domingo, 15 de diciembre de 2013

Antología familiar

Como cierre de año y a modo de celebración, compartimos las anécdotas inéditas detrás de Los cuentos de Diego y Daniela por Verónica Uribe. Así es la narración, festiva:

 

Alguna vez me han preguntado de dónde surgieron las historias de estos dos niños y la abuela. Bueno, son gente conocida y son historias vividas. Más o menos. A comienzos de los noventa, Diego y Daniela eran dos niños pequeños, de 5 y 4 años, y más de una vez salí con ellos a caminar hacia una casa abandonada en el sector de Sebucán, en Caracas. La llamábamos “la casa de la bruja”. Y por el camino ellos discurrían acerca de cómo sería aquella bruja. Si sería gorda, si sería verde, si acaso nos embrujaría, si olería mal, si comería… ¿niños?. Iban riéndose nerviosos y temblando de susto y antes de acercarnos a la verja rota y oxidada, escapaban corriendo.
 

Recordando estos viajes inconclusos a la casa de la bruja, escribí Los limones mágicos. Fue la primera historia de la serie. Mi intención era abordar escenas de la vida cotidiana de una abuela y sus nietos que se topan con algún personaje singular que a su vez provoca un suceso extraordinario. En Los limones mágicos, conocen a la bruja y la abuela se transforma en sapo al morder los limones mágicos; en El barco pirata aparece Margot, la hermana mayor de la abuela, y todos disfrutan de una noche de juerga a bordo de la nave pirata; en La gran cometa voladora, van a casa de Emilio Chang, el fabricante de cometas, y Diego y Daniela vuelan sobre un gran pájaro del viento.
 

Las tres historias tienen que ver con retazos de recuerdos y con personas cercanas. Las galletas que cocina la abuela son las que mi madre preparaba para Navidad, unas tardes de diciembre en que la casa entera olía a canela, a clavo de olor y nuez moscada. Cuando la masa estaba lista, mi hermano y yo podíamos recortar las figuras: estrellas, pinos, corazones, ángeles. No había, eso sí, moldes de sapos, brujas o limones, como sucede en Los limones mágicos.
 

La hermana mayor de la abuela, la extravagante Margot, se parece a mi hermana Gabriela que también coleccionaba los deshechos que traía el mar: piedras muy pulidas, ramas de formas extrañas, conchitas. Le gustaba la soledad, pero soñó siempre con amores perfectos e imposibles. Como los piratas que llegan en noches de luna llena en El barco pirata.
 

Y mi hermano Pedro, como Emilio Chang, hizo desde niño, los mejores volantines, o cometas (papagayos). Íbamos a la orilla del río o a los cerros de Lo Curro, en Santiago, en los meses de septiembre cuando soplan los cuatro vientos, como en Canelo Alto de La gran cometa voladora. Llevábamos unos gordos carretes de hilo para que los volantines se perdieran en el cielo.
 

Tuve la gran suerte de que estas pequeñas historias le interesaran a Ivar Da Coll. Si no recuerdo mal, estábamos en Bogotá cuando me dijo que le gustaría ilustrarlas. Fue una gran alegría en esa tarde fría y lluviosa. Su trabajo es excepcional y los personajes y los paisajes que creó son inolvidables.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Historias posibles: entrevista a Ivar Da Coll

Entrevista a Ivar Da Coll quien, además de ilustrar los Cuentos de Diego y Daniela, ha sido candidato a diversos premios de literatura infantil, incluidos el Astrid Lindgren Memorial Award y el Hans Christian Andersen.

¿Cómo te presentarías a ti mismo?

Cuando me presento a los lectores, los niños, les digo que mi trabajo consiste en escribir e ilustrar historias. Les explico que lo más común es que un libro para niños sea creado por dos personas: un escritor que transforma las ideas en palabras, y un ilustrador, quien transforma esas ideas para crear dibujos. Entonces suelen preguntarme que de dónde vienen mis ideas. Las ideas vienen de todo, es mi respuesta. Un ilustrador tiene que observar todo lo que le rodea: luces, animales, calles, personas... Un ilustrador es una persona llena de todo lo que le rodea, y esa plenitud causa una especie de cosquilleo. La manera afortunada de transformar esta sensación, al menos para mí, es la de escribir e ilustrar libros para niños.

Uso diferentes técnicas para ilustrar: acuarelas, tinta, lápices de color, creyones, pero, especialmente, gouche (una especie de témpera que ofrece la posibilidad de realizar diferentes texturas, desde acuosa hasta sólida).

Desde que decidí intentar ser autor e ilustrador, sólo he tenido trabajos relacionados a mi profesión. Quizás hay algunos trabajos que no están dirigidos al público infantil pero que me fascina realizar porque me dan la oportunidad de aprender. Todo se trata de aprender nuevas técnicas o de mejorar las que ya se conocían. Un ilustrador debe investigar y estudiar mucho. ¿Por qué? Porque los libros para niños deben contener elementos estéticos de alta calidad: estas piezas maestras de la creatividad deben estar expuestas claramente. Después de todo, son los profesionales en el área los que deben presentarle a los niños nuestro trabajo.

¿Puedes contarnos cómo te hiciste ilustrador de libros para niños?

Cuando tenía siete años, una profesora llamada Julia Rodríguez me invitó a participar en su compañía de títeres. Allí me convertí en titiritero. Además de haber actuado en diferentes obras, diseñé e hice los títeres. Creo que existe una conexión entre los títeres y los libros para niños. Son bastante similares: en ambos se describen las situaciones en las que participan los personajes. La pasión por actuar y el dibujo fue la que guió mi camino hacia la literatura infantil.

Vives en Colombia y has estado nominado varias veces a diferentes premios de literatura como el premio sueco ALMA. La mayoría de tus libros están publicados originalmente en español, una de las lenguas más habladas en el mundo. Esto te hace un autor internacional pero, ¿ves algo particularmente colombiano en tus libros?

