"El cuento comienza el día en que Juan cumple 10 años. En su familia de pescadores, cada vez que un varón llega a esa edad se le regala la tarraya (red de pesca) que perteneció al abuelo, al padre y a cada uno de los hermanos. Dicen que si ese día el joven logra buena pesca, será un buen pescador.
Con la ilusión que provoca el rito de iniciación, Juan pasa todo el día en la orilla del mar, intentando capturar algo. Cuando finalmente logra atrapar un parguito, un ave del color del sol baja del cielo, se lo arrebata y lo devuelve al agua. Entre la sorpresa, el orgullo tocado y la admiración, el niño persigue al pájaro que lo ha despojado de su primera presa y que, además, se burla de él con su canto: “Picu picuu”. Juan lo atrapa con la tarraya y, al desenredarlo, se da cuenta de que le ha roto un ala. Lo lleva a su casa para que su abuela le ayude a curarlo. Más tarde, cuando los hermanos se enteran de lo sucedido, dicen a Juan: “¿No sabes que es mala suerte tirarle una tarraya a un pájaro? […] ¡Sácalo de aquí!”.
Sin necesidad de esperar más pruebas, los hermanos de Juan le arrebatan al pájaro color incendio, lo meten en un saco y, al amanecer, mar adentro, dejan que se hunda, con la esperanza de sumergir la mala suerte. Al cuarto día, Juan decide internarse en el desierto marítimo para buscar al pájaro que le devolverá los colores al sol. Pasa al lado de barcos varados, camina kilómetros de arena y, al anochecer, cuando ya no se ve nada, tropieza con un saco… ¿Lo habrá conseguido?"
"Picuyo habla de la fe, de la amistad, de la responsabilidad de cuidar al animal que te pertenece, que se convierte en compañero y amigo. De entender cuándo se debe actuar, aún en contra de lo que todos creen, por un bien común. Es una alegoría a la esperanza.
Narrado con soltura, los personajes hacen gala de un lenguaje coloquial que resuena en el oído y deja la sabrosura llana del hombre de mar –incluyendo algunas palabras altisonantes que sustentan la veracidad de los personajes-, la del candor de los 10 años y de la complicidad de una abuela sabia y consentidora, que estimula la valentía de su pequeño nieto. Las acuarelas de las ilustraciones captan el dinamismo y la calidez de la historia; sugieren atmósferas melancólicas, dinámicas o alegres según el momento que acompañan, recreándolos con sutileza. Picuyo es una lectura para niños que ya pueden leer por su cuenta con fluidez o para adultos que quieren compartir una historia con sus niños. Un libro que sin duda abrirá espacios para conversar y propiciar acercamientos afectivos gracias a la lectura."
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