jueves, 14 de febrero de 2019

Las visitas de Nani: Una carta de amor a una abuela y a una cultura


En noviembre de 2018 presentamos en la librería Panta Rhei de Madrid el primer libro de Karishma Chugani Nankani con Ekaré: Las visitas de Nani. Para esta ocasión contamos con las palabras de Ellen Duthie y Raquel Martínez Uña, ambas especialistas en LIJ y fundadoras de la editorial de filosofía visual para niños Wonder Ponder. Compartimos con ustedes parte de lo que fue este encuentro lleno de anécdotas, abuelas y cardamomo. 

—Ellen Duthie

Es un gusto enorme y un honor presentar este libro de Karishma, que tanto Raquel como yo, como muchas de las personas que estamos aquí hoy, hemos visto crecer desde su primera semilla allá por 2012 hasta su forma actual: un libro deliciosa y cariñosamente editado que da gusto leer, tocar y mirar. 

No se sabía en 2012, con ese ejercicio de hacer una receta ilustrada con la que empezó todo, no se sabía exactamente en qué se iba a convertir. Se sabía que iba a ser la historia de Nani, de la abuela de Karishma. Pero todo lo demás estaba bastante en el aire. Qué contar, qué no contar, cómo contarlo, en qué centrarse, cómo organizar la información, cómo emprender la investigación; cómo darse permiso, como dice Karishma, para contar una historia con protagonistas vivos susceptibles de incomodarse, por ejemplo. 

Cómo darse permiso, también, imagino, para contar una historia Sindhi, cuando Karishma era ya muchas otras cosas también aparte de Sindhi. 



Y 6 años más tarde, ¿qué tenemos? 

Tenemos un libro de investigación. 

Un episodio de historia del siglo XX. 

Una biografía de una abuela. 

Un ensayo de cómo mirar a una abuela. A cualquiera, a la tuya, a la mía también. 

Un relato autobiográfico en búsqueda de una mayor comprensión de una identidad propia. 

Un libro de recetas. 

Una carta de amor a una abuela y a una cultura. 

Un libro de mitología hinduista. 

Un libro de yoga. 

Un libro que explora las fronteras entre la ficción y la no ficción y que abraza la necesidad de la ficción en la no ficción pero al mismo tiempo aplica el rigor de la investigación de una no ficción seriamente construida. 

A mí una de las cosas que más interesante me parece de este libro es el punto de vista. 

Desde el título se nos sitúa en ese punto de vista narrativo. Es un libro sobre Nani, pero es un libro contado desde el punto de vista de otra persona, a la que visita. Y el libro también nos cuenta mucho sobre esa otra persona, la primera, que nos lo cuenta y que nos presta sus ojos, sus oídos y sus recuerdos. 


Es una reconstrucción a partir de la evidencia de que en ningún momento pretende ser la reconstrucción de los hechos, sino muy marcadamente una reconstrucción de una mujer, de una presencia, por parte de otra mujer: su nieta, Karishma. Pero el enfoque de esa reconstrucción particular es riguroso. Pregunta a los primos si ellos recuerdan lo mismo, qué recuerdan ellos. Toma notas de lo que cuenta la propia Nani, su madre, sus tías. Pero nos advierte: “Esta es mi versión de la vida de Nani”. 

“Esta es mi Nani y yo soy su Karish.” Son las primeras palabras de Las visitas de Nani. 

La tercera persona y la primera persona aparecen de la mano. Y ese punto de vista durante todo el libro nos da al mismo tiempo una cercanía y una lejanía que, creo, es uno de los aciertos de cómo abordó Karishma la narración en este libro. 

El resultado es una combinación extraña, poderosa, algo hipnótica también, de la tradición oral y de la primera persona. 

El relato oral, transmitido de generación en generación se nos narra no como algo que contó una vez una tatarabuela a una bisabuela, sino como algo que le contaron a Karishma, y ella nos lo cuenta a los lectores, “tal y como fue”. La mitología se incorpora en la cotidianeidad también, se cuela en las páginas y cobra vida, no como leyendas y mitos, sino como algo que está ahí. Algo que forma parte de la vida que nos están contando. 