Cuando empecé a trabajar como autor, en Colombia no existían lugares especializados en el tema. Por lo que aprendí por mi cuenta. Después de leer, observar y estudiar ilustraciones clásicas y modernas, empecé a experimentar con mi propio trabajo. En cuanto a la temática colombiana, creo que, si me he distanciado en algunos momentos, me ha ayudado en mi formación como autor. Hace veintisiete años, hice mi primera serie de libros: la de Chigüiro. Están basadas en un animal colombiano. Es un mamífero parecido al ratón, pero más bonito. Esta serie es sólo de imágenes, no tienen texto. A lo largo de los años he escrito e ilustrado muchas historias en busca de mi propio estilo, pasé de la rima a la historia de una cantante famosa (Celia Cruz), de poemas de Francisco de Quevedo a El día de los muertos, un cuento tradicional mexicano. Estas experiencias determinaron mi estilo: imágenes que hablaran por sí solas. No puedo desvincularme de las circunstancias que vive mi país. En los últimos años he estado trabajando con la fauna, flora, y paisajes de Colombia para transformarlos en historias que transmitan a los niños las preocupaciones universales.

Has ilustrado tus propias historias y las de otros artistas, ¿cuál dirías que es la diferencia entre las dos experiencias?

La idea de un libro es como la felicidad: cuando sientes que la has logrado, te sientes como la persona más afortunada del mundo. Luego viene la tarea difícil de encontrar las palabras para expresar auténticamente la idea. En algunos casos, trabajo simultáneamente. Así puedo detenerme a contemplar la creación de los personajes: sus gestos, el ambiente... 

En conclusión, trabajo con muchas referencias de imágenes. Es un trabajo increíble porque las palabras y las imágenes se intensifican entre sí. Una frase, una palabra, puede ocupar una ilustración de página completa, por otra parte, una página grande podría ilustrar un espacio pequeño. Ambos son lenguajes correlacionados, siempre en combinación. Las imágenes tienen la fuerza de hablar; las palabras para producir imágenes.

Cuando tengo que ilustrar un libro escrito por otra persona, la manera de trabajar es distinta. En algunos casos, si se tiene la suerte de hablar con el autor, se pueden definir aspectos de cómo el autor se imagina los personajes, los colores, los escenarios... En otras ocasiones, si se tiene suerte, de nuevo, se trabaja con un editor sensible que tenga la habilidad de encontrar las posibilidades de un libro. Esto es muy inspirador. En otros casos, hago yo mismo el trabajo de seleccionar textos que me gustaría ilustrar; podría ser uno clásico o una novedad.

¿Hay temas que sean difíciles de escribir para niños? Cómo dirías que es la recepción de los libros para niños en el público: cerrada o abierta?

Jorge Luis Borges decía: “un buen libro para niños es también un buen libro para adultos”; debería ser capaz de generar emociones en ambos. La única diferencia que podría haber es la particularidad de cada persona. La esencia del libro es la misma para niños y para adultos. Sin embargo, hay filtros que generan distorsión en la literatura infantil por ser considerada inapropiada por parte de los adultos. Algunas veces depende en qué cultura lee el libro. Por ejemplo, uno de mis libros que trata temas prosaicos (flatulencias, mocos, eructos) fue prohibido en Norte América pero en otros países de Sudamérica ha sido bien recibido. El problema real de los libros para niños es que están relacionados, la mayoría de las veces, con enseñar y aprender temas. Nosotros, como adultos, tenemos la opinión errada de que los libros para niños fueron creados para enseñar y no para disfrutar, hacer preguntas, generar reflexiones, fomentar diversas posibilidades y sentir placer. 

¿Qué historias crees que son importantes de contarle al mundo hoy día?

Todos los temas son buenos para la literatura infantil. La importancia está en la calidad: los niños merecen respeto de nuestra parte.

Entrevista realizada en inglés y con mayor extensión en vísperas del ALMA 2012 por Mats Kempe para la revista Karavan · Traducción realizada por Laura Sánchez

lunes, 25 de noviembre de 2013

Los trazos comentados de Ivar Da Coll

Las ganas de dibujarlo todo parecen estar presentes en la cotidianidad de los ilustradores. En el caso de Ivar Da Coll, la ilustración puede ser hasta su sobremesa. El banquete está servido cuando, además, él mismo comenta sobre el arte que realiza.


Dibujo realizado en una servilleta por Ivar Da Coll · Texto tomado del catálogo de la exposición "Ivar y sus amigos" para la Biblioteca Nacional de Colombia, 2007 · Gracias a María Osorio por facilitarnos este material

viernes, 15 de noviembre de 2013

Ivar Da Coll: auténtico intérprete de la cultura infantil

Beatriz Elena Robledo, investigadora colombiana de literatura infantil, escribe sobre la diversidad que ofrece leer a Ivar Da Coll:

Hablar de Ivar Da Coll es hablar de un creador. Creador de un mundo expresado en doble clave: texto e imagen. Este ejercicio creativo en el que, desde su origen, se fusionan los colores, las figuras, las técnicas de la ilustración con las palabras, la historia, el diálogo, requiere un gran talento. Y eso es lo que tiene Ivar Da Coll: talento. Pero un talento cultivado con oficio y vocación de explorador. Ivar es el único representante en nuestro país [Colombia] de ese singular y delicioso género –conquista de los libros para niños– llamado libroálbum. Género en el que no basta una simple relación entre imagen y texto, sino en el que además es necesaria la tensión y la lucha por el sentido entre estos dos lenguajes. Vendrán otros, jóvenes creadores que se irán abriendo camino en este campo que se instala con mesura en nuestro medio, pero él seguirá siendo el pionero. 

El camino para llegar al libro-álbum es diferente para cada creador. Algunos vienen de las artes gráficas y por casualidad o azar devienen en el oficio de crear libros para niños; otros provienen del mundo de la pintura; y otros se forman en la academia como ilustradores. Ivar viene de un espacio que quizás logre explicar su vocación literaria: el teatro. Su formación inicial es la de titiritero. Oficio que lo acerca desde una mirada lúdica al universo de los niños, y que le da los elementos esenciales para crear personajes. Y quizás estos sean dos secretos que explican su consolidación como creador de libros para niños: la construcción de personajes y una intuición, expresada en voluntad creativa, para descifrar el mundo infantil.

(...)

