, inglés, alemás, francés, japonés y coreano.

La serie de Sapo, en su formato original de álbum, ha sido publicada en castellano por Ediciones Ekaré, título por título, desde 1998, a medida que van siendo creadas por su autor. Son las historias de cuatro amigos –Sapo y sus tres compañeros: Liebre, Pata y Cochinito– que viven en medio de un verde bosque. Cada uno se mueve en su ámbito: Liebre leyendo mucho, Cochinito preocupado por cocinar y lavar, Pata medio distraída y Sapo circulando entre ellos, vinculándolos con sus inquietudes, con sus «problemas de la vida».

Pero, ¿cuál es el encanto que encierran estos libros que los ha hecho favoritos de muchos niños y de no pocos adultos? Algunos señalan que la sencillez es una de sus principales virtudes y características. 

«Sapo es una inspirada creación, una obra de arte de la simplicidad gráfica. Sapo es poco agraciado, verde y vulnerable y, sin embargo, logra transmitir una dignidad reflexiva», dice una crítica aparecida en The Guardian.

Max Velthuijs mantiene en toda la serie el mismo esquema de diseño: el texto siempre abajo y las imágenes ocupando las dos terceras partes de la página, la mayoría enmarcadas y algunas desplegadas en doble páginas y sangradas. Es un planteamiento simple y riguroso que representa una fluida transición entre el álbum de gran formato y el libro de primeras lecturas. Casi todas las imágenes son de plano general. No hay primeros planos ni perspectiva distinta de la frontal. Hay una direccionalidad notoria de izquierda a derecha en todas las historias, y las imágenes, en su dinámica, nos impulsan a pasar la página.

Cuando se habla de las ilustraciones de Max Velthuijs, muchos mencionan los colores brillantes y el fuerte trazo negro del dibujo. Pero más que estas características, típica de lo que se supone gusta a los niños pequeños, resaltan la expresividad de los personajes que dejan ver, con humor y también ternura, sus estados de ánimo, sus propósitos, sus emociones.

La mayor parte de las historias de Sapo y sus amigos suceden al aire libre: en el bosque, en la laguna, en el río. Este paisaje de mucho verde, de cielo abierto, transmite alegría y gozo, deleite en la naturaleza y amor por la vida, y nos habla de personajes que se mueven en su mundo con libertad y seguridad.

Una rata inmunda y sucia

Pero junto con este planteamiento gráfico simple y animoso, lo que atrae en los libros de Sapo son las historias mismas y el encanto con que están contadas. «Velthuijs limpia toda la solemnidad fatua de los grandes temas», señala un crítico. Y, ciertamente, para abordar el amor, la muerte, la amistad, la nostalgia, el racismo, Velthuijs tiene una levedad que se agradece. Tanto es así que, por fortuna, más que ver «objetivos transversales» y la «cuestión valórica», los docentes, como los otros mortales, se dejan encantar por Sapo y sus tribulaciones expresadas con una mirada inocente y desprejuiciada, en diálogos llenos de humor.

Sapo enamorado es uno de los títulos favoritos de los niños, como lo señala el mismo Max Velthuijs. En este episodio, Sapo está preocupado porque no se ha sentido bien. Tiene ganas de reír y de llorar al mismo tiempo y no sabe si está feliz o triste. Pasa por casa de Liebre y le cuenta:

«–A veces tengo calor y a veces tengo frío –dijo Sapo–. Y hay algo que hace tunk tunk dentro de mí, aquí.
Y se puso la mano en el pecho.
Liebre pensó profundamente como un doctor de verdad.
–Ya veo –dijo–. Es tu corazón. El mío hace tunk tunk también.
–Pero el mío algunas veces hace tunk tunk más rápido de lo normal –dijo Sapo.
Liebre sacó de su biblioteca un enorme libro y pasó las páginas.
–Ajá –dijo–. Oye esto. Latidos acelerados, sudores fríos y calientes... ¡Estás enamorado!
–¿Enamorado? –preguntó Sapo sorprendido–. ¡Estoy enamorado!
Y se puso tan contento que de un salto salió de la casa y brincó hasta el cielo».

Otro de los títulos notables de la serie es Sapo y el forastero. Notable desde la primera escena en que aparece Cochinito saliendo del bosque con gesto alarmado, mirando hacia atrás, hacia «lo desconocido», que los lectores no podemos ver todavía.
«–¿Ya lo vieron? –preguntó Cochinito alborotado cuando encontró a Sapo y a Pata.
–No –dijo Pata–. ¿Cómo es?
–A mí me parece una rata inmunda y sucia –contestó Cochinito–. ¿Qué habrá venido a hacer aquí?
–Hay que tener cuidado con las ratas –dijo Pata–. Son todas unas ladronas.
–¿Cómo lo sabes? –preguntó Sapo.
–Eso lo sabe todo el mundo –dijo Pata indignada».


