martes, 3 de noviembre de 2020

Marie Curie: Notas de la ilustradora

«Una biografía sabia, vibrante de emociones, que cuenta los hechos históricos de la vida de la científica Marie Curie, en una narrativa íntima, personal y pública […] Este libro fusiona magistralmente la historia del arte con la de la ciencia», así reseña el veredicto del Premio Bologna Ragazzi 2020 el libro escrito por Irène Cohen-Janca e ilustrado por Claudia Palmarucci: Marie Curie, en el país de la ciencia.


Ilustrar un álbum que narra la vida de un personaje de la historia conlleva un trabajo de investigación minucioso, una búsqueda de numerosas referencias para lograr el ambiente y el estilo deseados. Compartimos algunas de las notas incluidas en Marie Curie, en el país de la ciencia, sobre el proceso de Claudia Palmarucci para recrear en ilustraciones la vida de esta importante científica.


Claudia Palmarucci, nació en Tolentino, Italia, en 1985. Hizo estudios de arte en la Academia de Bellas Artes de Macerata donde ahora enseña. Ha estudiado con grandes ilustradores como Vitali Konstantinov y Maurizio Quarello. En 2009 cursó el máster Ars in Fabula. En 2011 fue seleccionada en Illustr’arte y en el prestigioso CJ Picture Book Award.


Página 7


Esta ilustración, caracterizada por un cierto hieratismo y estatismo, nace del deseo de evocar visualmente un tema tradicional de la iconografía cristiana: la Virgen y el Niño. Específicamente, una imagen propia de la tradición medieval bizantina: la Virgen Negra de Czestochowa. Como cuenta Susan Quinn (Marie Curie. Una vita, Bollati Boringhieri, 2013, pág. 17), en la Polonia del siglo XIX el nombre de María estaba estrechamente ligado a la causa nacional. De hecho, se decía que la Virgen Negra de Czestochowa había ayudado a Polonia en 1655, ahuyentando a los invasores suecos. La misma Maria Salomea Skłodowska, a quien conocemos como Marie Curie, debe su nombre al ardor patriótico de sus padres: para ellos no era un nombre de la Virgen sin más, como observaba su padre, Władysław, era el de la «patrona [...] de nuestra tierra». 



Página 51

En el año de su descubrimiento, se hacía propaganda del radio como si fuera el remedio a cualquier enfermedad. Radio en los dentífricos, en las cremas, radio para curar el cáncer, para el lupus y para cualquier problema. De hecho, todavía no se conocían los efectos mutagénicos que podía causar una exposición continuada a las radiaciones, si bien Pierre ya había intuido el peligroso potencial tóxico del elemento, tanto así que habló de ello en el discurso de entrega del Nobel. El descubrimiento fue rápidamente aprovechado en las estrategias publicitarias de muchas industrias. La marca de cosmética Tho Radia, por ejemplo, lanzó una crema «a base de torio y radio», presentada como fórmula de un tal doctor Alfred Curie, homónimo pero desconocido entre los científicos. Mi imagen es una representación de aquel cartel. Añadí dos probetas que contienen agua helada, que se evapora creando una especie de hongo atómico, porque en aquellos años Pierre publicó un artículo que revelaba un descubrimiento del todo sorprendente: un solo gramo de radio bastaba para llevar a ebullición un gramo de agua helada en una hora. Un historiador de la ciencia vio en este descubrimiento «la primera aparición, en la trayectoria humana, de la energía atómica bajo el concepto familiar de calor» (Susan Quinn, pág. 225).


Página 58


Imagen inspirada en la obra de Winslow Homer, Blackboard (1877).



Página 72


Paul Langevin era un científico apasionado y brillante que vivía con su esposa Jeanne Langevin una relación conyugal tumultuosa, llena de chantajes y peleas incendiarias. La figura colérica y chillona que representé abajo, a la derecha, está inspirada en un detalle de la obra de Agnolo Bronzino, Alegoría del triunfo de Venus, (c. 1540-1545), óleo sobre tabla hoy conservado en la National Gallery de Londres. En la pintura de Bronzino se puede observar, a la izquierda, la misma figura que grita llevándose las manos a la cabeza. Se supone que esa mujer podría ser la personificación de los celos y la desesperación.

Página 72

Intenté trasladar a imágenes un momento que caracteriza la enorme aportación que ofreció Marie a Francia durante la Primera Guerra Mundial. Más allá de ocuparse de la instalación de aparatos radiográficos, Marie desarrolló cursos de principios técnicos de radiología, la llamada escuela para manipulatrices. Mujeres de diversas procedencias sociales participaron en intensas semanas de adiestramiento hasta adquirir habilidades para operar y mantener en funcionamiento los instrumentos radiológicos. Su hija Irène, que tenía solo dieciocho años, trabajó siempre junto a su madre, y también ella llegó a ser profesora en esta escuela.



Esta es solo una parte de las observaciones ligadas a las imágenes. Es realmente difícil indicar por completo la cantidad de material visto durante estos meses, sin el cual habría sido muy complicado acercarse a la vida de la científica. De modo particular, fue indispensable la cuidada biografía escrita por Susan Quinn, Marie Curie. Una vita (Bollati Boringhieri, 2013). También fue de gran ayuda la biografía que Ève Curie escribió a solo cuatro años de la muerte de su madre, Vita della signora Curie (Mondadori, 1938) y la autobiografía de la propia científica, Autobiografia (Castelvecchi, 2017). Para ahondar en cuestiones más específicas a nivel histórico, cultural y científico fue también esencial el material disponible en línea, en particular la cantidad de datos gentilmente cedidos para su uso en la web del Musée Curie. Finalmente, para recrear los lugares y las atmósferas de la densísima vida de la científica, me ayudó un gran número de películas y documentales dedicados a ella más o menos recientes.
 




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