Para el titiritero que no ha dejado de ser, la imagen es escenografía, es teatrino. La imagen además es la posibilidad de mostrar a los personajes y su mundo en toda su expresión. Hasta en los textos más narrativos, sale su condición de dramaturgo. En sus obras los conflictos están concentrados y se resuelven en el mismo escenario. El tiempo presente prima por sobre el pretérito, lo que intensifica el conflicto; el diálogo expresa a los personajes y en la dialéctica de la conversación se resuelven las tensiones. Podríamos referirnos a la obra de Ivar Da Coll como la expresión de una dramaturgia, pero de una dramaturgia referida a los conflictos cotidianos de la infancia. El miedo, el olvido del cumpleaños del amigo, el drama de tener un hermanito que desplaza la atención de los adultos, la dificultad de guardar un secreto, las pesadillas encarnadas en monstruos, la partida de la casa buscando la compañía de un adulto que le dé lo que necesita, son los conflictos a partir de los cuales Ivar crea los personajes y las historias. Y en esta recreación de la vida infantil demuestra una agudeza de percepción que le permite no sólo crear historias cercanas a los niños, sino que además los interpreta, los revela y les devuelve las vivencias de su propio mundo con una gran calidad literaria y artística.
 
Los aciertos de Ivar también son técnicos y formales. Sus personajes animales están lejos de una simple reproducción de la realidad. Son creaciones muy suyas, algunos son híbridos de varios animales que al fusionarse logran crear seres con nombre y personalidad singular; otros representana un animal conocido. Vaca, gato, gallina, pato, pero dibujados con expresiones que los hacen únicos. Eusebio no es cualquier gato, es Eusebio: tierno, sensual, tranquilo, amoroso… Eulalia no es cualquier vaca, es Eulalia: vanidosa, suave y elegante. Y esos calificativos no están escritos en ninguna parte, los construye el lector a partir de la imagen de cada personaje. Allí está la maestría del creador. Quizás los personajes humanos se parezcan más entre sí, pero por sus expresiones sabemos si están tristes, alegres, atemorizados, enojados, en fin, sabemos qué están sintiendo sin que el texto nos lo haga explícito. Al mirar el conjunto de su obra, podemos afirmar con certeza que Ivar Da Coll logra crear un mundo poblado de seres diversos a quienes les caben calificativos comunes: la inocencia y la candidez propia de la infancia protegida que aún no se ha enfrentado a la dureza de la vida. Por eso su literatura acoge, arrulla, divierte y genera gozo en sus lectores tanto pequeños como grandes. Celebramos este homenaje a un artista consagrado a su oficio y quien ha demostrado con su obra estar del lado de los niños.

Texto tomado del catálogo de la exposición "Ivar y sus amigos" para la Biblioteca Nacional de Colombia, 2007 · Gracias a María Osorio por facilitarnos este material

martes, 29 de octubre de 2013

La opción por el libro-álbum

Verónica Uribe, una de las fundadoras de Ekaré y autora de los Cuentos de Diego y Daniela (entre muchas otras vocaciones), escribió en 1999 un texto crítico sobre el libro-álbum y su definición, constitución y alcance. Ekaré invita:

Dos lenguajes

Fue Monika Doppert, nuestra directora de arte de los inicios de Ekaré, la primera persona que nos hizo detenernos a pensar en dedicarnos al libro-álbum como editorial. "Las ilustraciones", dijo, y yo lo he repetido muchísimas veces hablando del libro-álbum, "no están allí para adornar el libro, ni para facilitar la lectura. Las imágenes son un lenguaje: comunican ideas, transmiten, informan".

Esto que parece tan obvio una vez que se escucha, nos lleva inmediatamente a pensar en el libro-álbum como un género que combina dos lenguajes: el de las palabras, el escrito, y el de las imágenes. Y creo que en este reconocimiento elemental, la presencia conjunta de dos lenguajes, que algunos hacen y otros no, radica la diferencia entre aquellas editoriales que publican de verdad libros-álbum, y las que publican simplemente textos acompañados de ilustraciones. Nuevamente digo algo que parece obvio, pero no es así. En América Latina hay muy pocas editoriales que de verdad se dediquen al libro-álbum, que lo hayan considerado seriamente como posibilidad, aunque hay muchas, o casi todas, que publican libros con ilustraciones.

Porque desprenderse de la predominancia, de la tiranía del texto no es fácil. Muchos dicen que el libro ilustrado comienza siempre en un texto, que es la base sobre la cual se construye el resto. Y ésta es, muchas veces, la premisa sobre la que se establece, no tan sólo una manera de entender y trabajar el álbum, sino que se manifiesta en otros ámbitos, por ejemplo, las relaciones contractuales: el autor tiene regalías pero no el ilustrador; o bien, se considera que el texto es una pieza terminada, inmodificable y las ilustraciones están allí para acompañar sin tocar.

Yo prefiero decir que la base ideal para un libro-álbum no es un texto sino una historia, un hilo narrativo muchas veces escueto, construido en palabras o imágenes, que se va modificando, enriqueciendo, complicando y definiendo con la presencia de otras imágenes y palabras. Pero trabajar así no es fácil, yendo y viniendo de la palabra a la imagen. Sólo resulta un proceso fluido cuando el autor del texto y el de las imágenes es la misma persona. De hecho, muchos sostienen que la excelencia en el libro-álbum sólo se consigue cuando esta condición está dada. Tomi Ungerer decía en una charla en Bologna que los únicos libros-álbum que quedarán en la historia de la literatura infantil como clásicos de este género serán aquellos que fueron hechos por un autor-ilustrador.

Tal vez ésta sea una afirmación extrema. En todo caso, el autor del texto es uno y el ilustrador, otra persona -que es la situación más frecuente, al menos en nuestra experiencia-. Es doblemente importante que el proceso editorial siga pautas que rescaten y refuercen la concepción de que estamos en presencia de dos lenguajes igualmente importantes, cada uno con su propia especificidad.

Dos lenguajes en tensión

Igual como antes con Monika Doppert, me encontré con un concepto desarrollado por Perry Nodelman que ha sido particularmente iluminador para mí. Es el concepto de tensión entre texto e imágenes. En un buen libro-álbum, dice Nodelman, las palabras y las imágenes cuentan dos historias diferentes y es la distancia entre la historia que nos narran las palabras y la historia que nos cuentan las imágenes lo que hace al libro interesante.