Pero Sapo no está seguro y decide ir a visitar al forastero esa misma noche. Agazapado tras unos arbustos, Sapo mira a Rata en su campamento al lado del bosque. En una doble página llena de azul y verde, muy hermosa, vemos a Rata calentando su comida en un sabroso fuego. El olor es delicioso y Sapo piensa que todo se ve muy acogedor. El día siguiente lo cuenta a sus amigos:

«–Parece un tipo simpático –dijo Sapo.
–Cuidado –dijo Cochinito. Recuerda que es una rata inmunda.
–Te apuesto a que se comerá toda nuestra comida y que nunca trabajará –dijo Pata–. Las ratas son todas unas flojas y unas aventureras».

Sapo, sin embargo, continúa visitando a Rata y se han amigos. Esto le parece muy mal a Cochinito y a Pata.

«–No deberías andar con esa rata inmunda.
–¿Por qué no? –preguntó Sapo.
–Porque es distinto a nosotros –contentó Pata.
–¿Distinto? –contestó Sapo. Pero todos somos distintos.
–No –dijo Pata. Nosotros somos iguales, somos todos de aquí. Rata no es de aquí».

Así Velthuijs retrata la forma en que se configura en una pequeña comunidad la desconfianza y agresión hacia los forasteros y diferentes. El prejuicio se contrapone a la inocencia de Sapo, a sus preguntas lógicas, como muchas de las que hacen los niños y que suelen dejar trastabillando a los adultos.

En Sapo y la canción del mirlo hay otro diálogo excepcional cuando Sapo encuentra un pájaro tendido en el suelo del bosque muy quieto, sin moverse. Cochinito cree que está dormido, pero Pata piensa que está enfermo. Cuando Liebre lo ve, dice:

«–Está muerto.
–Muerto –dijo Sapo–. ¿Qué es eso?
Liebre señaló el cielo azul.
–Todo muere –dijo.
–¿Nosotros también? –preguntó Sapo.
Liebre tenía dudas.
–Quizás cuando seamos viejos».

Helo aquí una vez más: con una simplicidad resistente a la trivialización, la narración logra abordar el tema más complejo y trascendente de la experiencia humana. Gracias a esta simplicidad, el mundo de Sapo es un lugar accesible en el que además de encontrarnos con historias divertidas o intensas, nos sentimos partícipes de una experiencia en común; común a la de Sapo y sus amigos, pero, en definitiva, común a la de todos. Sí, a veces es posible que un sapo verde e inocente pueda conectarnos con la humanidad.

URIBE, V. (2003) 'Sapo y los problemas de la vida'. En Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil 163. Barcelona: Editorial Fontalba.

martes, 6 de agosto de 2013

Medalla a la sensibilidad

Imaginen por un momento que están en Ciudad del Cabo, África, en una sala llena por grandes conocedores, creadores, fanáticos y lunáticos de la literatura infantil, todos reunidos para dar medalla a las ideas que cuentan grandes historias y trazan líneas permanentes en la cabeza de los niños del mundo. Se preguntarán lo que observan, pues bien: Bienvenida a la entrega del premio Hans Christian Andersen, año 2004. Tiene la palabra el presidente del jurado, el señor Jeffrey Garret: 

El momento ceremonial más importante de cada congreso IBBY de los últimos 50 años, ha sido aquel en el que se reconoce a los ganadores de nuestro más elevado premio: la medalla que lleva el nombre de los mejores cuentacuentos del mundo, la Hans Christian Andersen, presentada bajo la tutela y protección de Margarita, reina de Dinamarca.

Este año otorgamos este premio a dos laureados, y yo tengo el honor y el placer de presentárselos –primero con algunos comentarios acerca de sus logros y luego, casi por acto de magia, en persona, como si un conjuro los hubiese hecho aparecer justo frente a nuestros ojos en un lugar tan distante de sus hogares, con el propósito especial de aceptar este premio. He llegado a conocer bien sus trabajos en el curso del último año, terminado en el encuentro del jurado el pasado abril en Basel, donde fueron seleccionados de entre un grupo de 50 destacados candidatos de todas partes del mundo.

¿Cómo presentárselos, describir sus logros, ubicarlos en un contexto más amplio, o quizás, en contexto el uno con el otro? Mientras me ocupaba de esto, recordé a uno de mis profesores de la Universidad de Munich. Era el romanista y lingüista Harald Weinrich, luego electo al Collège de France. Él me dio la primera lección de cuentos populares y de hadas. Sí -dijo-, es favorable iniciar la experiencia del niño en la literatura con una clara distinción entre el mundo de las historias y el mundo fáctico porque, en primera instancia, los niños no ven diferencias entre estos dos mundos y tratan de influir en el curso de la historia (pensemos, por ejemplo, en cuando van al teatro de títeres). Gradualmente, la diferencia entre los que Weinrich llamaba “mundo narrado” y “mundo descrito”, se volvió más clara –esto permitió que notara que la historia puede actuar en el niño de una manera sutil y directa. De igual modo, los cuentos populares y de hadas presentan el tema de la bondad y la maldad, lo bueno y lo malo como categorías inconfundibles en primera instancia: le separan la complejidad del mundo al niño, dándole la base sólida de valores que proporcionan los cuentos de hadas –para luego presentarles las complejidades, contradicciones, crueldades y paradojas. Estos niños estarán, de este modo, bien preparados para actuar frente al mundo, fundamentados e inspirados por la importancia de las ficciones que han internalizado, ficciones más verdaderas que los propios hechos, que los han dotado de una matriz para interpretar lo que ven, cómo se sienten con respecto a sí mismos y cuál es la base de sus ideas, sus nociones de la verdad, sus visiones y planes de acción para cambiar el mundo.

