Entrevista a Ivar Da Coll quien, además de ilustrar los Cuentos de Diego y Daniela, ha sido candidato a diversos premios de literatura infantil, incluidos el Astrid Lindgren Memorial Award y el Hans Christian Andersen.
¿Cómo te presentarías a ti mismo?
Cuando
me presento a los lectores, los niños, les digo que mi trabajo consiste en
escribir e ilustrar historias. Les explico que lo más común es que un libro
para niños sea creado por dos personas: un escritor que transforma las ideas en
palabras, y un ilustrador, quien transforma esas ideas para crear dibujos.
Entonces suelen preguntarme que de dónde vienen mis ideas. Las ideas vienen de
todo, es mi respuesta. Un ilustrador tiene que observar todo lo que le rodea:
luces, animales, calles, personas... Un ilustrador es una persona llena de todo
lo que le rodea, y esa plenitud causa una especie de cosquilleo. La manera
afortunada de transformar esta sensación, al menos para mí, es la de escribir e
ilustrar libros para niños.
Uso
diferentes técnicas para ilustrar: acuarelas, tinta, lápices de color,
creyones, pero, especialmente, gouche (una especie de témpera que ofrece la
posibilidad de realizar diferentes texturas, desde acuosa hasta sólida).
Desde
que decidí intentar ser autor e ilustrador, sólo he tenido trabajos
relacionados a mi profesión. Quizás hay algunos trabajos que no están dirigidos
al público infantil pero que me fascina realizar porque me dan la oportunidad
de aprender. Todo se trata de aprender nuevas técnicas o de mejorar las que ya
se conocían. Un ilustrador debe investigar y estudiar mucho. ¿Por qué? Porque
los libros para niños deben contener elementos estéticos de alta calidad: estas
piezas maestras de la creatividad deben estar expuestas claramente. Después de
todo, son los profesionales en el área los que deben presentarle a los niños
nuestro trabajo.
¿Puedes
contarnos cómo te hiciste ilustrador de libros para niños?
Cuando
tenía siete años, una profesora llamada Julia Rodríguez me invitó a participar
en su compañía de títeres. Allí me convertí en titiritero. Además de haber
actuado en diferentes obras, diseñé e hice los títeres. Creo que existe una
conexión entre los títeres y los libros para niños. Son bastante similares: en ambos
se describen las situaciones en las que participan los personajes. La pasión
por actuar y el dibujo fue la que guió mi camino hacia la literatura infantil.
Vives
en Colombia y has estado nominado varias veces a diferentes premios de
literatura como el premio sueco ALMA. La mayoría de tus libros están publicados
originalmente en español, una de las lenguas más habladas en el mundo. Esto te
hace un autor internacional pero, ¿ves algo particularmente colombiano en tus
libros?
Cuando empecé a trabajar como autor, en Colombia no existían lugares
especializados en el tema. Por lo que aprendí por mi cuenta. Después de leer,
observar y estudiar ilustraciones clásicas y modernas, empecé a experimentar
con mi propio trabajo. En cuanto a la temática colombiana, creo que, si me he
distanciado en algunos momentos, me ha ayudado en mi formación como autor. Hace
veintisiete años, hice mi primera serie de libros: la de Chigüiro. Están
basadas en un animal colombiano. Es un mamífero parecido al ratón, pero más
bonito. Esta serie es sólo de imágenes, no tienen texto. A lo largo de los años
he escrito e ilustrado muchas historias en busca de mi propio estilo, pasé de
la rima a la historia de una cantante famosa (Celia Cruz), de poemas de
Francisco de Quevedo a El día de los
muertos, un cuento tradicional mexicano. Estas experiencias determinaron mi
estilo: imágenes que hablaran por sí solas. No puedo desvincularme de las
circunstancias que vive mi país. En los últimos años he estado trabajando con
la fauna, flora, y paisajes de Colombia para transformarlos en historias que
transmitan a los niños las preocupaciones universales.
Has
ilustrado tus propias historias y las de otros artistas, ¿cuál dirías que es la
diferencia entre las dos experiencias?
La
idea de un libro es como la felicidad: cuando sientes que la has logrado, te
sientes como la persona más afortunada del mundo. Luego viene la tarea difícil
de encontrar las palabras para expresar auténticamente la idea. En algunos
casos, trabajo simultáneamente. Así puedo detenerme a contemplar la creación de
los personajes: sus gestos, el ambiente...
En
conclusión, trabajo con muchas referencias de imágenes. Es un trabajo increíble
porque las palabras y las imágenes se intensifican entre sí. Una frase, una
palabra, puede ocupar una ilustración de página completa, por otra parte, una
página grande podría ilustrar un espacio pequeño. Ambos son lenguajes
correlacionados, siempre en combinación. Las imágenes tienen la fuerza de
hablar; las palabras para producir imágenes.
Cuando
tengo que ilustrar un libro escrito por otra persona, la manera de trabajar es
distinta. En algunos casos, si se tiene la suerte de hablar con el autor, se
pueden definir aspectos de cómo el autor se imagina los personajes, los
colores, los escenarios... En otras ocasiones, si se tiene suerte, de nuevo, se
trabaja con un editor sensible que tenga la habilidad de encontrar las
posibilidades de un libro. Esto es muy inspirador. En otros casos, hago yo
mismo el trabajo de seleccionar textos que me gustaría ilustrar; podría ser uno
clásico o una novedad.
¿Hay
temas que sean difíciles de escribir para niños? Cómo dirías que es la
recepción de los libros para niños en el público: cerrada o abierta?
Jorge
Luis Borges decía: “un buen libro para niños es también un buen libro para
adultos”; debería ser capaz de generar emociones en ambos. La única diferencia
que podría haber es la particularidad de cada persona. La esencia del libro es
la misma para niños y para adultos. Sin embargo, hay filtros que generan
distorsión en la literatura infantil por ser considerada inapropiada por parte
de los adultos. Algunas veces depende en qué cultura lee el libro. Por ejemplo,
uno de mis libros que trata temas prosaicos (flatulencias, mocos, eructos) fue
prohibido en Norte América pero en otros países de Sudamérica ha sido bien
recibido. El problema real de los libros para niños es que están relacionados,
la mayoría de las veces, con enseñar y aprender temas. Nosotros, como adultos,
tenemos la opinión errada de que los libros para niños fueron creados para
enseñar y no para disfrutar, hacer preguntas, generar reflexiones, fomentar
diversas posibilidades y sentir placer.
¿Qué historias crees que son importantes de contarle al mundo hoy día?
Todos
los temas son buenos para la literatura infantil. La importancia está en la
calidad: los niños merecen respeto de nuestra parte.
Entrevista realizada en inglés y con mayor extensión en vísperas del ALMA 2012 por Mats Kempe para la revista Karavan · Traducción realizada por Laura Sánchez
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