Las palabras nos empujan hacia adelante, queremos saber qué es lo que va a pasar, queremos descubrir el completo significado de lo que nos están diciendo, de manera que debemos continuar, terminar la oración, terminar el párrafo, pasar la página. Las imágenes, por el contrario, nos detienen para que exploremos en más detalle las escenas específicas que ilustran. Se produce, automáticamente, una tensión entre estos dos lenguajes.

El suspenso que crean las palabras por sí solas es un constante movimiento hacia adelante que se acelera hasta un clímax, pero las imágenes han aislado momentos que nos hacen detenernos y mirar. El goce de un buen álbum es esta constante tensión entre estos momentos de contemplación y la corriente de palabras que los unen. Este stacatto en los libros-álbum es muy diferente al ritmo de una historia contada sólo con palabras.

Las imágenes comunican de manera diferente que las palabras. Como debemos detenernos a contemplarlos, nos alejamos de la trama contada por las palabras, pero la atención que prestamos a los detalles visuales es recompensada con la comprensión más profunda de los sucesos y de los personajes. Las imágenes no pueden retratar la acción. Cuando los ilustradores aceptan la cualidad estática de las imágenes y las utilizan en combinación con el envión hacia adelante de las palabras, crean álbumes verdaderamente interesantes. 

En Bologna, Tomi Ungerer resumía de manera simple este análisis de Nodelman: lo importante en los libros-álbum es el ritmo; los libros-álbum tiene el ritmo de reloj. Tic, tac, tic, tac. Tic, una página, tac, otra página, tic, el texto, tac, las imágenes. 

Tensión entre imágenes y palabras: "Diego y los limones", un caso particular

Encontrar el camino del juego entre las imágenes y las palabras es uno de los grandes retos del libro-álbum. Para ilustradores y editores es importante sentir el ritmo, el vaivén, ese acercarse y alejarse de las imágenes verbales y las gráficas como si estuvieran desmadejando los hilos de un baile.

Ivar Da Coll lo hace con gracia. En este caso, (en "Diego y los limones mágicos" de Cuentos de Diego y Daniela) literalmente tuerce el texto para inventar un camino laberíntico hacia el mundo mágico de la casa de la bruja. Y esta es la casa de la bruja en un entorno poco habitual, un descuidado jardín tropical. Después del primer viaje a casa de la bruja en compañía de la abuela, los niños hacen un segundo viaje, solos. El camino se ha desplegado en parte, pero sigue siendo insólito.

Primer viaje a casa de la bruja, Ivar Da Coll para "Los limones mágicos"
 
Segundo viaje a casa de la bruja, Ivar Da Coll para "Los limones mágicos"

Hay una constante en este libro con la que ha jugado el ilustrador. Aunque el texto no establece diferenciaciones mayores entre el espacio de la casa de la bruja y el espacio de la casa de la abuela, con excepción de decir que la casa de la bruja es tétrica, el ilustrador enfatiza la "normalidad" de la casa de la abuela: ordenada, estable, equilibrada, con la casa de la bruja: deformada, abigarrada, en precario equilibrio.

Casa de la bruja, Ivar Da Coll para "Los limones mágicos"


Casa de la abuela, Ivar Da Coll para "Los limones mágicos"
Texto escrito, con mayor extensión, en 1999 por Verónica Uribe para el III Seminario Internacional del Banco del Libro, Caracas.

viernes, 25 de octubre de 2013

Una ojeada digital: Flix y El ogro de Zeralda

Flix

Teo y Flora Garra, una feliz pareja de gatos, quedan estupefactos al descubrir que su hijo recién nacido es un perro pug. Los señores Garra crían a Flix enseñándole a trepar árboles como los gatos y a comer ratones fritos. Por otro lado, su padrino, un perro sabueso, enseña a Flix a llevar con orgullo su herencia canina. Una curiosa vida entre dos mundos hace que Flix rompa las barreras de discriminación entre perros y gatos. Una historia sobre la diversidad escrita con el particular sentido del humor de Tomi Ungerer.


  El ogro de Zeralda  

Un ogro aterroriza una villa todas las mañanas para devorar niños pequeños. Con el tiempo, todos los padres esconden a sus hijos y no queda ni un solo niño a la vista. Sin embargo, lejos de la villa, en medio del bosque, hay una niña que nunca ha escuchado hablar del terrible ogro: Zeralda. Un día los caminos de Zeralda y el ogro se cruzan de una forma muy inesperada y apetitosa. Una escalofriante y divertida historia para los paladares más finos. 

miércoles, 16 de octubre de 2013

La diversidad de un autor

Queridos lectores, conozcan a Tomi Ungerer:


Ahora les presentamos sus trazos, tal como los dejó cuando dijo "voilá" y los publicó bajo el nombre de Flix:





 



 

Por último, dejamos un boceto y cómo lucen los textos cuando serán traducidos a otros idiomas. Al ser parte de la ilustración, hay que dibujarlos también:
                        
 


Imágenes obtenidas de la web del museo Tomi Ungerer

lunes, 30 de septiembre de 2013

Ungerer desde su propia voz

Terry Gross entrevista para NPR a Tomi Ungerer. El audio está en inglés, nosotros rescatamos algunos de los temas tratados y los tradujimos: escuchen la picardía del autor desde su propia voz, sigan la conversación y disfruten sus variaciones.

 

Dibujar en tiempo nazi

Los nazis me lavaron el cerebro. Cuando ves cualquier dibujo que hice de niño, encontrarás dos categorías: los que hacía en la escuela y los que hacía en casa. Cabe aclarar que mi destino era ser alemán en la escuela, francés en casa y alsaciano en la calle cuando jugaba con mis amigos. Debo decir, también, que los dibujos que consideraba como míos eran los franceses ya que en la escuela debía dibujar imágenes de propaganda. Ahí fue que aprendí que no se puede vencer a un sistema. De verdad. Cuando estás siendo obligado, si te dicen que hagas algo para el Führer, dibujas para Führer. Así, mis primeros dibujos fueron de Adolf Hitler y sus propagandas. Sin embargo, debo admitir que filtraba elementos graciosos dentro de mis dibujos. Recuerdo una vez que tuve que hacer un retrato del Führer dando un discurso y puse una jarra de cerveza (de la que el Führer no tomaba). Por fortuna, nadie tuvo objeciones. La cosa es que, sin importar el origen de la tiranía, siempre se puede salir uno con la suya, no por medio del asesinato, sino con este otro tipo de cosas. La mente siempre es libre. Nadie puede quitártela.  