El ganador del Hans Christian Andersen en ilustración es Max Velthuijs, de Holanda. Velthuijs se nos presenta bajo el aspecto de un contador de fábulas, que como Esopo, presenta temas apartados de la estupidez, la vanidad y la mezquindad de nuestras comunidades; en cambio, habla de la nobleza de nuestras emociones naturales, el poder de la amistad y el amor, el inestimable valor del individuo y sus diferencias, y el triunfo de la vida sobre la muerte. Las historias de Kikker, o Sapo, y su diverso grupo de amigos, son obras en miniatura de nuestra época que demuestran, en viñetas enmarcadas –como si estuviesen en un escenario-, que la vida puede ser dura pero buena al final, momento en el que habrá tranquilidad: no rendirse, no perder la fe, porque se es más fuerte de lo que se piensa, y no se está solo.

A pesar de que en el retrato de Velthuijs que escribe Toin Duijx para Bookbird se hace énfasis en el humor y la seguridad del ganador del Andersen de este año, estas cualidades no carecen de elementos reales. Velthuijs no niega que la vida y la niñez son una combinación de miedo con peligro, tristeza, odio y violencia. Esto no es Hollywood, Sapo no es un superhéroe, y no todas las cosas son, ni el mejor de los mundos, para el bien de todos. El valor de su mensaje está en enseñar a sus lectores jóvenes el camino a través de la oscuridad hasta el otro lado, y cómo el coraje y la amistad hacen posible este camino.

Recibe la medalla con un sapo al bolsillo, del lado del corazón, Max Velthuijs:


La decisión que ha tomado el jurado de concederme este premio, me llena de orgullo. Pero también me sorprende, ya que ganar premios nunca fue uno de mis objetivos. ¿Significa esto que soy “el mejor”? Claro que no. Hay muchos ilustradores talentoso que son probablemente mejores que yo. Pero aprecio este homenaje como una señal de reconocimiento de que soy uno de ellos. Y hoy, puedo detenerme en el tope de la montaña y estar, de cierta manera, orgulloso. De cualquier modo, cuando pienso en el camino que caminé y en la lucha que sostuve para llegar acá, me llena también una sensación de tristeza. Me brota la nostalgia cuando pienso en el momento en que nació Sapo. Cómo traté de comunicar un sentimiento con un pincel, algo de pintura y un pedazo de papel. Pero, ¿dibujar es así de difícil? Cuando sucede que has nacido con un poquito de talento, entonces no está tan mal. Dibujar un sapo no es tan difícil. Pero, ¿cómo dibujar un sapo enamorado? ¿O un sapo con miedo? ¿Hay reglas o lineamientos que puedan ayudar? Para esto, el talento por sí solo no es suficiente. Ahora necesitas la sensibilidad. La esencia de esta profesión es la de compartir algo con el espectador. Y cuando escucho de los padres y niños cuánto les gustan Sapo y sus amigos, me supera un sentimiento de felicidad y logro. Y cuando me preguntan cómo lo hice, tengo que responder la pregunta con un simple: “No lo sé”. Sólo puedo decir que hice mi mejor esfuerzo y que traté de transmitir mis sentimientos de una manera honesta. Porque de eso se trata todo. El reconocimiento del jurado me llena de orgullo y alegría. Pero el que alcanza el tope de una montaña, debe bajar de ella de nuevo. De vuelta a la mesa de dibujo, donde todo inicia, porque la vida continúa. En corto tiempo, me encontraré a mí mismo de nuevo frente al papel en blanco, con el pincel y algo de pintura, para empezar de nuevo la batalla. La lucha por traducir mis fantasías en imágenes. Ningún premio Andersen podrá ayudarme entonces, sólo tendré la esperanza de poder hacerlo de nuevo. Porque siempre es tan difícil como la primera vez. Las historias han sido contadas desde el inicio de los tiempos, y transmitidas de generación en generación, para que no sean olvidadas. El hecho de que la IBBY haya creado el premio Andersen, ayudará a asegurarnos de que así sea.

(Aplausos)

Discursos originales en inglés tomados de la web de la IBBY · Traducido por Laura Sánchez