El berrinche de Moctezuma, con texto de Nuria Gómez Benet (Ciudad de México, 1959) e ilustraciones de Santiago Solís Montes de Oca (Ciudad de México, 1982) es una historia de humor contada en verso donde el históricamente terrible Moctezuma sufre una pataleta que solo una jícara con chocolate logra aplacar.
Este libro humorístico, en apariencia ligero, contiene varios guiños escondidos que refieren a episodios y objetos reales del imperio azteca. En esta entrada se narran algunas decisiones que los autores tomaron durante el proceso y curiosidades sobre el contexto de este álbum.
Moctezuma Xocoyotzin (1466-1520), noveno tlatoani de Tenochtitlán, fue uno de los últimos gobernantes del imperio azteca. Tenía grandes ambiciones y expandió su imperio en pueblos vecinos con particular crueldad; pero también fue innovador y promovió algunas estrategias de diplomacia. Con la llegada de los primeros españoles, quiso establecer una alianza con Hernán Cortés como una forma de defensa contra sus enemigos, pero Cortés traicionó su confianza. Con este amargo episodio se inicia la conquista de Tenochtitlán.
Curiosamente, la caída del imperio azteca fue “predecida” incluso antes de la llegada de los españoles. Una de las premoniciones llegó en forma de un ave con un espejo en la cabeza. El ave fue capturada por pescadores en el lago de Texcoco y llevada al emperador, quien al asomarse en el espejo vio la guerra aproximándose por el Este.
Santiago Solís decidió incluir esta ave con el espejo en la cabeza en la página de celebración final con Moctezuma y el tazón de chocolate. En la misma doble página —que menciona la conquista— el ilustrador no mostró a los conquistadores, sino un caballo (en oposición al ave) como una especie de símbolo del mundo nuevo y de todo lo que vendría. Al estar en la derecha se reserva el ámbito de la página siguiente, es decir, el futuro.
Otro ejemplo de detalle escondido es el conocido penacho de Moctezuma. Este tocado impresionante hecho con plumas de quetzal fue un obsequio de Moctezuma a Hernán Cortés. El tocado real descansa hoy en día en el Museo de Viena. En la misma página se puede apreciar el Totocalli, una parte del palacio de Moctezuma que funcionaba como zoológico y que estaba lleno de hermosas aves. Allí, Solís escogió representar la acción donde se despluman aves para complacer al veleidoso tlatoani.
En el episodio donde Moctezuma rechaza los trajes, se puede ver a sus pies un xoloitzcuintle, la raza de perro criado por las culturas maya y azteca. Igual que sucede en sus paralelos occidentales, el perro era visto simbólicamente como un guardián del inframundo. También a los pies de Moctezuma hay una escultura de Chac Mool, una figura que ha sido encontrada tanto en Tula como en Chichen Itzá y que ha servido para demostrar el intercambio e influencias entre culturas con grandes distancias geográficas y temporales entre sí.
Uno de los primeros guiños aparece en la portadilla: un Maquizcoatl (el original se encuentra en el Museo Británico), que es una hermosa serpiente con dos cabezas. Esta fue una de las figuras robadas por Cortés y llevada a Europa.
El tlatoani: una tradición trágica
Curiosamente, el nombre Moctezuma significa “hombre de mal temperamento y muy serio” así que la circunstancia de su berrinche retratada por Nuria Gómez Benet no es del todo ajena al personaje histórico, aunque puede que sí sea la primera autora en redimirlo y rodearlo de humor.
De hecho, existe toda una tradición de óperas y dramas musicales europeos que representaron a Moctezuma (o Montezuma, Motezuma, Montezume…) que comienza por la ópera Motezuma de Vivaldi en 1733 y se extiende hasta avanzado el siglo XX. El tlatoani fue visto en algunos de estos dramas como un fracaso, emperador de una cultura “salvaje”, y en otros como símbolo de resistencia y dignidad frente a la ocupación.
Antonio Vivaldi tenía un interés particular por la ciudad de Tenochtitlán por las similitudes que representaba con su natal Venecia (ambas ciudades de canales). El texto del libreto de su ópera, escrito por Alviso Giuste, representó a Moctezuma como un gobernante débil y a Cortés como héroe del mundo civilizado, listo para “liberar” Tenochtitlán.
En cambio en Montezuma (1755) de Karl Heinrich Graun, cuyo libreto fue escrito por el rey Federico II de Prusia, se hace una clara apología a la figura de Moctezuma como emperador y hombre. En esta versión, es transparente la intención de identificar a Moctezuma con los estandartes del imperio prusiano y a su antagonista Ferdinando Cortés, con los austríacos. Publicada en plena época de guerra entre ambas monarquías, Montezuma reflejaba la “dignidad” del Reinado de Prusia, tildaba de imperialistas los avances austríacos, sajones, rusos y franceses; y mostraba la benevolencia (y error) de Moctezuma como una suerte de historia ejemplar.
De changos y chocolate
En cuanto al chocolate, existen muchas versiones sobre su origen. La mayor parte concuerda en que los olmecas (3.000 a.C. - 300 a.C.) fue una de las primeras civilizaciones en prepararlo; después su uso pasó a los mayas y posteriormente a los aztecas. En ese entonces se trataba de una bebida agria, pero con propiedades energizantes.
La leyenda cuenta que al tlatoani Moctezuma le gustaba tanto esta bebida que ofrecía grandes tazones de chocolate en sus celebraciones. Los frutos del cacao eran muy apreciados y costosos; e incluso los mayas y aztecas llegaron a utilizar las semillas de cacao como moneda, que era muy práctico porque se podían subdividir en pequeñas monedas de menor valor.
Otra leyenda cuenta que fue Quetzalcoatl (la Serpiente Emplumada) quien llevó el chocolate a los hombres, una semilla hasta entonces solo disfrutada por los dioses.
Finalmente, los monos, en diferentes culturas mesoamericanas, han sido representados junto a semillas de cacao. En su hábitat, los monos juegan un papel esencial en el ecosistema del cacao: viven en climas húmedos y cálidos, entre árboles (igual que el árbol del cacao), donde comen sus frutos. Las semillas en su excremento ayudan a que nuevos árboles de cacao nazcan a lo largo de la selva. En el mundo simbólico son vistos como los “portadores” del cacao, incluso con un guiño a su glotonería y “mal” comportamiento.
La palabra "chocolate" probablemente viene del náhuatl xocoatl que significa "agua agria" y cuyo sonido se ha traducido en todas las lenguas. Originalmente se mezclaba con maíz. En cambio, cuando se tomaba puro se llamaba cacahuatl que significa "agua de cacao". Su grafía fue recogida de diferentes maneras y es por eso que en el libro se adopta el más cercano "xocolátl".
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