Nos obligaron a alistarnos como soldados. La idea era que nosotros no pensáramos por nosotros mismos: el Führer pensaba por nosotros. Para entonces todo se volvió más tranquilizante porque no era un buen alumno. Hasta los profesores me decían que no me preocupara porque el Führer también necesitaba artistas. Es decir, la cosa estaba diseñada para ganarle a los padres; para ganarle los hijos a los padres. Incluso nos ofrecían dinero para dejar a nuestras familias e ingresar a las escuelas Nazis.

Estados Unidos censura el tema del miedo


Sendak y yo tuvimos suerte de encontrar a Ursula Nordstrom, nuestra editora. Ante el tema de la censura, ella fue temeraria. Simplemente no le importó lo que dijera la gente. Debo decir que la mayoría de mis cuentos para niños tienen elementos de miedo. Y, para equilibrar este dato, debo decir también que los niños en mis libros nunca tienen miedo. Esto es un poco autobiográfico. Crecí en la guerra, en la última cabecera de puente que tenían los alemanes sobre el Rin, en Alsacia. Debo decir que vi la guerra como cualquier otro soldado de infantería por tres meses. Pero no recuerdo a mi madre padeciendo de miedo. Creo que el miedo es un elemento inculcado por los adultos la mayoría del tiempo. Y recuerdo que, incluso, bromeábamos durante los bombardeos. Así que siempre he intentado incluir este elemento en mis libros para niños.

La complicidad de los 60 dólares


Oh, hice muchas muchas cosas al llegar a EEUU. Es una tierra de oportunidades. Fue increíble cómo todo el mundo me trató bien. Es esos días, podías llamar a cualquier director de arte o editor, la secretaria te daría una cita y podías ir a enseñar tu obra. Recuerdo haber llegado con 60 dólares en mi bolsillo; no tenía portafolio, por lo que cargaba mis dibujos debajo del brazo. Hasta que un día comenzó a llover y entré a una farmacia que quedaba entre la calle 43 y Broadway, donde creo que aún permanece. Allí, pedí una caja, sabes, para mis dibujos. Entonces me dieron una caja que generó muchas emociones encontradas, porque era una caja de condones Trojan.

Variedad de vocaciones


Para muchas personas, el hecho de que experimentara con diversos géneros y formas de ilustración, fue difícil. Creo que la gente quiere estereotipar a los artistas bajo un mismo estilo a lo largo de toda su vida, para mí esto sería absolutamente aburrido. No podría hacer eso, con el mayor de los respetos. Para mí, cada libro es un reto y cada libro tiene que ser hecho de una manera novedosa. Tengo que intentar hacer algo distinto, y tengo que seguir adelante. Soy inquieto y muy curioso.

¿Por qué ilustrar erotismo?


Porque creo que es, realmente, una forma de libertad. Creo que las personas pueden hacer lo que quieran mientras no hagan daño a nadie, y mientras haya un mutuo consentimiento y todo eso. Y, realmente, el aspecto erótico de mi vida se desarrolló en una época tardía. Además, he sido muy curioso. Sabes, viví en Hamburgo, en un burdel, donde escribí un libro acerca de lo que allí ocurría: el trabajo de mujeres maravillosas que hacen lo que ningún psicoanalista haría. Y como siempre me ha fascinado encontrar el elemento humano detrás de todo...

El lector va primero


Siempre rompí todo tabú posible, tal como lo hizo Maurice Sendak. No con la intención de hacerlo sino porque soy un agente provocador por profesión. Está bien. Pero no siempre intento escandalizar; está dentro de mí. Y pienso, tú sabes, que a los niños les gustan los chistes. Los niños no son idiotas. Ellos saben de dónde vienen los bebés. Lo que desconocen es de dónde vienen los adultos. No respetamos la mente de los niños suficientemente aunque ellos puedan entender todos los chistes dentro de mis libros mejor que nadie.

Entrevista tomada de la web de NPR · Traducción realizada por Laura Sánchez

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Tomi Ungerer, el inclasificable

Una vez más, Ana Garralón invita a la lectura de un gran artista: Tomi Ungerer. En esta ocasión tendrán la oportunidad de conocer al autor e ilustrador de Flix quien, lejos de ser común, derrocha autenticidad en forma de libros.

Tomi Ungerer cumplirá próximamente 81 años y nos gustaría celebrarlo por adelantado. Somos muchos los que desde hace años disfrutamos de su trabajo y lo recomendamos. En el año 1993 publiqué un retrato en la revista CLIJ que me gustaría rescatar -con algunas actualizaciones-. Ungerer ha sido uno de los más singulares creadores. En lengua española apenas conocemos sus libros infantiles y no se sabe nada de su faceta como cartelista, activista político, erotómano y caricaturista. Todo esto está en sus libros y me gustaría volver a recordarle.

El único libro de los publicados en España que llegó precedido por el escándalo fue Ningún beso para mamá, uno de los últimos que escribió para niños y que le valió, en Estados Unidos, no sólo las airadas protestas de las feministas y los educadores, sino también el Premio al Peor Libro publicado para niños de ese año. Junto al premio vino también la prohibición de publicar su obra, prohibición que estuvo vigente desde 1970 hasta bien entrada nuestra década. Sobre el contenido del libro, el propio Ungerer escribió: “Era un escándalo mostrar a un niño sentado en la taza del WC. Así que puedo decir que fui el primero en EE.UU. que hizo saltar los tabúes mostrando gente que bebe alcohol, que fuma cigarrillos o que apesta a todo el mundo con sus puros”.


Cuando Ungerer publicó este libro, llevaba ya trece años viviendo en el país que le dio fama y dinero, pero que le provocó un gran desencanto con respecto al sistema. Pero vayamos por partes, pues una biografía tan digna de ser novelada como la suya no merece ser escatimada.

