Ana Maria Machado, autora de El perro del cerro y la rana de la sabana, Jararaca, Perereca y Tiririca, y Niña bonita, es entrevistada por Diajanida Hernández para el Papel literario del diario venezolano El Nacional.
Ana Maria Machado (1941) fue invitada de honor a la FIL Guadalajara 2012. La razón: la consagrada autora brasileña recibió el Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil como reconocimiento a su trayectoria literaria. En el fallo del jurado se lee que la obra de la autora brasileña se distingue por “un estilo narrativo sencillo y complejo a la vez, que apela a la inteligencia del lector, con un lenguaje cuidadoso, lírico, ameno y que recupera la riqueza de la oralidad”. Machado es, quizás, una de las escritoras de literatura infantil más importantes de Iberoamérica. Valga decir que en el año 2000 recibió el Hans Christian Andersen, el galardón más prestigioso de las letras infantiles. Con más de cuarenta años de trayectoria, Machado ha articulado una obra dirigida a niños y jóvenes reconocida por trabajar con las nociones de género, alteridad y tradición, y por abordar temas diversos. Tiene más de cien libros publicados en dieciocho países y una cifra de títulos vendidos difícil de procesar: más de 19 millones de ejemplares. Un par de días antes de la entrega del premio, nos encontramos con la autora para conversar sobre el reconocimiento y su oficio.
Usted va a recibir un premio que ya se le concedió a Bartolomeu Campos de
Queirós (1944-2012), quien fue un gran trabajador de la palabra, preocupado por el incentivo de la lectura y la formación de los lectores en Brasil. Ustedes comparten ese objetivo y el amor por la palabra, ¿qué significa recibir ese mismo premio?
No creo que sea una coincidencia, creo que es más bien un conjunto de circunstancias. Conocí a Bartolomeu hace más de cuarenta años, ya estábamos los dos trabajando en eso. Creo que es un momento de Latinoamérica, de las últimas décadas. Y, en Brasil, de una manera ejemplar porque teníamos niveles de analfabetismo muy grandes, fue necesario atender una deuda en la educación enorme. Teníamos un desarrollo de la literatura infantil muy grande, desde finales de los sesenta, con eso los autores que se estaban dedicando a escribir para niños estaban muy involucrados con la cuestión de la educación y del fomento de la lectura en general.
En Brasil se está trabajando para insertar bibliotecas en las escuelas a raíz de la ley que estableció que era obligatorio. ¿Cuál cree es el reto que enfrentan las escuelas con el tema de la formación de lectores, de cara a esta legislación que establece que toda escuela debe tener su biblioteca?
Creo que el principal reto es hacer que los maestros y docentes lean porque, en general, leen muy poco. Hay algunos que leen pero, en general, la formación de docentes en Brasil deja mucho que desear. Tuvimos que aumentar muchísimo la cantidad de escuelas y de aulas en muy pocos años, pero eso no se acompañó con una valoración del magisterio, de los salarios, de la formación, del prestigio del magisterio. Entonces hay una cantidad muy grande de maestros que todavía son la primera generación alfabetizada de su familia, no vinieron de un ambiente con libros o de un ambiente lector. No es culpa de ellos, pero tienen deficiencias muy grandes de inmersión en un ambiente lector. Creo que, por los momentos, ese es el principal reto.
Usted comenzó a escribir durante la dictadura. ¿Qué significó la escritura en ese momento? ¿Fue una respuesta a esa realidad?
Fue una de las respuestas, pero no fue consciente. Yo creía más bien que estaba respondiendo a la dictadura por otros medios que no era la escritura y, al final, también era con ese. Me gustaba escribir. Era profesora de literatura en la universidad, era periodista, entonces hacía cosas con la escritura y la literatura vino naturalmente.
Autores como Francisco Hinojosa hablan de la necesidad de que la literatura infantil aborde las realidades a las que se enfrentan los niños de hoy: violencia familiar, guerras, conflictos, bullying, inmigración, alcohol, drogas. Desde su experiencia, ¿cree que esto sea así?
Es posible. En general, no pienso mucho en eso. Mi literatura no tiene muchas intenciones; mi vida tiene, pero no la literatura. Cuando empiezo a escribir quiero contar un cuento o desarrollar un personaje, una idea, un ambiente y no me veo con la idea de pensar en que “hay que hacer esto”. Pero a lo largo de lo que he hecho en más de cuarenta años abordé todo eso, porque eran cosas que a mí me preocupaban. Creo que, en general, cuando escribo, sea para niños o sea para adultos, siempre pienso en algo que está dentro de mí como preocupación. Pero no es intencional. Estoy de acuerdo con Francisco Hinojosa, la literatura se puede ocupar de todo, es verdad, pero cada uno, cada autor en cada momento de su vida, en cada libro se ocupa de una cosa distinta.
¿Cómo ve el panorama actual de la literatura infantil en Brasil?
Es muy fuerte. Tiene un desarrollo de décadas. Nosotros tuvimos un pionero, Monteiro Lobato, que hizo entre los años veinte y treinta una obra muy respetada. Después hemos tenido sucesivamente muchos autores muy buenos. Son generaciones ya, con mucha calidad y cantidad. No hay muchos prejuicios contra la literatura infantil, o no tantos como existen en otras culturas. Sobre todo, no hay una coincidencia muy grande con la práctica pedagógica. Los autores entienden que los libros para niños son parte de la literatura y no de la pedagogía, entonces eso nos da mucha fuerza. Nosotros, la generación de los setenta, cuando empezamos teníamos textos muy fuertes, éramos autores muy buenos, pero al inicio las ilustraciones no eran tan buenas. Luego las ilustraciones se hicieron más fuertes, sobre todo después de las escuelas de diseño industrial y diseño gráfico. Hoy hay excelentes ilustradores. Y estamos en un tercer momento, que es el del desarrollo de una excelente calidad gráfica, que tampoco teníamos. Todo eso va confirmando una literatura que es sólida. Hubo un tiempo, por ejemplo, en el que nuestros libros no podían compararse con los de Venezuela en términos visuales, de la calidad de la ilustración que tienen los libros de Venezuela. Los nuestros eran más primitivos, teníamos pocos ilustradores de aquel nivel que hay en Venezuela. Hoy empezamos a tener la posibilidad de una comparación.
Después de muchos años publicó su primer poemario. Háblenos un poco de su relación con la poesía.
¿Es disciplinada con la escritura?
OJO: "habían muchos sobre el mismo tema, que era el tema del mal. Entonces me dije: eso hace un libro"
ResponderEliminarHabía**
Del resto, interesantísimo.
Muchas gracias por tu lectura, Geraldine. Ya enmendamos nuestra "ene". ¡Salud y bienvenida siempre a nuestro blog con tus comentarios!
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