jueves, 28 de marzo de 2019

Tan lejos, tan cerca: sobre cómo nació Veo, veo. ¿Qué ves?

La colección de libros de arte Veo, veo. ¿Qué ves? invita a explorar imaginarios que muchas veces se dan por sentado porque están en nuestro día a día, presentes y a la vista, pero no siempre se registran en libros de arte ni en los libros para niños y jóvenes. María Francisca Mayobre, editora y directora de Ekaré durante diecinueve años, nos cuenta el desarrollo de esta colección.

La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie en "El peligro de la historia única" (Random, 2018) nos cuenta acerca de su proceso creativo y de cómo descubrió su voz autoral:
“Cuando hacia los siete años empecé a escribir cuentos, que ilustraba con lápices de cera, escribía exactamente el mismo tipo de historias que leía: todos mis personajes eran blancos de ojos azules, jugaban en la nieve, comían manzanas, hablaban mucho del tiempo y de lo delicioso que era que saliera el sol. Ahora bien, eso sucedía a pesar de vivir en Nigeria y nunca había salido de allí. Nosotros no teníamos nieve, comíamos mangos y nunca hablábamos del tiempo porque no hacía falta. Lo que esto demuestra, creo yo, es lo impresionables y vulnerables que somos ante una historia, sobre todo de niños. Como solo había leído libros con personajes extranjeros para mí, me había convencido de que los libros, por naturaleza, debían estar protagonizados por niños extranjeros y tratar de cosas con las que no podía identificarme. Todo cambió cuando descubrí los libros africanos.”
Es curioso, o quizás no tanto, que estas palabras de la autora nigeriana me puedan sonar tan familiares, a mí que soy venezolana. Tan lejos, tan cerca: África-Nigeria y América Latina-Venezuela y Colombia. Las similitudes y diferencias entre estos países y continentes son a veces obvias, y a veces no tanto, pero no es el momento de ahondar en eso.

Chimamanda Ngozi Adichie justo comenzaba a leer y a escribir precozmente en los años 80 al mismo tiempo que Ediciones Ekaré se constituía como editorial y comenzaba a publicar sus primeros libros. En la pujante Venezuela petrolera de las décadas de los 70 y 80 las mismas inquietudes que plantea la autora nigeriana en su conferencia fueron un motor para muchos proyectos culturales, entre ellos la línea editorial de Ediciones Ekaré. Mi hermana y yo tuvimos la suerte de crecer con libros de Ekaré y, por ende, desde niñas nuestras referencias textuales y visuales fueron, en cierta medida, venezolanas y latinoamericanas. Margarita, el rey y hasta Jesucristo eran imágenes cercanas y afines en medio de los versos modernistas de Rubén Darío, que desde Nicaragua proyectaba su voz a París.

Los libros de la colección Narraciones Indígenas, con sus leyendas, zamuros, tepuyes, pemones y jaguares se inmortalizaron en los libros de Ekaré, se distribuyeron a nivel masivo primero en Venezuela y después en el resto de América y así pasaron a formar parte de nuestro imaginario. No hay discusión: estos libros, sus historias y sus imágenes han sido transmitidas de generación en generación y, hoy en día, forman parte de nuestro inconsciente colectivo como nación y como región. Se ha logrado una sólida transmisión cultural a partir de ellos y, sin duda, nos han permitido reconocernos en nuestras historias, contarlas y contar a partir de ellas una parte de lo que somos.

Ya de "grande", trabajando como editora de Ediciones Ekaré, me tocó enfrentarme a una extraordinaria crisis en Venezuela, una situación que poco a poco fue mellando todas las áreas. La educación y la cultura no han estado exentas. La creciente conflictividad política y la avasalladora problemática socioeconómica fue corroyendo todo. El equipo de Ekaré del siglo XXI tuvo que hacerse cargo de la resistencia y convertirse en cancerbero de un legado cultural. La economía y la emigración masiva fueron los peores enemigos. Ekaré tuvo el don de la transformación para lograr convertir esas vicisitudes y contradicciones en fortalezas encarnadas en equipos editoriales en España y Chile, así como otros aliados incondicionales en otras ciudades del mundo. La solidez de un catálogo consistente, de gran calidad y con una voz auténtica, así como un equipo temerario y comprometido, lograron consolidar (y, por qué no, salvar) a Ekaré fuera de Venezuela.

Mientras, desde Caracas, partía una nueva diáspora. Muchos de los escritores e ilustradores optaban por irse del país, otros quedaban sujetos a una precaria supervivencia económica que dificultaba e impedía el desarrollo de su trabajo y, más aún, la formación. Ekaré siguió realizando proyectos con aquellos que iban quedando y a la vez buscando nuevas ideas. Entonces, cerca de 2010, volcamos nuestra mirada hacia las artes plásticas.