Infancia singular

Tomi Ungerer nace el 28 de noviembre de 1931 en Estrasburgo. Su apellido es ya conocido en toda Europa, pues su padre, Theodore Ungerer, es un reputado fabricante de relojes astronómicos entre los que se encontraba el de la Catedral de Messine en Sicilia, el más grande del mundo. La personalidad del progenitor era extravagante; escritor, ilustrador, bibliófilo, inventor, maniático del francés, alemán y alsaciano y profundamente apasionado por la vida, compaginaba sus trabajos como director de la fábrica familiar, con el estudio de la astronomía y la creación de cuadrantes solares. Cuando Tomi apenas tiene 4 años, el padre muere. A pesar de la corta edad, le transmite el respeto y amor por los libros: "Uno de los recuerdos más precisos que tengo de él es estar en sus brazos mientras me mostraba los libros de su biblioteca".

La pasión que el padre siente por casi todo, la contagia al primogénito, que afirma haber abierto los ojos al mundo a partir de ese momento. Un mundo que le deparará muchas sorpresas. La muerte del padre obliga a esta próspera familia a mudarse a Logelbach, una pequeña población cercana a Colmar. Allí Tomi y sus tres hermanos, dos chicas y un chico, descubren la naturaleza de la mano de la madre –escritora, amante de la música y de los secretos de las plantas medicinales, y contadora de historias, que les lleva a dar largos paseos por los bosques. “De esas caminatas volvíamos con los macutos repletos de castañas, champiñones y plantas medicinales que eran secadas en el granero”.

En 1939, Alsacia cae bajo el dominio alemán. El francés y el alsaciano quedan prohibidos, su casa es requisada, primero por los franceses y luego por los alemanes, que alojan a los Ungerer en una fábrica cercana transformada en campo de prisioneros. De esta manera el pequeño Tomi descubre pronto los cambios que la vida ofrece y la relatividad de determinados valores. Relata cómo el primer oficial con cargo que se instaló allí fue a presentarle sus saludos a la madre y, después de explicar las glorias del Reich le dijo, señalando un castaño propiedad de la familia: "Ah, Frau Ungerer, ya verá usted, dentro de poco tendremos judíos colgados en cada una de esas bonitas ramas".

La nueva escuela, Oberschule Mattías Grünewald, se rige por los principios del nacional-socialismo y, a pesar de que Tomi tiene buenos recuerdos de aquella época, la confrontación de la guerra, el profundo cambio social y la distorsión de valores que vive, marcan profundamente su personalidad. Todos los recuerdos de esta época son contados por Ungerer años más tarde, en el hermoso libro Die Gedanken sind Frei (Los pensamientos son libres), donde muestra sus trabajos escolares infantiles, las aventuras con personajes locales del pueblo y el inmenso cariño y amor que su madre les transmitió.

La juventud

En 1945, la enseñanza del francés es rehabilitada en las escuelas pero, después de cuatro años de dominación alemana, de guerra y de desorden, es muy difícil para los jovenes alsacianos readaptarse, y Tomi, educado siempre en el antiautoritarismo relata cómo su madre, sorprendida por los alemanes hablando francés durante su prohibición, les contestó, con mucha locuacidad: “Señor Obergruppenfüher, yo continuaré hablando francés. Y, ¿sabe por qué? Porque, si después de la guerra ya nadie habla francés, ¿quién va a gobernar Francia?” El oficial se levantó y respondió: "¡Por fin una auténtica hija del Führer! Querida señora  Ungerer, continúe tranquilamente hablando francés. Eso no molesta más que a los plebeyos imbéciles".

Tomi se resiste a esos cambios y, mientras lee a Regnier, Maret, Renard, Verlaine, Prevert, Céline y Chamfort, en el boletín de notas se le califica de perverso y subversivo. Decide entonces dejarlo todo y tomar su macuto para pasar unas largas vacaciones. En autostop recorre numerosos países durante dos años. En 1952 viaja por Europa, Laponia y parte de la denominada Rusia; a su regreso, sin profesión y sin demasiadas oportunidades, se alista en la Armada y elige como destino Argelia, pero no estará allí por mucho tiempo pues cae gravemente enfermo y, al no soportar la disciplina militar, es desmovilizado. Vuelve a Estrasburgo, donde ocupa la antigua casa familiar y se inscribe en la Escuela de Artes Decorativas. Al cabo de un año es expulsado por indisciplinado. Empieza entonces a ganarse la vida como escaparatista y dibujante publicitario.

La aventura americana

Al mismo tiempo descubre a Steinberg, Thurber y el mundo de las revistas americanas, y frecuenta el Centro Cultural Norteamericano. Se inicia así una nueva etapa en su vida personal y profesional. Su espíritu inquieto no se hace esperar y, al cabo de dos escasos años, emprende la aventura americana. Sesenta dólares en el bolsillo y una carpeta repleta de dibujos son su único equipaje.

La editorial Harper le publica su primer libro infantil: Los Melops se lanzan a volar, primero de una larga serie que, pasado el tiempo, prefiere no recordar, pero que, en su momento, recibió muchos premios y también críticas. Alterna entonces su trabajo en el ámbito de la literatura infantil, con colaboraciones en revistas como Esquire, Life, Holliday, Harpers, The New York Times y en el mundo de la publicidad y la televisión, creándose un buen prestigio por la calidad de sus dibujos, su ironía y atrevimiento.

Ungerer se da cuenta entonces de la gran diferencia que existe entre un cartel de publicidad y un libro. Ilustrar un libro significaba –y aún hoy es así, por fortunacrear algo sólido y perdurable, mientras que una revista tiene una vida corta. Así que, fiel al principio de que el artista crea para no ser olvidado, encamina sus esfuerzos al campo de la edición y tiene la suerte de conocer, en 1957, al entonces joven editor alemán Daniel Keel que, con sus escasas economías, iniciaba su andadura como empresario y que, según Ungerer, "es el editor más sorprendente que he conocido en mi carrera: original, ecléctico, eléctrico, imposiblemente posible, de una originalidad sin compromiso. Mi libertad de expresión no hubiera sido posible más que gracias a la libertad de expresión de mi editor de Zurich".

En América vive, durante casi trece años, su período más fértil, no sólo con los libros infantiles que aún hoy son conocidos y cuya difusión le sorprende (“Cuando pienso que cada año hay cerca de dos mil libros nuevos de imágenes y que los libros que hice hace treinta años, que me parecen horriblemente ingenuos, se venden todavía…”), sino con la publicidad que le valió numerosos premios y una gran exposición en Berlín bajo el auspicio de Willy Brand. 

