viernes, 24 de febrero de 2017

La melodiosa voz de los gigantes

Con la aparición de Los últimos gigantes de François Place se publicaron varias reseñas de parte de lectores y especialistas; entre ellas una del escritor Juan Ignacio Muñoz-Tébar, autor de Duermevela (Ekaré, 2017). Acá les dejamos algunos fragmentos.


Sin duda, hay momentos en los que no sabemos distinguir con claridad cuál es la frontera entre lo real y lo fantástico. Aquellos que se obsesionan con este intangible lindero a menudo intentan reconocer indicios o marcas que hagan más seguro su recorrido, y hasta llegan a realizar tremendos esfuerzos para delimitar los espacios, acciones y personajes que se inclinan hacia lo verosímil o hacia lo imaginario. Sin embargo, suelen olvidar que muchas veces ambas cosas se confunden y sencillamente son indisolubles. 

Archibald Leopold Ruthmore, después de descifrar el mapa tatuado en un diente de gigante, no titubeó ante la posibilidad de emprender un viaje hacia un lugar remoto que se perdía en el tiempo y en las leyendas. Desde su saludable ocio decidió que valía la pena, tanto para su gloria personal como para la ciencia, emprender la aventura de comprobar la existencia de los gigantes. 

Los gigantes acogen afablemente al protagonista y éste comprende que recién ahora comienza su verdadero estudio descriptivo: "Una tarea a la altura de Archibald Leopold Ruthmore, si lo miramos bien…" Sin embargo, si miramos bien las delicadas imágenes que conforman el libro, notaremos cómo queda relativizada la altura de este presumido explorador. Sus ínfulas de grandeza son minimizadas por los límites que establece el imponente tamaño de los gigantes y la inmensidad del paisaje. Las ilustraciones de Francois Place, además, nos ofrecen una perspectiva elevada y distante, como si apreciáramos cada escena desde los ojos de un gigante sentado o, si se prefiere, como si el lector fuese un gigante que observa a través de las ventanas que hay en el libro. De este modo, queda en evidencia la pequeñez de Archibald y de todos los hombres ante el mundo que los circunda, así como su pretensión de hacer de este mundo algo obligadamente aprehensible que deba ser llevado a la escala humana. Sin embargo, hay que aclarar que por medio de esta disminución no se sugiere que Archibald Leopold Ruthmore es una mala persona; él solo es una víctima de su propio afán de crear límites en el terreno de lo desconocido, de clasificar un espacio real que pertenece a la fantasía. 


En efecto, al medir todo con los instrumentos de la razón, Archibald, lastimosamente, acorta el aspecto emocional de ese rico contacto fantástico. Todo el cuerpo de los gigantes está colmado de tatuajes que se dibujan espontáneamente y que representan cada vivencia que los ha marcado. En contraste a esto, Archibald parece mantenerse intacto ante lo que vive; ni siquiera llega a quitarse su sombrero de copa a lo largo de su estancia en el país de los gigantes: 
Además, sus pieles parecían reaccionar a las más ínfimas variaciones de la atmósfera: se estremecían al menor soplido del viento, ofrecían visos de resplandores bajo el sol, temblaban como la superficie de un lago o tomaban los matices sombríos del océano en tempestad. Comprendí entonces por qué a veces me miraban con piedad. Además de mi tamaño, era mi piel muda la que los afligía: yo era un ser sin palabras.
Y de alguna forma lo era. No fue hasta el momento en que Archibald volvió al mundo de los hombres cuando pudo retomar verdaderamente la otra palabra, la suya. Entonces se atrevió a pronunciar una historia impronunciable y se olvidó de escuchar la melodiosa voz de los gigantes. Una voz que trataba de recordarle que hay cosas que deben permanecer vivas en el silencio.


Reseña original publicada, con mayor extensión, en el Boletín Nº 16 de la Fundación Kuai-Mare del Libro Venezolano. 

miércoles, 15 de febrero de 2017

Aniversario de Los últimos gigantes

Este 2017 se cumplen 25 años de la primera edición en francés de Los últimos gigantes (Les derniers Géants: Casterman, 1992) de François Place, que Ediciones Ekaré publicó por primera vez en 1999. 

En 1992​ Casterman publicó en Bélgica la primera edición de Les derniers Géants: una versión en tapa dura con acabados en mate y papel esmaltado. En el 2012​, a propósito de los 2​0​ años del libro, relanzaron una edición aniversaria: un formato más grande​ de cartón grueso no recubierto​, con rediseño de portada, ​título en relieve y –en su interior– tres tipos de papel diferentes: esmaltado, pergamino y vegetal. Al final del libro, se agregó un apéndice informativo que hace referencia al trabajo "gigantropológico" de Arthur Leopold Ruthmore, protagonista de la historia. Esta decisión dio un ​acabado de verosimilitud al relato.
​Ediciones ​Ekaré publicó su primera edición al castellano de este libro en 1999, titulada Los últimos giganteslibro ganador del premio Los mejores del Banco del Libro de ese mismo año. A la luz de su relanzamiento por Casterman,​ Ekaré ​decidió hacer en 2016 una edición aniversaria propia​ con algunos cambios: el​ formato en tapa dura, más pequeño, el rediseño de portada con un acabado en barniz, papel esmaltado y la inclusión del nuevo apéndice de Ruthmore con notas detalladas sobre los misteriosos tatuajes de los gigantes y su significado.


Échale un vistazo: 

A mediados del siglo XIX el explorador inglés Archibald Leopold Ruthmore adquiere lo que parece ser un diente de gigante tallado a mano. Grabado en él, aparece un mapa que podría ser la Tierra de los Gigantes. Así comienza una aventura llena de misterio y peligros para alcanzar una verdad desconocida.