En la página 22 del libro, dice Karishma: “Mientras crecían, Nani les fue transmitiendo a sus hijos sus orígenes Sindhis a través de mantras, historias, música y, también, a través de su cocina.” Y eso es justo lo que nos regala Karishma a los lectores. Un relato de la cultura Sindhi a través de mantras, historias, música y cocina. 

Y nos contagia una morriña de un sitio que no conocemos. Consigue que, tras leerlo, tengamos morriña de Nani, que es una persona, pero también un sentido del lugar, unas raíces, unos aromas, una tradición que se puede llevar y materializar a partir de una maleta. 

Al final del libro, Karishma se ha convertido en nuestra Nani. 



—Raquel Martínez Uña

Nani es una historia de mujeres. Habla de las cocinas, de los sofás abarrotados de primos, de las tardes al sol en la piscina y el interior de una maleta, de espacios que tradicionalmente no se han considerado universales, dignos de la gran literatura, sino propios de la intimidad y lo anecdóticamente cotidiano, interesante solo para quien tuviera cerca esas circunstancias en particular. Y sin embargo, como decía Ellen, Las visitas de Nani logra hacerte partícipe de una vivencia del exilio y la añoranza que para mí es profundamente universal. 

Yo me voy a centrar en el estilo visual de Las visitas de Nani, un libro para leer con lupa y no solo una vez. 

El estilo de Karishma se acerca al de la miniatura, pero además, dentro de la miniatura, cada momento, cada detalle, ofrece infinitas lecturas. Por ejemplo, os invito a leer el libro mirando únicamente los árboles. O los vestidos, o fijándoos solo en los dioses que se pasean por las páginas, como si fuera el Mahabaratha, o leerlo incluso por colores: pasar las páginas y seguir el rojo con la vista. 



Cuando estábamos pensando conjuntamente en el libro, Ellen sugirió que, paralelamente a la historia de exilio de Nani, Karishma, como ilustradora de origen indio en el exilio, tal vez también había tenido que encontrar su “estilo” indio, su identidad visual india, pasando por todas las otras identidades con las que ha convivido a lo largo de su aventurera vida. Karishma cuenta que Nani fue muy flexible en la incorporación de las tradiciones culturales de Sind. Fueron su forma de mantenerse unida a sí misma en este viaje incansable que fue su vida, y de mantener unida a una familia dispersa en un mundo cambiante. Convocaba todas estas tradiciones con alegría y espíritu de celebración. 



Por eso, la Nani que nos cuenta Karishma elige todos aquellos rituales que celebran la vida, que la amplían, más que aquellos que la limitan o coartan. Y llevando el paralelismo entre abuela y nieta al estilo visual, me atrevo a decir lo siguiente: igual que la Nani de Karishma escoge con mucha libertad las tradiciones, rituales y normas de su cultura para darles un nuevo sentido en su nueva realidad, Karishma toma con flexibilidad y alegría el estilo de las miniaturas indias, pero también la tradición persa, presente en Sind, la tradición de los adornos musulmanes, las exploraciones de los artistas naifs occidentales, la levedad de trazo de muchos cómics. Convoca todo aquello que le viene bien para narrar esta biografía, autobiografía, ¿existe familiografía? o incluso road movie con un estilo entre minuciosamente documental y también detallista y fantasioso. 



Yo tenía que hablar de la vista, de las imágenes, pero inevitablemente las imágenes me llevan a hablar también del olfato. Este libro huele, no solo por la preciosa edición que le han hecho en Ekaré y los hilos de colores que parecen caramelos, sino por la paleta de colores que ha empleado Karishma y que me lleva a mercados en los que jamás he puesto un pie, a casas en las que entras y te recibe una nube de aromas entremezclados que se te archivan en esa parte reptiliana del cerebro bajo la etiqueta de “pero qué a gustito”, a rincones de la despensa donde se almacena la posibilidad de unas recetas milenarias. 

Quiero acabar leyendo un texto, que pertenece a varias de las recetas del libro. Ojo, que es muy breve e igual se nos escapa:
5 cardamomos verdes 
molidos con su vaina 
y pasados por un colador 


¿No se os acaba de llenar la nariz de cardamomo? 


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