lunes, 24 de septiembre de 2012

El conde Olinos: una tradición al descubierto

Los romances, una de las formas más hermosas de la poesía tradicional castellana, pasaron de generación en generación durante muchos siglos a través de la memoria de las personas que los recitaban y cantaban. Para entender lo que hay detrás de una herencia como esta, lean lo siguiente:

Sobre el origen de alguna de estas canciones: el Romancero y la infancia

De sobra es sabido que algunos géneros literarios de transmisión oral murieron una vez finalizadas las circunstancias históricas que habían provocado su aparición: un buen ejemplo son los cantares de gesta que dejaron de componerse y de demandarse conforme fue finalizada la Reconquista, su principal argumento.

Sin embargo, todavía hoy, en muchos lugares de la geografía española, se siguen interpretando romances en ocasiones particulares como la vendimia, la siega, la recogida de la aceituna o la llegada del mes de mayo. Los niños no quedan al margen de esas actuaciones. Ya Menéndez Pidal se refiere a antiguos romances que siguieron vivos en juegos escenificados: "Donde ya todo el romancero está olvidado, quedan aún los niños cantando su pequeño repertorio. La última transformación de un romance y su último éxito es llegar a convertirse en un juego de niños". El conde Olinos, La doncella guerrera, Mambrú y Don gato, serían algunos casos.

Oralidad y escritura. Hacia un nuevo aprendizaje de la canción escenificada

Por una parte, la oralidad propicia la aparición de nuevas versiones del texto que terminan por renovar constantemente lo contado. Por otra, poner por escrito una anécdota que antes era oral, tiene sus beneficios: se desentraña la historia para hacerla comprensible al lector.

Con respecto a esto, Ana Pelegrín cuenta una anécdota muy significativa: la de una niña de Zamora a la que su profesora había exigido memorizar el romance del Conde Olinos que, en versión de Menéndez Pidal, venía en su libro de texto. Cuando se le requirió recitar al pie de la letra, la niña comenzó: "Madrugaba el conde Olinos / mañanita de San Juan...", pero de pronto y entre vacilaciones, se apartó de la versión incluida en su libro y, con mayor seguridad y aplomo, continuó diciendo otra versión que ella había escuchado con anterioridad de la boca de su abuela. Efectivamente, a la niña le "sonaba" ese romance y en seguida lo asoció al que su abuela le había enseñado, que era el mismo, pero con algunas diferencias. El romance volvía así a su origen, al caudal oral de la lírica popular: la niña había descubierto para todos el proceso de la tradicionalidad.

Estudio publicado, con mayor extensión, en 2011 por Pedro Cerrillo en el portal Cervantes Virtual.


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