En esta ocasión, Teresa Duran, autora, ilustradora, profesora y especialista LIJ, relata algunas anécdotas en torno a su trabajo como traductora de Animales domésticos (Les animaux domestiques en francés), del escritor e ilustrador francés Jean Lecointre.
Bueno -si hay que confesar la verdad- la
traducción de Animales domésticos, de
Jean Lecointre, empezó de un modo muy sosegado y apacible. Y es que siempre que puedo, antes de Navidad,
me apetece viajar hasta París para visitar el Salon du Livre de Jeunesse (Salón del Libro Juvenil) de
Montreuil. Y para allí me fui en el año 2008. Deambulando y
deambulando por sus pasillos abarrotados de niños, iba agudizando mi más
inquisitiva mirada de halcón para ver qué había de nuevo en el mercado que
pudiese enriquecer mi colección casera. Mi olfato perruno me llevó hasta el
stand de las ediciones de Thierry Magnier, parada obligatoria y
de donde salgo siempre más cargada que un burro. Allí me topé con un libro que
tenía una estética insólita dentro de la LIJ, como de fotonovela coloreada,
cosa que me hizo ronronear golosamente.
Sin ni siquiera leerlo ni atender a
recomendación alguna, gatunamente me lo compré. Aquella misma noche me lo leí y
me tronché. De vuelta a casa se lo mostré y leí a mis compinches de la pandilla
de mosqueadas forofas del libro álbum de
mi Facultad; se rieron y se lo compraron en Amazon. Cuando al cabo de unos
meses vinieron los editores de Ediciones Ekaré a cenar en casa -¿de qué íbamos a hablar si no de
libros?- les saqué los que más me gustaban de mi biblioteca,
entre los cuales estaba Les animaux domestiques. Yo se lo iba traduciendo a lo bestia, en directo y sin
red, al buen tuntún. Irene Savino, directora de arte de Ekaré, se fascinó por su estética, y yo pude explicarle que
el autor, de quien yo ya había buscado
datos en internet, se trataba de un artista digital de mucho prestigio, pero no
pude acabar con mi pedante y marrullera explicación, porque Carmen Diana
Dearden, presidenta de Ekaré, se estaba regodeando de lo lindo con la aventura de los señores Archibald,
y no me dejó ni acabar aquella improvisada traducción porque sentenció: "¡Hay
que publicarlo en Ekaré!", de lo que el editor Pablo Larraguibel tomó buena nota, porque al cabo de un
tiempo me llamó para decirme que ya tenían los derechos y que confiaban en que
yo quisiera traducirlo al español y al catalán. Dije que sí. Y lo hice con sumo
placer y alguna que otra duda o sorpresa lingüística.
¡Anda que no le dimos vueltas a lo de publicar o no el nombre científico real del último personaje que aparece en escena! Aparentemente es una polilla, pero no. El nombre español
exacto y científico del insecto reproducido es mariposón, lo que en algunas
latitudes hispanas suena casi como un insulto. Y como por añadidura, en el
texto en francés, al tal nombre le sucede el adjetivo nocturno. El
resultado subía enormemente el tono del relato, lo que me hacía dudar. Fue
Carmen Diana Dearden quien dirimió la cuestión dando luz verde al resultado. Y me alegré.
Casualidades así añaden sal y pimienta a la tarea de traducir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario