jueves, 27 de julio de 2017

Notas acerca de la animación lectora,
por Verónica Uribe

Hace ya varios años, una institución en la que yo trabajaba (y a la que siempre estaré vinculada) acuñó como logo de su labor de promoción de la lectura la frase:
LEER ES UN PLACER
Se hicieron afiches, muchas actividades alrededor de esta idea e incluso unos spots por televisión, en lo que constituyó una campaña por la lectura inédita hasta entonces en el país. Los resultados fueron muy positivos y hasta ahora ese logo identifica al Banco del Libro de Venezuela.
Un tiempo después de la campaña una compañera de trabajo viajó a un congreso internacional en donde Graciela Montes daba una conferencia. Y la conferencia trataba justamente de esto: el “placer” de leer.
Pero no para sumarse al “placer de leer”, sino para escrutarlo y contradecirlo. Decía Graciela Montes que ella siempre sospechaba de estas frases que se acuñaban, que eran pegajosas, que se hacían populares y de tanto decirlas quedaban vacías de contenido.
Pero esto no era todo. No se trataba de algo que hubiese tenido un valor inicialmente y lo hubiese perdido a costa de tanto manosearse. No, ella dudaba del concepto en sí mismo.
Graciela Montes dice así:
“Con ‘el placer de leer’ vienen siempre (asociadas) la comodidad, la facilidad, la diversión, el humor, el buen humor… que muy pero muy a menudo derivan en comodidad física. El símbolo ha sido, ya se sabe, los almohadones, lo blando”.
Y luego:
“¿Quién dijo que leer es fácil? ¿Quién dijo que leer es contentura siempre y no riesgo y esfuerzo? Precisamente porque no es fácil, es que convertirse en lector resulta una conquista”. (1)
Bueno, después del primer remezón, de entender que Graciela Montes, la gran especialista argentina, no estaba de acuerdo con aquello de “Leer es un Placer”, nos dimos cuenta de que no eran tan grandes las diferencias de su planteamiento con nuestro punto de vista. Porque no estábamos diciendo que el placer de leer fuera del tipo facilista y blandengue, sino intenso y especial. Y también coincidíamos con ella en que el camino del placer no es igual de suave para todos. Para algunos es difícil, para algunos implica un esfuerzo.
Y tal vez, entonces, sea necesario mostrar el camino.
Y aquí, creo, entramos en el territorio que se ha dado en llamar animación a la lectura.
Para algunas personas, niños y grandes, ese primer gesto de abrir un libro, de encontrar la paz y el estado de ánimo que desbroce el camino hacia la lectura, es complicado. No hay el tiempo, no hay la paz para hacerlo. Muchas veces, ni siquiera están los libros.
Pero supongamos que sí están los libros, el tiempo y la paz. Hay otro punto importante. Es ese paso necesario que hay que dar para entrar en el mundo de la ficción, para salir de este mundo duro y áspero, y entrar al mundo que nos ofrece el libro. Entonces es necesario, no solamente que el lector tenga habilidades, tenga el don de dejarse seducir por la palabra escrita, sino que el autor tiene que tener el talento del seductor para hacernos entrar en ese estado de suspensión de la incredulidad que es el estado que ofrece la mejor literatura.
Entonces, ¿cómo llegar al placer de leer?

1.Mostrar el camino

Creo que la animación a la lectura debe ser eso, una señal, un gesto que muestra el camino hacia los libros y hacia la biblioteca. Algo modesto, “quitado de bulla”, que dice simplemente: aquí hay algo interesante, descúbrelo.
Ya se ha dicho muchas veces que la animación a la lectura no debe ser agitación a la lectura. Alrededor del libro para niños (no del libro para adultos) se realizan actividades recreativas de todo tipo: pintura, escritura, dibujo, teatro, competencias. Y se hacen con mucho ánimo y buena fe porque son lo opuesto a las actividades de control y evaluación que se hacían y todavía se hacen con la lectura obligatoria. Y también despojaban a la lectura de esa solemnidad con la que solía revestírsela.
Pero muchos se han preguntado: ¿Todas estas actividades recreativas no indican lo mismo? ¿Que como el libro no es suficientemente entretenido, es solemne y aburrido, tenemos que adornarlo? Algo así como envolver el remedio en caramelos para no sentir su sabor.
Creo que la animación a la lectura debe tener al libro como centro y final. Y me parece que la mejor animación es mostrar el libro y demostrar la lectura. Es decir, compartir la lectura. Leer y comentar. Recomendar. Leer en voz alta. Narrar. Conversar de libros y de literatura. Abrir espacios de silencio y de paz para realizar esa actividad solitaria, silenciosa e introvertida que es la lectura.
Michèle Petit, en su libro Nuevos acercamientos a los jóvenes y a la lectura, lo dice de manera muy hermosa:
“… muchos temen que en medio del mundo ruidoso, ya nadie se acuerde de ese territorio de la intimidad que es la lectura, de esa libertad y de esa soledad, que, por lo demás, siempre han asustado al ser humano”. (2) 
En segundo lugar, creo que para mostrar el camino de la lectura hay que:

2. Seleccionar bien e involucrarse personalmente

Para que leer sea un placer, los libros tienen que valer la pena. Esa pequeña pena o gran pena (depende del lector) que implica cruzar el umbral de la ficción.
Todos sabemos que se publican demasiados libros, sabemos que año a año se venden millones de libros, pero esto no significa que aumente el número de libros que se leen. Hay una gran responsabilidad de los editores en este hecho. El mundo editorial ha cambiado enormemente en los últimos treinta años y es difícil encontrar ahora –aunque existen, afortunadamente– editores que se hagan responsables de su trabajo y que tengan un proyecto cultural por delante, y no solamente un proyecto comercial.
Frente a esta oferta inmensa, es muy importante una buena selección a fin de ofrecer a los niños y jóvenes la literatura de la mejor calidad. Hay personas e instituciones que hacen selección de manera permanente. Pero la mejor manera de llegar a seleccionar con acierto es leyendo mucho, leyendo todo y aprendiendo a escuchar la opinión de los lectores.
Leyendo los libros infantiles y juveniles, y leyéndolos como si estuvieran destinados a nosotros mismos. No es que nosotros, los grandes, leemos por obligación y elegimos para esos otros, los pequeños. No. Tenemos que decir, este sí, este no, confiando en nuestro gusto de lectores.
Y luego, es necesario transmitir esta preferencia con verdadero entusiasmo. Todos hemos tenido la experiencia de algún profesor, amigo o pariente que alguna vez nos recomendó emocionadamente algún libro. Yo tuve, en lo que entonces se llamaba quinto año de humanidades, una profesora recién salida del Pedagógico que nos recitaba a Garcilaso de la Vega con lágrimas en los ojos. Olvidé su nombre, pero todavía recuerdo su sonrisa, su voz y la enorme emoción que nos transmitía por la literatura.
Lo que quiero decir es que si nosotros no nos involucramos personalmente en los libros, difícilmente podremos transmitir emoción por ellos.
Pero también tenemos que saber escuchar a los lectores y aprender de sus gustos. ¿Por qué el éxito de Harry Potter? Porque después de mucha literatura realista, tenemos una fantasía bien construida, verosímil, a la que los lectores entran, suspendiendo fácilmente su incredulidad. Además, un mundo ficcional en el que todos los adultos aburridos quedan descalificados y fuera del mundo entretenido y excitante de los magos, los elegidos. Una fantasía en donde los padres no están, ¡qué maravilla! En que los niños se valen por sí mismos y son capaces de grandes hazañas. 
En tercer lugar, creo que para hacer lectores es importante tomar en cuenta la diversidad.

3. Tres tercios

Pocas veces se da el fenómeno de libros que gusten a todo el mundo, o a una inmensa mayoría, como el caso de Harry Potter. Y a mí me parece que esto es una fortuna. Porque no todas las personas ni todos los lectores son iguales, menos mal. La maravilla de los libros y de las bibliotecas está en su variedad, en que pueden ofrecer a cada uno de los lectores el camino hacia el libro que realmente lo satisface en ese momento de su vida.
Pero también hay que considerar que tal vez no todos los niños que visitan una biblioteca o que abren un libro lleguen a ser lectores. Esto es algo que me han comentado bibliotecarios y profesores de mucha experiencia: que hay ciertos niños que aunque estén rodeados de libros, que aunque sus padres y hermanos lean, que aunque reciban todos los estímulos posibles, no llegan a transformarse en lectores.
Un especialista alemán en lectura me contó, a propósito de esto mismo, que la institución que él dirigía había realizado una investigación sobre población alfabetizada en diferentes países industrializados y que se había llegado a la siguiente conclusión: que la población se dividía en tres partes casi iguales. Un tercio que eran lectores habituales y que leían preferentemente ficción; otro tercio que eran lectores instrumentales, es decir, leían para informarse, y otro tercio que simplemente no leía sino lo que era indispensable para manejarse en la rutina cotidiana: letreros de señalización, instrucciones sencillas. (3)
Yo no sé si esto es completamente cierto. El alemán al que me refiero no se parecía en nada al estereotipo de alemán que tenemos en la cabeza: era un hombre pícaro, fantasioso y algo deschavetado. En todo caso, puede que sea cierto que no todos los niños llegarán a ser lectores, pero como no podemos saberlo de antemano, es decir, quién será lector y quién no, hay que hacer los mejores esfuerzos para que todos tengan la oportunidad de transformarse en lectores, de compartir el placer de leer, de ser viajeros de la lectura.
Como dice Michel de Certeau:
“Los lectores son viajeros, circulan sobre las tierras de otra gente, nómadas que cazan furtivamente en los campos que no han escrito”. (4)  

Notas:


  1. MONTES, Graciela. El placer de leer: otra vuelta de tuerca. En: La frontera indómita, en torno a la construcción y defensa del espacio poético. Fondo de Cultura Económica. México: 1999.
  2. PETIT, Michèle. Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura. Fondo de Cultura Económica. México: 1999.
  3. El especialista se llama Rolf Zitzlsperger.
  4. CERTEAU, Michel. Lire: un braconnage. En L´ínvention du quotidien, Paris, 1980. Citado por Michèle Petit, op cit.

miércoles, 26 de julio de 2017

Una ojeada digital: ¿Dónde está Tomás?

La escritora española Ana Nebreda ha dedicado su tiempo a la promoción de lectura y las bibliotecas escolares. A través de su blog Biblioabrazo, ha querido compartir sus experiencias de lecturas y "divulgar buenas prácticas en torno la escritura". Hace un tiempo publicó un texto sobre ¿Dónde está Tomás? de la escritora peruana Micaela Chirif, con ilustraciones de Leire Salaberria. Entra y verás.


Pensando en todo lo que guarda este libro, en la delicadeza y tremenda observación acertada que autora e ilustradora tienen sobre la infancia, quiero destacar dos aspectos con mucha fuerza.

Uno sería la alternancia entre la realidad y la fantasía que van dándose la mano en cada página. La realidad viene situada en las dependencias de la casa de Tomás, donde juega a esconderse de su mamá. En estas páginas existe la oportunidad de jugar a buscar y nombrar objetos de manera que el entorno más cercano va reconociéndose y poniéndole palabras. Un proceso esencial en las primeras edades. Ya sabes aquello de que todo lo que no se nombra, no existe. Mientras el lector ve el lugar real donde se encuentra Tomás, a continuación descubrimos dónde se encuentra "realmente" jugando, imaginando, soñando. 

¿Dónde está Tomás entonces?

Seguramente para nuestros primeros lectores este libro sea una oportunidad para descubrir la fuerza de la imaginación, para ponerle palabras a lo que está sucediendo, para reconocer situaciones vividas, para comprobar que puede haber varias realidades al mismo tiempo.

Realmente, ¿dónde está Tomás?, ¿dónde siente que está?, ¿dónde quiere estar?, ¿hay que elegir un solo sitio?, ¿puede estar a la vez en dos escenas?

El segundo aspecto de este libro que tiene una fuerza increíble es la ilustración. Las páginas que te sitúan en la casa, en lo real, tienen un texto sencillo y corto en la página izquierda, y la ilustración se encuentra en la página derecha. Una composición perfecta para la objetividad. Sin embargo, cuando entramos en la imaginación de Tomás, la ilustración ocupa la doble página. Te secuestra irremediablemente en cada escena de fantasía. Los objetos y los muñecos del niño toman otra dimensión. Los colores fuertes con muchos contrastes te emocionan, te llevan a otra realidad. Solo los márgenes más claros que rodean la doble página evitan que no entres del todo allí junto a Tomás.

Es un libro precioso e intenso. Me gusta mucho el final. Me gusta cómo el adulto se hace cómplice del niño y su imaginación, y juntos viajan río abajo, quién sabe hasta dónde.