Afán provocador

Pero no es una época llena de momentos felices. Ungerer tiene numerosos enfrentamientos con grupos que no admiten sus posturas tan provocadoras, sus libros llenos de imágenes perturbadoras en los que la moral se presenta como algo relativo. Su producción varía tanto de contenido y de ideas que no siempre encuentra editor: "Hay que comprender dice excusando a los editores- que no es fácil publicarme. Cada libro es diferente: libro infantil, de sátira social, de erotismo, de reportaje. Hay que tener mucho valor para publicar a un errático. Los lectores compran un Simenon sabiendo que leerán Simenon, un álbum de Sempé porque adoran Sempé. Mis libros son sin marca establecida y sin garantía”. Sus libros, al igual que sus inquietudes y proyectos, están repartidos entre los países cuyas lenguas domina: Francia, Alemania y Estados Unidos.

En 1970 conoce en el metro a quien un año más tarde sería su mujer, Yvonne. Con ella emprende una nueva etapa en su vida y se marcha a Canadá a vivir en una granja de manera autónoma. Las experiencias de los años que viven allí están contadas en el sugestivo libro: Nos années de boucherie: "Yvonne y yo dejamos Nueva York en 1971 relata al principio de este librorepugnados por la ciudad donde nuestras existencias, lanzadas a una velocidad de autopista, habían sufrido una avería de esencia y salíamos pitando por el primer atajo sin prever, incluso, lo inesperado”. El retorno a la vida en pleno contacto con la naturaleza y los animales, que les permiten ser autosuficientes, y junto a los peculiares habitantes de un pueblecito cercano, miembros de una secta protestante, con costumbres bastante antiguas y, con frecuencia, agresivos, sorprende a esta pareja recién llegada de Nueva York. Una pareja especial, cierto, que en poco tiempo organiza la vieja casa y se adapta, no sin humor, a ese ambiente donde, según recuerda en ese libro, vivieron siete años con los fusiles cargados y siempre a mano, “como en las mejores aventuras del Oeste”.

El libro es una crónica llena de lo que a Ungerer le gusta: lo absurdo, su inevitable propensión a lo mórbido, y alergia a todo lo que es normal. Cuando tiene que instalarse en Canadá como emigrante, lo primero que ha de hacer es inscribirse en las autoridades locales y consignar su profesión, pero ni autor, ni ilustrador ni artista gráfico, figuraban en aquel entonces en el registro que consignaba las nomenclaturas de las profesiones. “Fui, pues, inscrito como empresario”, y añade con esa ironía que le caracteriza: “empresario de pompas fúnebres habría sido más de mi gusto”.

Creador inclasificable

Durante esa época, su editor, Daniel Keel, mantiene un estrecho contacto con él y organiza numerosas exposiciones. Ungerer, con el aislamiento y tranquilidad que le permite su nueva situación, está concentrado en hacer un libro que recopile todas las canciones de su niñez: Das Groβe Liederbuch, que publica en 1975 con gran éxito. Ese mismo año el museo de Estrasburgo consagra a su obra una gran exposición con la que Ungerer recupera sus lazos con Alsacia. También los franceses se reconcilian con este extraño y peculiar artista al que le gusta desconcertar y cuya obra reconoce que es “demasiado diversificada para los franceses". Este creador que huye de las clasificaciones y que sólo trabaja por afinidad personal no tiene ningún reparo en dejar plantado a un periodista "que no entiende nada", a un equipo de televisión porque hay alguien demasiado autoritario, o en rechazar una interesante campaña de publicidad por no tener afinidad con la persona que se lo propone. Su obra para adultos está llena de referencias eróticas, con las que se libera de su estricta educación protestante, y de crítica a la actual sociedad de consumo y de doble moral. Esta época industrializada donde los hombres de letras parecen haber desaparecido y en la que la gente "puede compararse de alguna manera a un bote de conservas. Y eso equivale, en definitiva, a la sociedad comunista donde cada individuo no es más que un número".

Después de estos siete años en Canadá, elige una nueva residencia junto a su mujer y sus tres hijos en Irlanda, donde permanece hasta la fecha. Ya no escribe libros infantiles y muy pocos para adultos, dona muchísimo material gráfico a Estrasburgo donde hay un museo dedicado a su obra, y su editor, de vez en cuando, ordena sus papeles y se anima a clasificar algunos de ellos para hacer algo especial, como cuando le pidió a Janosch textos para uno de ellos. La principal labor de Ungerer se centra en colaborar con grupos de ex drogadictos y niños enfermos, para los que recauda dinero sin abandonar un ápice su ironía y buen humor. Así, afirmando que el arte no es más que el fruto de la casualidad, cuenta en una entrevista televisiva cómo, aprovechándose de su popularidad, se burló de los críticos de arte, de su consumo y, sobre todo, de las galerías, a las que considera unas timadoras, haciendo una exposición con objetos rotos sin ninguna intención artística, que se vendieron rápidamente y cuyos beneficios fueron para uno de estos colectivos.

Libros sin edad

Su afición a crear objetos con restos la traslada al papel para crear libros sin edad como Clic-clac, un curioso entretenimiento que transforma recortes de prensa con imágenes de objetos en nuevos elementos con cualidades que antes no poseían: el cabello de una mujer es una ola, la máquina de escribir, de dentadura de un rinoceronte; o unos anteojos, los pantalones cortos de un entusiasta explorador.

Aunque tuvo hijos, enseguida dejó de escribir para ese público. Tal vez por eso considera que su obra se dirige tanto a pequeños como a grandes, defendiendo de paso la lectura compartida y en voz alta como el antídoto perfecto de la televisión. "Diría que hay dos cosas importantes a desarrollar en un niño: la fantasía y el sentido práctico. Sin embargo, la televisión no hace ni lo uno ni lo otro. La televisión y el cómic dan la fantasía terminada y hecha. La sucesión de las imágenes es tan corta que no desarrolla ninguna fantasía más en el espíritu del niño, mientras que un libro, entre página y página, se puede imaginar ya todo un mundo".

