sábado, 25 de febrero de 2012

Un paseo por casa de los abuelos

Arianna Squilloni y Alba Marina Rivera, autora e ilustradora de En casa de mis abuelos, hablan sobre las personas, los lugares y las imágenes que dieron origen al libro. Primero se las presentamos a través de un vídeo y luego les dejamos un diálogo entre ambas, para que escuchen la lluvia del color a dos voces.



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Arianna:
En el pueblo de mis abuelos las casas eran de piedra. Las calles, estrechas y empinadas. En verano los árboles daban color y frescura. En invierno, perdían las hojas y se volvían sombríos.







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Alba Marina:
Mis abuelos, en cambio, vivían en un pueblo muy abierto y llano, con las casas separadas entre sí por frondosos jardines, gallineros y árboles frutales. Allí no hay invierno ni verano, siempre hace calor. Las estaciones son lluvia y sequía; cuando llueve, llueve a cántaros. Las gallinas y pavos corretean libres por el patio alimentándose de insectos y de las frutas maduras que caen de los árboles: naranjas, guayabas, mameyes y sabrosos mangos.

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Arianna:
Las vigas de madera, desgastadas por el agua y las termitas, a veces cedían y se llevaban abajo los techos cubiertos de tejas de delgada pizarra. Los paletas tenían alma de orfebres y encastaban piedra, tablas de madera, ladrillos y lo que tuvieran a mano para construir unos andamios tan improbables como resistentes e inamovibles. Con el material que sobraba de la construcción los paletas decoraban sus casas y plasmaban las imágenes imaginadas.

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Alba Marina:
Las tejas de las casas del pueblo a veces se destruyen cuando pasa un huracán. El último que pasó no dejó ni un techo sano. Los árboles también quedaron muy deteriorados. Entonces hay que echar mano a la imaginación y a los pocos recursos que hay para poder arreglar la casa. Cualquier cosa que tape sirve para rehacer el tejado hasta poder encontrar nuevas tejas. Con huracán o sin él, en la casa siempre hay goteras.



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Arianna:
El bastón y mi abuelo eran compañeros inseparables. Andar era lo de menos, el bastón era el mejor instrumento para recoger melocotones; su fiel ayudante para extirpar las malas hierbas; o el mágico lugar en el que apoyar el gorro o descansar. Tenían mis abuelos una forma curiosa de apropiarse de los objetos, y nosotros con ellos. Todo lo que entraba en su círculo de percepción acababa asimilado a su mundo, donde el delantal de mi abuela hacía de cesta y sus medias el hilo mágico que los mantenía unidos a ellos, sus días, su casa y las cosas en su conjunto.

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Alba Marina:
Mi abuela no usa medias, en Cuba hace demasiado calor para ello. Como cualquiera que viva en Cuba, con tanta escasez que hay, es una maestra en el arte de inventar cosas útiles con lo que tenga a mano. Los mangos se capturan con un atrapamangos hecho con un saco de arroz vacío y dos ramas metidas dentro. Alguien se sube a la mata de mangos y los va arrancando y tirando, mientras otro (en este caso mi padre) espera la fruta madura y jugosa abajo con el atrapamangos extendido para evitar que se rompan al impactar contra el suelo. La ropa recién lavada siempre se cuelga en improvisados tendederos de cuerdas amarradas de una árbol a otro.





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Arianna:
Reutilizar las cosas de maneras ingeniosas no se hacía sólo en el pueblo de mis abuelos, sino en cualquier pueblo donde había campesinos. Ettore Guatelli, por ejemplo, hizo de su casa un museo de la cultura campesina. Esta era su habitación. Tal como hacían mis abuelos, Ettore Guatelli no tiraba nada, ya que todo podía volver a ser útil... o divertido.

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Alba Marina:

Sí, allá también todo tiene una segunda vida: Esto es una lámpara de queroseno hecha reutilizando un tarro de cristal y un tubo de pasta dental de aluminio relleno con fibra vegetal o algodón. Casi en cada casa del campo cubano hay una de estas. O las cosas tienen más de una función: Las cucharas, aparte de su papel habitual, juegan también el rol de tope para un olla de presión.

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Arianna:
Nosotros, los niños, seguíamos sus pasos y pintábamos a témpera las tejas de pizarra que antes habían sido parte de un techo.







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Alba Marina:
Es así cómo, de todas estas vivencias, nacen nuestros personajes y su mundo. Dos abuelos muy especiales, tan singulares y tan universales, que hacen maravillas con unas medias y un bastón. O cualquier otro trasto de casa. Y transmites esa sensibilidad a los más pequeños.


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