A Tomás le gusta esconderse. Su madre lo busca por toda la casa, pero Tomás viaja lejos con sus juguetes: a una isla tropical, a la selva y también….¡al espacio! ¿Dónde está Tomás? Un libro para los más pequeños con un breve texto poético y vibrantes ilustraciones.

lunes, 17 de julio de 2017

Entrevista a Micaela Chirif

A lo largo de su trayectoria, los libros de la escritora peruana Micaela Chirif han sido seleccionados en dos ocasiones dentro de la lista White Ravens de la Internationale Jugendbibliothek de Múnich. En 2013, ganó el prestigioso concurso de álbum ilustrado A la orilla del viento del Fondo de Cultura Económica. Recientemente su libro ¿Dónde está Tomás?, publicado por Ekaré en 2016, recibió el Premio Fundación Cuatrogatos 2017. Con ocasión de la presentación del libro en Perú, Alicia Meza, encargada de prensa de la Oficina de Cultura de la Municipalidad de San Isidro, conversó con la autora acerca de su experiencia como creadora de grandes historias para pequeños lectores.   





☛  En base a tu experiencia como escritora de libros infantiles, ¿cuáles son los intereses de los niños a la hora de elegir un libro? 

Es difícil generalizar: sabemos que no existen "los niños" sino niños individuales, cada uno con sus propios gustos e intereses, igual que ocurre con los adultos. Un gran autor e ilustrador de literatura para niños, Nikolaus Heidelbach dijo que "los niños tienen derecho a leer historias serias: pueden ser divertidas, trágicas, dramáticas, pero tienen que ser serias". Y creo que, en el mejor sentido de seriedad, los niños buscan eso: libros que, sin importar el tema, los tomen en cuenta y, sobre todo, no los subestimen. Quieren libros que se hayan escrito, ilustrado y editado con el cuidado y la seriedad que pedimos a la mejor literatura.

☛ ¿Los niños son un público más exigente que los adultos cuando se trata de leer?

En términos formales, me da la impresión de que no hay público más exigente. Los niños demandan de las historias una lógica muy consistente y sin fisuras. Son rapidísimos para detectar cualquier fallo… ¡y están poco dispuestos a perdonarlo! En términos de selección de lecturas, me parece que los niños son más exigentes entre los dos y ocho años. Estos rangos son siempre relativos pero en ese periodo los niños son lo suficientemente autónomos como para escoger sus propios libros y, al mismo tiempo, son lo suficientemente pequeños como para sentir que deben alinearse con el gusto “aceptado” o dominante. En ese sentido, si se les da el espacio, son mucho más libres con sus lecturas.

☛ ¿Cuán importantes son las ilustraciones en un libro infantil? ¿Dirías que son determinantes?  

Vivimos una suerte de explosión de la ilustración. Por todas partes hay libros ilustrados y muchos de ellos son en verdad muy elaborados y hermosos. Creo, sin embargo, que a veces perdemos de vista dos cosas importantes. Por un lado, que las imágenes se leen siempre desde el lenguaje. Hay un texto subyacente a toda ilustración y a todo libro, incluso en el caso de los libros no narrativos o en el caso de los libros sin texto. Si no fuera así, lo único que tendríamos sería una sucesión de imágenes inconexas que no dirían nada. Por otro lado, es cierto que la ilustración es fundamental para ciertos formatos, como el libro álbum. Pero no lo es para otros. Recordemos que durante muchísimo tiempo la literatura fue estrictamente oral y que, en ciertos casos, la ausencia de ilustraciones nos permitía una mayor libertad para imaginar. Y estoy segura de que el lobo que creaba nuestra imaginación era siempre más atemorizante que el que se podía ilustrar.

☛ ¿Qué recomiendas para lograr acercar a los niños a la lectura?  
                       
Por un lado, el disfrute: que leer no sea una tarea impuesta desde un marco excesivamente pedagógico. Por otro lado, en un segundo momento, el esfuerzo: no todos los libros tienen que ser fáciles y se puede enseñar a disfrutar del placer de desentrañar aquello que no resulta accesible de manera inmediata.


Jardín de Libros es un programa peruano dedicado a la promoción de lectura. En 2016, en el marco de la presentación de ¿Dónde está Tomás?, compartieron un encuentro con la autora Micaela Chirif: ¡Asómate!