Actualmente, lo que más le gusta es escribir, aunque lamenta no ser más publicado. Los dibujos sobre todo los que él hace le producen alergia: nunca acaban de corregirse y declara que no es un buen artista. Pero los que hemos tenido la oportunidad de conocer su trabajo, sabemos que no sólo es un artista sino que, tanto su arte como su vida, destilan la mayor de sus aficiones: provocar. Cualquier cadena de televisión o revista que le proponga una entrevista ya puede estar preparada para todo, en caso de que acepte. Como cuando la televisión alemana, después de haber editado el cuento de Heidi, le preguntó cuál había sido el mayor problema con el que se había encontrado y respondió: "Saber si ella llevaba braguitas debajo de su vestidito de nada"El año pasado, con motivo de su 80 aniversario, se realizó un documental sobre su vida y obra que queremos recomendar: Far our isn't far enough.

Irónico y mordaz, lo que más le gusta a Ungerer es sentirse inclasificable. Él mismo dice: "Soy una maleta sin viajero". Ah, cómo nos gustaría tener ahora más ilustradores como Ungerer, de verdad.

Texto escrito por Ana Garralón para su blog anatarambana

lunes, 2 de septiembre de 2013

El perfil de Velthuijs

Max Velthuijs nació en La Haya en 1923. Desde niño, le gustaba dibujar y crear sus propias historias. En la escuela no fue un estudiante particularmente brillante: al finalizarla, era “aprendiz de todo y maestro de nada”. Durante la II Guerra Mundial, su familia tuvo que mudarse a Arnhem, donde Velthuijs estudió pintura y diseño gráfico en la Academie voor Beeldende Kunsten (Academia de las Artes Visuales). Allí, disfrutó mucho de sus clases hasta que finalizaron en 1944, cuando la ciudad fue evacuada. Una vez finalizada la guerra, se mudó de vuelta a La Haya y comenzó a hacer grabados de índole política, recibiendo comisiones por carteles, estampillas de correo, cubiertas de libros, películas animadas, publicidad y anuncios para televisión. Durante este tiempo, Velthuijs descubrió lo que quería hacer a nivel profesional: ¡ilustrar y diseñar libros! Se convirtió en uno de los más famosos ilustradores de libros para niños en los Países Bajos, llegando a recibir muchos premios. En 2003, para celebrar su 80avo cumpleaños, se organizó una retrospectiva sobre su trabajo y al año siguiente, recibió el premio Hans Christian Andersen en ilustración. Haber recibido este premio fue la cúspide de su vida como escritor. Luego de una corta enfermedad, murió el 25 de enero de 2005.

Velthuijs, un ilustrador convertido también en autor

La carrera de Velthuijs como ilustrador de libros para niños empezó en 1962, cuando un publicista neerlandés le pidió que ilustrara un famoso libro de rimas para jóvenes (Versjes die wij nooit vergeten / Rimas que nunca olvidaremos). Muchos otros ilustradores también realizaron el libro, pero fue esta décima edición con las ilustraciones de Velthuijs la más especial: las coloridas imágenes estaban llenas de alegría y frescura. El libro fue tan exitoso que, dos años después, ilustró otro libro de rimas (A is een aapje / A es de Mono). Este fue el libro que lo dio a conocer a nivel internacional: la editorial Nord-Süd Verlarg compró lo compró y, desde entonces, muchos otros libros de Velthuijs aparecerían publicados teníendolos a él como autor e ilustrador.

Velthuijs se convirtió rápidamente en un autor de libros ilustrados del que resaltaban sus colores brillantes y sus negras líneas de borde, ya perfectas en Het goedige Monster (El monstruo de buen carácter) y Het goedige Monster en de Rovers (El monstruo de buen carácter y los ladrones). En estas ilustraciones, las figuras bordeadas de un negro denso representan la característica inconfundible de Velthuijs. Muchos de sus títulos demuestran la habilidad de Velthuijs como diseñador, en el uso de pluma y tinta y en la integración lúdica de sus tipografías hechas a mano.


¿Son Velthuijs y Sapo la misma persona? 

La Serie Sapo de Velthuijs muestra amor por la naturaleza, los animales y las personas. Sapo comenzó siendo un personaje secundario en los libros de Klein-Mannetje (Niños pequeños), pero se hizo protagonista en Kikker is verliefd (Sapo Enamorado); de ahí en adelante, se convertiría en un personaje con sus propios sentimientos e ideas. Las historias de Sapo y sus amigos contienen elementos de cuentos fantásticos y fábulas. Tal como ocurre en una fábula tradicional, hay un mensaje en cada uno de sus libros presentada como una verdad universal. Eso sí, sin levantar el dedo en señal de advertencia. Velthuijs no previene a sus lectores, les enseña cómo está organizado el mundo y cómo reacciona la gente. Sin cerrar sus ojos a cómo las personas pueden tratar injustamente a otras, siempre presenta una solución positiva para los dilemas de Sapo y sus amigos. 

En los libros de Sapo, Velthuijs traduce temas existenciales en palabras e imágenes que recuperan su esencia. Kikker en het vogeltje (Sapo y la canción del mirlo) es un recuento bonito y simple del misterio de la muerte y la necesidad de celebrar las alegrías de estar vivo. Esta compleja y desafiante idea es presentada con imágenes fuertes y dramáticas. Kikker en de Vreemdeling (Sapo y el forastero) merece una mención especial por la manera en que la historia se enfrenta con el prejuicio y el miedo a lo extranjero, el racismo y el entendimiento mutuo. El mal de amor es el tema central en Kikker is verliefd (Sapo enamorado); la solidaridad en Kikker in de kou (Sapo en invierno); y el miedo en Kikker is Bang (Sapo tiene miedo).

 


Los animales en los libros ilustrados son, como dijo Velthuijs, “una suerte de niño interno, con personalidades propias, en las que siempre hay una parte de mí mismo”. Sapo tiene la capacidad de asombro, Cochinito es hogareño, Pata es dulce pero, al mismo tiempo, sensorial, Liebre es un intelectual que siempre tiene un juicio brillante y Rata es una aventurera, quizás el animal más emprendedor de los libros de Sapo. Todas las historias de Velthuijs poseen un gran sentido de seguridad, y el lado moral de cada historia es presentado con un humor gentil. Es este humor y seguridad en las palabras e ilustraciones lo que acercan los libros de Sapo a la perfección. 

Artículo original escrito en inglés por Toin Duijx para la página web de la IBBY · Traducido por Laura Sánchez