jueves, 10 de mayo de 2018

Mentir para decir la verdad: las pequeñas novelas negras en imágenes del detective Chatterton


En 1999 el autor e ilustrador francés Yvan Pommaux estuvo en Caracas en el marco del III Seminario Internacional Banco del Libro “El mundo del libro-álbum para niños”. Recuperamos algunos fragmentos de su ponencia, Reflexión acerca de mi experiencia, relacionados con la creación de su personaje John Chatterton.

Como muchos autores e ilustradores de libros para niños, me intereso en los cuentos de hadas tradicionales. Tienen de todo, toda clase de cualidades: fuerza, fantasía, poesía… De generación en generación han sido transmitidos de padres a hijos, bien sea por deber o por necesidad. Por ello, un autor que desee abordar este género se encuentra en un compromiso.

Los hermanos Grimm han dado, para la mayoría de los cuentos, una versión casi oficial y definitiva. El resto es un pastiche: los lobos, tontos o gentiles, las caperucitas amarillas o verdes, los príncipes que se convierten en ranas, etc. Un pastiche brillante y divertido, pero inferior al cuento original, que a menudo ni siquiera logra rivalizar en el terreno de la fantasía.

Como autor no me sentí tentado por el pastiche. Como ilustrador, no me parecía excitante ilustrar de nuevo, una vez más, los cuentos de Grimm o Perrault, como tantos otros lo han hecho antes que yo, y mejor que yo. Pero, ¿qué le queda a uno por representar después de lo representado por Gustave Doré?


Caperucita roja, grabado de Gustave Doré

No quería ni un pastiche, ni ilustraciones en el sentido clásico del término… pero quizás tenía la posibilidad de la variación, me dije un día. Una variación respetuosa, se entiende.

Voy al cine. Veo Laura, de Otto Preminger. Gene Tierney es tan bella como el día. Veo su retrato. Nos dicen que está muerta. Ella resucita en la mitad de la película. Dana Andrews, el valiente policía, la salva, la toma en sus brazos. Y entonces pensé: las películas policíacas, el cine negro, ¿son cuentos de hadas?

 Fotograma de Laura / Detective Mark McPherson. 
Laura (Otto Preminger, 1944)


Llego a mi casa, dibujo un gato negro en impermeable. ¿Una versión noire y policíaca del Gato con botas? Allí está John Chatterton con los pies sobre el escritorio, como si fuera un detective. Así, naturalmente, surge en sus manos, no el código civil sino un recuento completo de las historias criminales célebres, llenas de ogros, de muertes, de bosques sombríos de asesinos.


Después de John, otros personajes, otros objetos comienzan a aparecer. La madre de la caperucita roja, el lobo en traje cruzado chic. Más o menos conscientemente y siguiendo algunas intuiciones, dejándome guiar por mis personajes de papel, construyéndoles el escenario que reclamaban, hice pasar lo esencial del cuento en el dibujo.



Cuando dispongo del texto y de la imagen, los utilizo, no uno primero y otro después, sino juntos, simultáneamente, y busco sacarle todo el partido posible a la imagen. Le exijo bastante. Cuento con ella para darle sentido, expresar matices, variar expresiones. Todo lo que surge de la descripción se encuentra en la imagen. He concluido que cualquier aprendiz de lector, si bien no puede leer a Marcel Proust, puede “leer” cualquier imagen tan bien como un adulto. Gracias a la ilustración, vista no como decoración, ni tampoco como un apéndice del texto, sino como medio de narración en sí mismo, puedo relatar a mi aprendiz de lector una historia relativamente ambiciosa, que él leerá por sí solo, en un libro que él hará suyo, y que quizás adorará, ¿quién sabe?


Existen, probablemente, dos categorías de autores, o ilustradores, de creadores en general: aquellos que dominan la situación, y aquellos que son dominados por ella. Yo soy indiscutiblemente parte de la segunda categoría. Pero estoy en buena compañía. Picasso decía: “la pintura hace de mí lo que quiere”. Yo no sería tan ridículo de compararme con Picasso. Pero eso no impide que a mi modesto nivel, y en el ejercicio de un trabajo más artesanal que artístico, reconozca alguna cosa de mi práctica en la fase del pintor. Siempre he tenido la impresión de estar al servicio de una historia que no me pertenece, que existe fuera de mí.

En relación a la técnica, vuelvo al ejemplo de John Chatterton. El cuento. Sumergirse en el cuento. En las grandes imágenes, “imágenes-piscina”. El cuento, pero también la novela policial, el cine negro (film noir). La historia se desarrollará como una película, las imágenes casi se tocarán. El decorado, la iluminación, las perspectivas serán un poco artificiales, como en la época del cine de estudio. Los personajes femeninos vestirán “alta costura”, como Gene Tierney, Lauren Bacall o Rita Hayworth.



Gene Tierney



Lauren Bacall / Rita Hayworth
Todos esos acercamientos conscientes o inconscientes me han llevado a una “técnica” particular: el empleo del crayón graso. Desde que uno lo difumina con el algodón, puede reducir la luz, pero también, en todo momento, envolver el dibujo en sus tinieblas, en el misterio del cuento. Además del creyón, para estos libros he empleado la tinta, el guache, la acuarela, el collage y para algunos vestidos, las tramas mecánicas transferibles para evocar las texturas de las telas de lujo, tweed, espina de pescado, etc. 



Yo hago álbumes para niños, pequeñas novelas en imágenes de la misma forma en que se dice petites formes en música. Este es mi registro y he intentado explicarlo. Es la primera vez que me dedico a este ejercicio. No estoy seguro de haber sido muy claro. De hecho, ¿habré mentido? He pretendido, por ejemplo, descubrir el contenido de mis libros después de su aparición. Es sin duda exagerado. Pero para mejor expresar la realidad de un fenómeno, uno debe hacer un poco de trampa. Como, a veces, ustedes dicen mentiras blancas… ¡es para que creas, mi niño! Mentir para decir la verdad, es una paradoja conocida, probablemente esencial, indispensable a aquel que inventa las historias.



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