Primero fueron los libros de la colección Imágenes de mi ciudad, que nos abrieron todo un mundo de posibilidades e imaginarios a partir de las artes plásticas: los grabados de los cronistas, los pintores viajeros, los pintores del Círculo de Bellas Artes, los caricaturistas, los fotógrafos, los artistas renombrados de finales del siglo XX y los pintores naíf o primitivistas desconocidos. Luego, al editar el libro de Gego, Ana Palmero y yo constatamos que a partir de las imágenes de los artistas venezolanos había muchas historias que contar y mirar. Se nos había abierto un camino en torno a un imaginario muy diferente al del arte occidental que estamos tan acostumbrados a encontrar en los libros y las aulas como referencia.

Más por probabilidad que por azar, nos topamos con Socorro Salinas. El trabajo de esta artista autodidacta nos cautivó de inmediato. Cuando la descubrimos ya había fallecido. Solo nos quedaba su obra para elaborar un proyecto.


Queríamos publicar un libro para el catálogo de Ekaré, pero no sabíamos qué vuelta darle. Nos tomó mucho tiempo encontrar un camino. Sabíamos que trabajar con obras de arte supone un esfuerzo titánico: permisos, derechos, herederos, fotografías de alta calidad, acervos, altos costos y limitaciones inherentes a las características y uso de las obras. Felizmente, la obra de Socorro había sido debidamente cuidada, conservada y fotografiada por la directora del Museo de Arte Popular Bárbaro Rivas, Carmen Sofía Leoni, y por la Fundación Bigott, instituciones pilares de la conservación y desarrollo del arte popular en Venezuela. Ambos nos dieron todo su apoyo. Entusiasmados con el proyecto, nos ayudaron con mucho más de lo que hubiésemos soñado.

Luego de muchas vueltas e intentos de consolidar un proyecto editorial, siempre obsesionadas con la mirada y la apreciación de las obras de forma profunda y lúdica, optamos por el juego del veo, veo. Esta aproximación nos facilitaba la excusa para exponer las obras en un libro. Veo, veo era el artificio que nos permitía desarrollar una curaduría coherente en torno a las obras y convertir el libro en un museo ambulante y accesible para muchos. También daba la oportunidad de que el lector-espectador pudiese asomarse a la obra desde su totalidad (tan lejos) hasta atisbar el más mínimo detalle (tan cerca).



Los cuadros de Socorro se exhiben en el libro, desplegados a doble página, antecedidos por unos sencillos versos y pictogramas que nos anticipan lo que vamos a encontrar (o buscar) en las obras. En cada una de esas imágenes también nos encontramos con nosotros mismos, con lo que somos y lo que nos rodea; o en su defecto, reconocemos al otro, viajamos por un país llamado Venezuela descubriendo nuevos imaginarios donde habitan el mesonero guapachoso, los enamorados, la guapetona, la sifrina, el chamito y el cara e’ tabla.

Veo, Veo. El arte de Socorro Salinas tuvo una gran acogida en Venezuela, y sorpresivamente para la editorial, también en España. De lo global a lo local, una vez más nos asombraba. Cuando presentamos el libro en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara la reacción de muchos fue inesperada y sobrecogedora. Todos aquellos que se fascinaban por el libro tenían su propio referente. Todos querían tener su propio Veo, Veo local con su artista entrañable y preferido, y de referentes propios. Han sido muchos los artistas de diversos países que se nos han descubierto a partir de Socorro Salinas. Las dificultades de poder acceder, reunir y reproducir las obras son inmensas. En América Latina muchos de los acervos de artistas plásticos, más aún de pintores populares, todavía deben ser conservados, ordenados y clasificados debidamente. Es una suerte poder reproducir la obra de alguno de estos artistas.

El azar nos llevó a que Catalina Holguín nos contara acerca de varios pintores primitivistas de Colombia. Noe León fue uno de ellos. Investigamos acerca de él y nos dejó absolutamente fascinadas.


La suerte estuvo nuevamente de nuestro lado y nos abrió el camino a su obra. El Banco de la República de Colombia acababa de hacer una imprevista adquisición de la obra de este pintor, así como un importantísimo trabajo de conservaduría, catalogación y registro. Angela María Pérez, Sigrid Castañeda y el equipo del Banco nos facilitaron el camino al libro, y fueron mucho más allá de lo que nos imaginamos. Su ayuda fue inconmensurable. Las obras del pintor Noe León estuvieron listas para una curaduría en papel en torno a un viaje por Barranquilla y Colombia. Un nuevo Veo, Veo para descubrir de lejos y a cabalidad paisajes insondables, los hombres y mujeres que somos retratados con cariño y asertividad y de cerca miles de detalles casi imperceptibles como las cucharas de palo, los mangos, las piñas y las iguanas que conforman nuestra región e identidad.



1 comentario:

  1. Siempre estaré agradecida con Ekaré por mi ejemplar de Veo, veo (Socorro Salinas) que me gané en un concurso de Twitter. El libro es mágico.

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