lunes, 26 de marzo de 2012

El criterio de una librera

Lara Meana, dueña de la librería El Bosque de La Maga Colibrí en Asturias, España, hizo de los libros su dedicación. Ante el deseo de ofrecer un nuevo acercamiento a la literatura infantil y juvenil, abrió un espacio especializado en promocionar la lectura a través de talleres, juguetes, escaparates y horas de té. Junto a esto, asumió el oficio de ser librera. Acá nos cuenta cómo.

¿Cómo selecciona los libros de su librería?

Escaparate o vitrina de 
En casa de mis abuelos en la librería.
Antes de ser librera fui bibliotecaria. Antes de ser bibliotecaria fui lectora. Desde que tengo memoria siempre he tenido un libro en mis manos, en mi mochila, en mi bolso. Los años son inseparables de las lecturas que lo poblaron y también de las conversaciones sobre ellas con otras personas.


Me hice bibliotecaria por mi amor a los libros, lo que me apasionaba era leer y compartir mis lecturas. Cuando me incorporé a mi plaza me di cuenta de que mi desconocimiento del fondo infantil era importante así que pasé muchas horas leyendo en sala y empecé a buscar con avidez información sobre literatura infantil. Así, entre lo que iba leyendo, lo que iba aprendiendo y mis conversaciones con los niños usuarios de la librería, fui formando mi criterio.

Cuando decidí abrir una librería especializada tuve claro el criterio que iba a definirla: buenas historias con buenas ilustraciones; buenas experiencias lectoras que contribuyeran a formar lectores que disfrutaran. Cada libro que puebla El Bosque de la Maga Colibrí está aquí por una razón. La mayoría me los he leído o han sido recomendados por personas en cuyo criterio confío mucho. Me gustan; muchos me encantan.

¿Qué expectativas tiene de los talleres en la librería?

En un principio me planteé los talleres como algo complementario, una forma de hacer animación a la lectura profesionalmente y de atraer a gente hacia la librería. Pronto me di cuenta de que algo no funcionaba como yo me lo había planteado: los niños no venían con regularidad y eso suponía que no eran efectivos desde el punto de vista de la formación del lector.

Taller de En casa de mis abuelos realizado en la librería.

Por aquel entonces Beatriz Sanjuan, una gran profesional de la animación lectora, empezó a pasar bastante tiempo en la librería y comenzamos a compartir nuestras experiencias y los libros que nos apasionaban. Así, surgió la posibilidad de que ella se encargara de los talleres, pero planteándolos como un programa de animación lectora y de formación de mediadores.

¿Cómo define el espacio infantil en las librerías?

Yo defiendo el espacio infantil en las librerías, siempre que haya un profesional que seleccione su fondo cuidadosamente. A menudo se piensa que la literatura infantil es “un género menor” o “literatura en una talla más pequeña”. Y no es así, en absoluto. De los miles de libros que se publican al año hay sólo unos cuantos cientos que tienen la calidad mínima exigible.

Creo, sin embargo, que esto no es un problema de las secciones infantiles de las librerías, sino de las librerías en general. La presión de la cadena del libro está llevando a la desaparición del librero, puesto que se considera su espacio como un mero depósito de las novedades editoriales a colocar. 

Digamos entonces, en resumen, que defiendo la necesidad de la existencia de buenas librerías con personalidad, que tienen detrás a un librero que ejerce su criterio. Y esto incluye el espacio infantil.

jueves, 15 de marzo de 2012

La doble autoría en la narración visual


En casa de mis abuelos es un álbum ilustrado que corre cierto riesgo de pasar desapercibido, si lo reducimos a un resumen argumental que es tópico en la literatura infantil: los abuelos son gente simpática, con la que pasan cosas especiales. Pero la propuesta de Arianna Squilloni y Alba Marina Rivera va mucho más allá de un par de anécdotas graciosas o un suceso divertido.

En primer lugar, formalmente, porque es de los casos de elaboración conjunta donde no tiene sentido hablar de texto e ilustraciones, sino más bien de una doble autoría que hace despegar el conjunto. En segundo lugar, narrativamente, e incluyendo a este respecto la narración visual, porque hay un doble proceso de contención y reducción de elementos a un mínimo (de ahí la posible falsa apariencia de sencillez) y un proceso paralelo de diversificación y multiplicación de los hilos narrativos; para el lector esto supone tanto que la historia adquiera especial vivacidad (un mundo de ficción que, al final, creemos poder tocar con los dedos) como que se le ofrece una multitud de detalles más o menos diseminados en los que vale la pena fijarse.

A modo de introducción, las guardas delanteras presentan un solo tema, el de la lluvia, mientras las traseras nos lo devuelven transformado en lluvia normal y lluvia de colores. Esa lluvia es un leitmotiv que va uniendo las páginas y narra por sí sola, con un cielo que se va oscureciendo progresivamente hasta que llueve, un salto temporal al verano y la nueva aparición de la lluvia, ahora con un efecto original (...). Se nos presenta una frase por página, aproximadamente; pero mientras, en la ilustración, van pasando muchas cosas que también cuentan. Por ejemplo, que la lluvia anunciada por las guardas ya ha llegado, antes a la imagen que a la palabra.

El aire realista general apenas se rompe, pero lo hace significativamente en dos puntos, al menos. Por un lado, de manera evidente, en la ilustración final, que mezcla verano e invierno como mezcla presente y recuerdo, y convierte el interior de la casa en algo tropical, pleno de fuerza, por contraste con el color otoñal de la mayoría de la narración. Por otro, en la integración del ser humano, con su entorno, hay un árbol que recuerda claramente la figura del abuelo y así lo vamos viendo, de más cerca y más lejos, en una u otra perspectiva, en invierno pelado y en verano frondoso.

En su conjunto, pues, en lugar de hablarnos de lo chachi que son los abuelos, como pudiera parecer en un vistazo injusto, el álbum nos habla de la vida en general, tal cual pasa, con las dificultades y sobre todo la hermosura, la felicidad y la alegría de la vida compartida, con las huellas que dejamos unos en otros. Todo con una concisión, elegancia y multiplicidad de líneas coordinadas que, personalmente, me ha parecido admirable.

Reseña original publicada, con mayor extensión, por Darabuc en Revista Babar.


viernes, 9 de marzo de 2012


¿Por qué escribir para niños?

Quizá no se trata tanto de decidir para quién escribir, sino de las historias que quieres escribir. Y las historias que quiero contar se mueven por los territorios de las posibilidades, de las asociaciones inesperadas y de la curiosidad.

¿Qué esperas conseguir en el lector?

Probablemente que se apasione por la historia y la deje resonar en su imaginación conjurando de esta manera caminos, palabras e historias personales.

¿Qué fue lo más difícil de lograr en la historia de En casa de mis abuelos?

Desarrollar una trama con su punto de investigación y misterio en el marco de las aguas tranquilas de la evocación y la nostalgia y conseguir que una historia tan personal como esta para Alba y para mí pudiera ser interesante para el lector.

¿Cómo trabajas al narrador (en este caso un niño) para que sea verosímil?

En esta historia hay muchos elementos reales, hilados por una voz literaria que, saliendo de las contingencias de la vida del campo, busca razones emocionales capaces de expresar un sentir universal. Al final el narrador no es un niño sino alguien que recuerda (desde su momento actual) como eran aquellos momentos que fueron tan felices para él.

¿Cuál es tu momento preferido del día para escribir?

Al atardecer, porque es el momento en el que se depositan las ideas. El día para mí pertenece a la actividad, a la inquietud y la agitación.

¿Qué harías si en invierno lloviesen colores en tu casa?

Bueno, esa es una pregunta trampa. Si pasara en casa de mis abuelos sufriría un ataque de melancolía muy difícil de llevar. Si pasara en mi casa no me quedaría más remedio que subir a ver al vecino y preguntarle qué demonios está haciendo en el suelo.

Con el bastón del abuelo y las medias de la abuela, ¿qué jugarías?

Eso lo sé seguro: con un bastón y unas medias puedes llegar a cualquier parte, puedes atar cosas, acercar ramas y recoger lo que se ha caído a un lugar inalcanzable. Con un bastón y unas medias puedes llegar a todas partes. A veces, con esto de la era moderna nos olvidamos de que antes usábamos lo que teníamos a mano para hacernos la vida más fácil y, en cierto modo, aquello era mucho más divertido que tenerlo todo hecho de antemano.